Solo son tus hormonas. Eso se dirán todos los paseantes que en este parque de las afueras de Madrid se cruzan tumbado en el césped, entre sexy y soñoliento, a Ben Yart. La última sensación de la música urbana es parte meme (su cuenta de Instagram, @solosontushormonas, es una mina de shitposting) y parte genio, pero empieza a cansarse de lo primero. Entre la hierba caliente y un enorme edredón, el navarro se gusta: “Si con todas estas fotos me preguntan si me interesa la moda, voy a decir: no, pero yo a ella sí”.
Entrevista extraída de ACERO vol. 6, publicada en noviembre de 2023. Hazte con tu copia aquí.
Con Popper (2023), Ben Yart se autoproclamó entre risas el creador de la cumbia española. Después de una ristra de singles anfetados (Barriobajero, lo más exitoso de La Vendicion Vol. 1, es suyo)y todo un álbum sobre el dinero como trauma, el cantante se ha construido a sí mismo un paseo de la fama delirante y privado, desde donde ejerce de solitario ideólogo. Imparte lecciones para una cierta rama de la música urbana estatal que no está necesariamente empeñada en hacer las cosas de otra manera, pero sí muy aburrida de oír lo mismo de siempre. Es un título extravagante para un inventor triste. En lo alto de su radicalidad tiene la soledad por castigo, porque un personaje tan único como el suyo trae esa otra parte de maldición. Pero también es una soledad buscada: tiene a mil doscientos de sus fans bloqueados en Instagram. Y arrastra el dedo para demostrarlo por una interminable hilera de súbditos en la lista negra de su pantalla, mientras terminan de ponerle la melena larga y oscura a punto para la sesión. Lo está disfrutando.
¿Cómo te sueles sentir con estas cosas?
Bien, muy guapo.
En el rap siempre hay un rollo de vanidades, de egotrip, pero tú me das más vibra de coqueto. ¿Te sientes así?
¿Coqueto y egotrip no sería lo mismo?
Algunos cantantes de música urbana transmiten un rollo de ‘soy el mejor’, pero en ti tiene un giro también de ‘soy el que más guapo se ha puesto’.
Sí, la verdad es que sí.
¿Lo haces a propósito?
No es que me vea el más guapo ni nada, pero me gusta ponerme guapo. Cuando me pongo, ¿eh? Normalmente voy hecho un trapo. Pero sí que soy muy coqueto. De hombres, seguramente el que más. Igual Sen Senra… Sí, Sen Senra y yo.
Hay un canal de entrevistas que tiene puesto en su bio: “Charlas de bar con raperos, drilleros, reggaetoneros y Ben Yart”. ¿Tú te sientes así de único?
Como me conozco a mí mismo mucho, pues sí. Imagínate que tú escuchas mucho rap: a cada rapero lo notas superdiferente, porque los conoces más, pero a tu abuela le suenan todos igual. Pues yo, como me conozco un montón, me veo superdiferente de todos. Pero no sé, supongo que todo el mundo se sentirá un poco así.
¿Tiene su parte buena y su parte mala la diferencia? ¿Te sientes solo en la escena?
Qué va, no. Si yo me llevo con todos.
¿Y a nivel musical?
A nivel musical, siento que yo podría entrar en el tema de cualquiera, pero cualquiera no podría entrar en mi tema.
En un comentario te pusieron una vez algo como: “Ben Yart es Estopa de nuestra generación”. La comparación tiene más miga de la que parece.
Es un halago, seguro. Tienen himnos, es como música de la calle pero sin ser el matón.
También estáis conectados por lo de la periferia. En tu carrera y en la de Chill Mafia (con quienes posó para ACERO Vol. 4: “Somos los tíos con más TDAH de toda España”) hay ese componente de música urbana que no necesariamente es siempre urbana o de las capitales.
Es que yo no hago música urbana. O sea, sí la hago, porque algo hay que decir que haces. Pero mi música no tiene por qué ser de la urbe. Es que eso ya… Sí, no es música del centro de Barcelona.
¿Cuando empezasteis en Pamplona tenías también esa sensación, como de que ya estaba todo un poco más diluido y no había que estar esperando a que viniera la movida de Madrid?
