Puntual y con focos rojos, así se presentaba Jorge a un Vista Alegre entregado a su carrera. La puntualidad por el respeto que le tiene a sus fans y el rojo por tematizar todo de Casanova, apellido lejano del artista y título de su último trabajo. En el escenario estaba él solo rodeado de lo que parecen unas lunas dreamworkianas. De repente se apagan las luces, las respiraciones se contienen y… “Sed bienvenidos y bienvenidas a este show de Recycled J”. Se daba inicio a una ópera biográfica dedicada a su barrio y al amor como concepto.
150 Canciones fue la primera en sonar. Siendo el primer single del disco que se presentaba, raro no era. Empiquetado con un plumas plateado, de ese estilo retro future 2000 que le gusta, terminaba la anáfora del estribillo para declarar con la boca llena: “Qué ganas tenía de esto”. Enamorado de su barrio, Carabanchel, donde ocurrieron las distintas anécdotas que iba relatando y la actuación, la ocasión era todo un final stage, un evento catártico. Todo acababa donde empezó, y Jorge no pensaba irse sin dar sorpresas.
La primera fue Enry-K, el productor favorito de tu rapero favorito, quien salió para Baby Boo. Aleesha llegando a todas las esquinas con su voz, Love Yi levantando al que siguiera sentado si es que lo había, Leo Rizzi absorbiéndolo todo con su aura jaggeriana o Juancho Marqués devolviendo el favor de su Wizink Center siguieron al primer invitado. Un recorrido por sus hits, nuevos y antiguos, en el que se aprovechaba cada pausa para dar amor, a quien o a lo que fuese. A su pareja, el amor de su vida, a sus abuelas, a sus padres, a sus calles o a todos los feats que no pudieron presentarse. A Delaossa tuvieron que pitarle los oídos a eso de las 22:30h por la ovación de los presentes.
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El público, quien compensaba la habitual saturación del autotune en directo sabiéndose las letras con las comas, recibía inputs constantes como cambios de vestuario, visuales peligrosos para fotosensibles o la representación de un videoclip de Prefijo 91 en directo. Sin embargo, nada comparado al mayor regalo de la noche. Con la luz apagada, un cartel de San Jorge 2024 aparecía en la cabecera del escenario sonorizado con un chotis castizo. Por primera vez nadie sabía la siguiente canción, y normal, porque era un adelanto, Kilometrozero. Tras entregar el disco más pop que ha hecho, este curso vuelve con una nueva entrega y, cómo él mismo dijo, tendrá “que volver a los orígenes”. San Jorge será el título y lo enmarcará de nuevo en su rap más clásico, por si no quedaba claro.
Sin frenos después del anuncio, Natos y Waor salían para agrupar a Hijos de la Ruina y regalar el momento de nostalgia. Aunque ninguna de las canciones que sonaron fueran del Volumen 1, imposible no volver a 2012. Carretera, Sudores fríos, Nosotros y Alcohol, esas fueron las que cantaron los tres en el escenario mientras se daban besos (muchos besos). Nuestra adolescencia y la suya se representaron en un abrazo final que les debió recordar a sí mismos en plazas de Carabanchel y Aluche, rapeando, como siempre.
El único que faltaba era Selecta y apareció al final. Antes se le había nombrado pero no era su momento. El alma gemela musical de Jorge subía para seguir con los besos, los abrazos y las miradas cómplices. El único disco de oro que ambos tienen también estaba por ahí, y durante un rato se dejó de prestar atención al público. Era tiempo de celebración y felicidad íntima aunque estuvieran con doce mil personas delante. Casi infantil e inocente fue el jolgorio, que terminó con un sordo y fuera de micro “te quiero, gordo”, leído en los labios del productor antes de que se bajara del escenario. Qué denso y sincero se sintió ese te quiero, joder.
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Ya no había tiempo para mucho más. El afterparty había empezado simbólicamente y solo quedaban tres temas para dar las gracias a los asistentes. Gritos y ruido para Carabanchel y Madrid promovidos por el artista, y palabras individuales y cálidas para cada uno de los miembros de su equipo. De esta forma se cerraba la ópera prima de Jorge, esa que se presentó en su barrio y ante su gente. En Vista Alegre y no en el Wizink Center, únicamente para dedicárselo a ellos.
A la salida, el metro estaba más vacío de lo habitual. Muchos volvieron a sus casas andando porque eran vecinos que iban a ver a un paisano. No a Recycled J, ni a Cool, sino al Jorge, al hijo del Jero, el de la frutería Hermanos Escorial. A ese que se había hecho artista y al que las cosas le estaban yendo muy bien.
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