Como el propio Kiliki explicaría más adelante, Chill Mafia dio su primer concierto hace cuatro años en la sala Dabadaba de Donostia para unas seiscientas personas. Ahora han logrado meter a casi siete mil en uno de los pabellones de eventos más importantes de Bizkaia, el Bilbao Exhibition Center. Siete mil personas en representación de un fandom mucho mayor que no solo se circunscribe a Euskal Herria, sino que también se despliega por todo el Estado. Siete mil personas para despedir a un grupo de amigos que, entre otras cosas, ha logrado impulsar una nueva y renovada escena euskaldun. Chill Mafia reventó el lugar de la misma forma que lo ha hecho con la historia musical vasca: por lo aires, de raíz y con poca cautela. Y menos mal.

Tras un primer calentamiento de la mano de Señora y Puñales (su colectivo Vutron monta unos sound systems que no os podéis perder), llegaba Metrika que, como siempre, se marcó un concierto difícil de olvidar en cinco vidas. Se subió con ella al escenario la única persona que se disputa el título de princesa de todo País Vasco y Navarra, Euskoprincess, para cantar Totaína.
Con algo de retraso provocado por una cola inmensa a las afueras del recinto, debido muy probablemente a que tan solo había una puerta abierta para el acceso a pista y personal asfixiado por la cantidad de gente que debía pasar los controles de seguridad, arrancaba el último show de Chill Mafia. Agur eta Ohore es el nombre de la gira (si te quieres enterar mejor de su significado, léete la reseña que publicamos hace un tiempo), y he de decir que honor, ‘ohore’, se han llevado para rato por parte de todos los asistentes.
Más allá del setlist o de la puesta en escena, el honor reside en atraer a varias generaciones que han sabido apreciar el elemento disruptor que supone la ‘chillma’. De esas siete mil personas que mencionaba al principio, una parte era gente de unos cuarenta años, quizá más, que, de verdad, si no se rompieron una cuerda vocal al cantar “Pa’ que salga el sol de nuevo / Quiero ver policías muertos”, cerca estuvieron. Ahí está la verdadera unión, el verdadero relevo generacional, el honor.
A La del perro le siguieron Puta ripagaña, Txintxo, Marmitako x punki reggae party y La gaztea para acabar con Tabako, uno de los primeros temas de Kiliki. Una primera parte que concentraba toda su trayectoria, además de asentar el rumbo que tomarían las más de dos horas que duró el concierto. Esto se trataba de celebrar, no solo de despedir su frenética carrera, de ahí esa estructura circular en la que canciones nuevas convivían con otras más antiguas. Parte de esa fiesta pasaba por invitar a colegas y a grupos que les han acompañado de una forma u otra durante estos años. La primera colaboración de la noche fue con Arepas, que aparecieron en escena disfrazados, uno de porro, el otro de chivata y, por último, de planta de marihuana para cantar Hey, Babylon.
Hubo también momentos para que Ben Yart cantara parte de sus temas en solitario, como Congelador, Ceros y, más tarde, Mañaneo y Barriobajero, alzando la melenaza que tiene al viento. No sé si fueron las ondas moldeadas a la perfección o la forma en la que el navarro se movía por el escenario, pero todo el mundo perdió la cabeza cantando. Tomaron el relevo Mirua para cantar juntos Basakabi seguidos de Nerve Agent con Hombre clavo para, ojo, después cantar una jota entre Flako Fonki, Olaia Inziarte y Amets Aranguren. Una versión de Adiós, ene esposa del reconocido grupo Oskorri que los tres entonaron de una forma delicadísima. Este esquema, el de tramos separados por canciones populares vascas, se repetiría más veces con Agur Xiberua, de nuevo, de la mano de Flako. Lo que reafirma el peso que la tradición musical euskaldun tiene en Chill Mafia, a la que consideran pareja a sus propias canciones y viceversa (lo siento, pero estos ya forman parte de los libros de historia).
Si digo “Muevo el culo y gora *TA”, cual perro de Pavlov, espero que estéis salivando Barkhatu por la boca. Hofe se unió para cantar con todos ellos una de las mejores canciones de su repertorio. Una canción que, al igual que cuando La Zowi dice puta desinflando de este modo el contexto peyorativo del término, la alabanza popular a la banda terrorista pierde fuerza y pasa a ser otra cosa. Algo que quizá nos sirva, de una vez, para reírnos un poco de nosotros mismos en este territorio y desprendernos de aquello de lo que nuestros padres no pudieron tan fácilmente: el peso de la historia. Y no, no me refiero a olvidar lo ocurrido, que “te conozco, bacalao, aunque vengas al pil pil”.
Los siguientes en subirse fueron Toc acompañados de Juanjo de Ezpalak para poner, por sorpresa y sin aviso, la nota efímera de rock a la noche y luego dar paso a Bedeinkatua por la que todavía le están pitando los oídos a Kai Nakai. Se unió Euskoprincess en el escenario con Dick Pick con Ben Yart y El Moto y la Mota con Kiliki, La Txama tomaron el relevo después con Musa 13 y Nueve Desconocidos y Hofe se unieron para cantar Gremlin. Puede ser que una se quedara afónica destripando (eso no era cantar) 2 esku 2 laban y El Xokas junto a Hofe y Kiliki.
Arrancaron el último tramo del concierto con La Txama de nuevo y Mus corrido, ídolo caído, que sigo pensando que es la canción que explica el porqué de su separación; No sé k me pasa, que puede ser que causara varios esguinces de tobillo en el pogo que se montó; Merezi ote, y acabaron con 31014 en un ‘agurra’ final a ritmo de dub.
Lo único, una cosita, que si pensabais que este iba a ser el último concierto de Chill Mafia es que sois unos pobres inocentes y no conocéis lo suficiente al grupo. El punto final será, en principio, este viernes 4 de abril en el Dabadaba, ya sabéis, la deuda con Last Tour hay que saldarla como sea (o no, también te digo).