Me daba igual todo. La gente que está tan preocupada por el panorama y esas cosas… A mí me da bastante igual lo que hagan los demás, lo que me guste lo escucho y ya está, pero nunca he necesitado que exista no sé qué para hacerlo o para no hacerlo, ¿sabes? O porque esté de moda algo. La música urbana he empezado a conocerla en los festivales, porque conozco a los artistas de tú a tú, me caen bien y ya, cuando hablan de ellos, no se me va la atención. Entonces, me voy enterando un poco de lo que existe, pero no conozco a nadie.
Hablando de la Chill Mafia, ¿es a partir de integrarte con ellos que te empiezas a tomar tu carrera de otra forma? Porque tu Spotify empieza en Mañaneo, de 2021, donde ya aparecen de fondo algunos de los miembros, pero tienes bastantes temas anteriores desperdigados por Internet.
Sí, pero no por ellos, sino porque en relación a ellos me empieza a hacer caso más gente.
¿Pero recuerdas haber tenido ese pensamiento de que quizá tocaba empujar un poco más?
No recuerdo yo mucho nada de mi vida, pero supongo que sí que hubo un momento en el que dije, va, voy a dedicarme a esto.
Por aquella época, más o menos, es también el lanzamiento de Pitxu en casa.
De ese momento, por ejemplo, sí que recuerdo un poco el querer hacerle un videoclip bueno, un lanzamiento que justo fuera el 7 de julio… Creo que fue por ahí.
Era un EP con un tema muy, muy claro.
Sí, tiene un lore muy guapo. Coincidió con el 7 de julio de los no Sanfermines (los de 2021, que no se celebraron por la pandemia de la covid-19). Como Pixtu en casa va un poco de eso, de no tener donde ir cuando consumes, era muy simbólico.
En él hay una historia más tuya, personal, pero luego también un reflejo del cortocircuito mental que fue aquella época para los jóvenes y su cultura. ¿Cómo trataste eso?
De estar ahí, de haberlo vivido. Yo no me siento a hacer artículos de opinión. Esos días me hacían sentir que quería hablar de eso, porque era lo que era, pero no lo haría ahora. Simplemente estaba ahí y pasaba eso. Cuando hago un tema no pienso de qué hay que hablar. Son las cosas de mi día a día las que me motivan a decir algo.
¿La sesión de Gallery fue otro punto de inflexión?
Yo no me di cuenta, pero seguramente sí. Noté más La Resistencia, que me empezó a reconocer gente por la calle. Del Gallery noté más gente que igual al decir algo bueno de mí no tenía que decir antes “en verdad…” o “no irónicamente…”. O sea, hay mucha gente que para decir algo bueno de mí tiene que decir “en verdad, el Beñat no es tan malo”, no pueden decir “es bueno”. O no pueden decir “yo le escucho”, tienen que especificar: “Estoy empezando a escucharlo no irónicamente”. Y a partir del Gallery pasó menos. Eso sí lo noté, el tomarme en serio un poco más.
¿Crees que tiene que ver con el papel que juega el humor dentro de tu música?
En mi música no meto tanto humor. En las redes y eso sí, en mi día a día soy un poco así.
Yo sí tengo la sensación de que en tus canciones, aunque no son de coña, hay una cierta forma cómica de escribir.
Alguna sí, pero… (Silencio sepulcral).
¿Y crees que eso es lo que genera esa especie de distancia, que la gente se acerque a tu movida desde la ironía?
Ahora mismo pienso que lo que les pasa es que no les da, pero es una flipada momentánea. Será lo que tú dices, seguramente.
¿El Gallery fue también un punto de inflexión en términos de empezar a pensar tu música como performances más visuales?
No. Sí que coincide en fechas, igual, pero eso vino más de empezar con la chavala con la que estoy ahora y de vivir en la casa donde vivo, que una hace uñas, la otra es maquilladora y el otro es diseñador. Es una casa donde se habla mucho de eso y yo lo vivo más.
¿Y te influye tenerlo cerca en el día a día?
Imagínate: si yo te digo ahora mismo una frase muy larga de química, por decir algo, va a haber varias palabras que no conoces y vas a pasar de la frase. Cuando va habiendo más palabras que conoces, pues atiendes más. Y me ha pasado eso con todo esto de la imagen. Estoy saliendo con gente que se pone muy guapa, eso me influye positivamente.
En el making of de aquella actuación contabas que habías pensado en llevar algo más complejo, apareciendo con una guitarra o algo así, y decías que era por una necesidad de demostrar.
Puede ser, no sé, son teorías. También igual era porque me había comprado una guitarra de mil setecientos pavos y la quería rentabilizar.
¿Y por qué finalmente decidiste tirar por otro lado?
Para hacerlo más fácil. O sea, para no morirme. Igual sí que fue eso, ayer me preguntaron si tengo un talento oculto y dije la guitarra. Igual sí que era un poco de “eh, que yo toco la guitarra, miradme”.
Poco después de Ceros, el single, llegó Ceros, el disco. ¿Cómo fue enfrentarte por primera vez a la construcción de un álbum con un concepto?
Me coincidió con que tenía muchas canciones que iban por ahí porque estuve obsesionado con eso. Y por copiar a Rosalía, también. Me gustaban mucho los análisis que se habían hecho de El mal querer y eso. No me quería rayar tanto, como con capítulos y tal, pero sí.
¿A qué te refieres con ‘eso’? ¿Obsesionado con qué?
Estaba muy obsesionado, tenía un conjunto de temas y era la hostia para sacarlo justo después del Gallery. Me gusta Yung Beef en ese sentido, que saca mixtapes y como que entiendo por qué ha juntado esas canciones.
El tema del disco es la clase social, que al final es central en, bueno, ya no sé si decirte música urbana, la escena o… la gente con la que te ponen en los festivales, vaya.
Muy buena, sí. La gente que está a mi lado en Spoti.
Pues en la música de muchos de ellos el tema de la clase, las diferencias sociales y el dinero es central, pero el disco le daba una visión especial. Como muchas caras: Ceros habla de la okupación o de no tener una casa, pero también de pasear al perro por el barrio y notar el rechazo de según qué gente…
Sí, pero quería dejar claro que yo también rechazo a gente. En el disco hablo de que viene gente a pedirme en la calle y me siento un pijorro. Pienso, pffff, tira de aquí, trabaja. Me salen cosas como de pijo. Creo que no le he dado dinero a un pavo de estos que pide en años. Entonces, tampoco es un disco de ‘putos pijos’, es más un disco de cómo tener o no tener en equis situación influencia en tu toma de decisiones y en tus relaciones. O sea, lo que es un pobre para alguien es un pijo para otro. Y los pijos están en el campo de golf y llega no sé quién, que es más pijo aún, y le comen todo el ojete. Y él los ve y dice, a ver qué me van a pedir.
Al final, se enfoca más como unas coordenadas mentales, un estar programados para pensar que alguien es menos o más que tú…
O que alguien quiere algo de ti.
¿Lo notas mucho dentro de la escena?
Ya no tanto. Esos días me obsesioné con eso, se me fue de las manos un poco. Tampoco es todo eso.
Pero sí que estuviste muy metido en el tema por aquella época.
Es como el día que descubres una palabra y la ves en todos lados. No acababa de descubrir que existen las relaciones económicas, pero me dio una obsesión ahí con que eso era todo. De repente le digo a uno que no tengo suelto y digo, hostia, soy un pijo.
¿Qué pasa con la cuenta de Twitter? (La embajadora de Beñat en la red social –ahora X– es una cuenta de admiradores llamada Ben Yart Fan Account. Si la gestionan fans reales o es él mismo quien está detrás de la pantalla es uno de los enigmas más divertidos del panorama).
Está chula, es humor.
¿Crees que tienes una relación con los fans distinta a la de otra gente de tu mundillo?
Me dan menos miedo.
¿A otros les dan miedo?
Sí, miedo, pereza… También les entiendo. Hay épocas en que me dan más pereza. Ahora es como que digo, cabrones, son to graciosos. Pero bloqueo, bloqueo un montón.
No, si ya te he visto.
Antes he puesto no sé qué y me dice uno: “¿Pero el litro es tuyo o no?”, que es una frase de una canción mía (de Mañaneo: “El porro es de todos (…) pero el litro es mío; respeta mi dosis, es sagrada”). Pum, bloqueado. ¿Qué me estás hablando ahora de una canción mía, que para empezar es de hace dos años, como si me estuvieras diciendo que no me escuchas, que solo ves en mí…? Bloqueado. O me ponen: “Regálame un videosaludo, que soy pobre”. Bloqueado. Tampoco es que hayan hecho nada malo, pero no te vas a morir porque te bloquee, entonces fuera.
Tienes ese otro lado de creador de contenido.
Sí, me encanta.
Y generas una comunicación especial con la gente, que no solo recibe canciones de ti.
Es que ellos también hacen gracia y tienen capacidad de aportar a mi broma del momento. Y el que no, bloqueado. Es como si yo fuera un profesor y alguien interrumpe la clase para decir algo. Si es genuinamente gracioso, pues le doy mi sonrisa. Pero si ha interrumpido para decir una chorrada, es como, vete fuera de la clase un momento.
Después de Popper, tus nuevos temas van a avanzar un poco hacia la electrónica. ¿Qué te interesa de esos sonidos?
Cuando sales de fiesta suena más techno. Cuando sales de fiesta-fiesta, porque son muy diferentes la fiesta del pachangueo y la fiesta de la música electrónica. La música electrónica es más a lo tuyo. A un sitio donde ponen pachangueo vas más a mirarte, a ligar, a socializar. Y lo próximo tiene más sentido con música electrónica. A mí siempre me ha gustado la electrónica, con dieciséis años pinchaba y tengo algún tema de 2015 en Soundcloud en el que rapeo sobre Paul Kalkbrenner y peña así.
Y a nivel de público, cuando ya tengas esas canciones, ¿crees que se creará ese otro rollo en los shows?
No sé, a mí el rollo de mis conciertos me pilla muy de sorpresa. Si viene a verme algún amigo mío, le pregunto, oye, ¿cómo es la gente, cómo los ves, quiénes son? Yo no sé nada.
¿Porque cuando estás arriba te concentras en actuar?
No, porque no puedo verles. Tendría que disfrazarme y entrar a ver.
¿Crees que hablar tanto de drogas te ha encasillado un poco?
Sí, pero todo lo que haces te encasilla.
¿Y esto en concreto?
Si hay un hueco ahí de gente que no puede hablar de eso, pues mejor para mí. Ya hablo yo.
Tengo la sensación de que todo el mundo ha visto una ventana abierta para preguntarte cosas sobre el tema.
Sí, total. ¿Sabes lo que me pasa con las entrevistas? De verdad que no lo hago queriendo, pero siento que os vacilo. Me pasa que soy muy cambiante con mi manera de pensar y de ver las cosas, y tengo muy mala memoria. O sea, no me acuerdo de por qué hice algo ni de qué pensaba cuando lo hice. Siento que cada día digo una cosa, pero no lo hago queriendo. Me autointerpreto, interpreto lo que querría decir.
En la música urbana es un tema muy presente, pero tengo la sensación de que a veces lo está como un fetiche: hablar de drogas por hablar de drogas. Y de que tú, en cambio, lo sueles utilizar como punto de partida para contar historias.
Buah, ya ves. Cuento cómo funciona una relación económica y estoy hablando de compra y venta de droga, por ejemplo. Drogolegas va de esos sentimientos de desconfianza hacia todo el mundo: naces solo, mueres solo y ese puto rollo. Luego también es que lo de que cambie tanto de manera de pensar es un pro. En las entrevistas me jode porque igual es un poco frustrante para vosotros, pero en la música está guapo porque yo, por ejemplo, no estoy en plan Drogolegas ahora mismo. Tengo un montón de amigos. Si mañana entrara en la cárcel, harían cola para ayudarme. Me ayuda gente todos los días. Pero cuando hice Drogolegas estaba emparanoiado, en un modo en el que tú mismo das mucho asco y entonces la gente no quiere estar contigo. Estaba como en ese mood. Mi música no es una tesis, es una sensación.
Al mismo tiempo, he visto poca gente con cara de estar más aburrido que tú en el Gen Playz al que te invitaron para hablar de MDMA. ¿No te interesa hablar de la droga en esos términos que planteaba el programa, más políticos o sociológicos?
No, pero entiendo que se haga y mola. O sea, lo de la prevención de daños me parece la hostia. La gente choca con eso porque piensa que están incitando a la gente a drogarse, pero no es verdad. Por poner un ejemplo superfácil de aceptar: cuando está la heroína en los ochenta, una vez se empieza a hacer prevención de daños y a explicar que si tú te chutas con la chuta de otro te puedes pasar el SIDA, eso reduce la gente que está pillando SIDA y no estás incitando a la gente a chutarse. Entonces, todo eso está bien, pero yo sentía que estábamos hablando de algo de lo que yo ya estoy graduado, ¿sabes? Pero está bien que los chavales lo escuchen.
Sobre esto, recuerdo que una vez contaste que la canción Dónde está Wifly? (2003), de SFDK, te había influido a la hora de ver el rap como un sitio donde también se pueden contar historias.
Había muchas canciones entonces que eran rollo: “Mira qué capacidad tengo de hablar métrica y rítmicamente”. Y para mí eso ya estaba superado. Las cosas hay que crearlas. Ya se había creado la capacidad de hablar rítmicamente y a mí ya no me está aportando nada que hagas una canción donde solo hablas rítmicamente. Yo ya soy capaz de, hablando rítmicamente, contar algo, y también de hacerlo melódico. Y por ‘yo’ quiero decir mi generación. Entonces, esa fue una de las primeras con las que dije, qué guapo, esta canción habla de esto y lo hace guay. También me hacía gracia porque uno de mi barrio se llamaba el Mofly, pero él ha acabado superbién.
¿Crees que ahora hay más de ese gusto por el storytelling en las canciones?
No es que haya gusto, es que ya está superado el: “Mira, sé rapear”. Todo el mundo sabe rapear. Ya no se busca eso y salen cosas más interesantes.
¿Y los conciertos con banda? ¿Qué querías aportar cuando te planteaste empezar a hacer ese tipo de shows?
Bueno, se me da bien. También he tocado en bandas y sé que me adapto de una manera muy guapa a la base. Cuando haces música con el ordenador, cada elemento va justo en el tiempo, de manera matemática; tienes unas rejillas, así que sale música más cuadrada. Que está guapo, con el trap si no fuera cuadrado no encajaría todo. Pero hacerla con la batería es distinto, y echaba de menos también ese rollo porque sé seguirlo de manera muy guapa. Ese fue el motivo. Era eso o llevar coristas.
¿Coristas? ¿Lo llegaste a probar?
Sí, pero conocí a Andrés, que es el que ha hecho la base de la batería del Gallery, y me moló mucho su rollo. O sea, el género en el que estoy sonando ahora es más porque me ha gustado él y él hace eso, no porque me guste el género en sí y me haya buscado a uno que lo haga.
¿Ahí hay un poco de esa tensión de la que has hablado alguna vez entre el no hacer las cosas muy en serio, aprovechando lo punki de la espontaneidad, pero luego querer currarte mucho los detalles? Es un término medio complicado de manejar con una banda en directo. Alguien se puede ir de tiempo o…
Y se van, se van. Ahora los estoy grabando por pistas y madre mía, se van a tener que poner las pilas, te lo digo en serio. Pero sí, está guapo. Es muy espontáneo. Lo que pasa es que me tienen que pillar también. Lleva su tiempo.
Cuando empezaste con la banda hubo un concierto problemático: el del Bilbao BBK Live. (Después de continuados fallos técnicos, Beñat apareció llorando en una entrevista con Mondosonoro por el mal resultado de la actuación: “Yo quiero ser un deportista de élite, no un deportista que lo hace muy bien para ser paralítico”). ¿Te acuerdas de aquella sensación de frustración, de haber intentado hacer cosas nuevas y que no salieran?
Sí. En ese momento estaba un poco volado.
No todo el mundo en general, y mucho menos en este mundillo, estaría dispuesto a mostrarse vulnerable de esa manera.
Ya, está guapo porque yo me preocupo un montón por cómo lo hago y lo que doy. De hecho, tuve dos entrevistas seguidas. Intenté llorar en la primera y no me salió, me quedé con toda la impotencia. Y en la segunda ya sí.
¿Te parecía importante también romper con ese rollo que comentábamos de la vanidad y de proyectar victoria todo el rato? También hay veces en que las cosas no salen.
Sí, la verdad. De esa entrevista, me jode un poco que al día siguiente ya lo tenía superado. A los cinco minutos. Fue un festi de la hostia, me pegué un fiestón del copón y, para cuando salió, la gente me consolaba. Que les entiendo, porque ellos lo acababan de ver. El cerebro humano no está hecho para verte en grabaciones y entender que eso fue hace un mes, pero me venían a consolar y pensé en pedir que la quitaran o que pusieran en el titular que fue tantos días antes. No me consoléis.
¿Crees que haces canciones tristes?
Sí, muchas veces sí. Me parece una bomba compactar todos los pensamientos tristes que he tenido a lo largo de mucho tiempo y hacer tres minutos de pura pena. Aunque también soy capaz de meter todo lo feliz. Me gusta hacer bombas.
Mi sensación es que en muchas canciones tuyas que parece que van de otra cosa, como de consumir speed, a veces hay un fondo muy triste.
Claro, es que en verdad igual no van tanto del speed. El speed es parte de la fotografía. Había speed en una historia triste. O había speed en esa historia alegre, también me pasa. Había speed.