Teníamos muchas, muchas ganas. No hay otra forma de empezar. Tras la publicación de la editorial Ecos del Norte y los miles de comentarios en redes avisando de que asistirían al festival, era imposible no aguardar impaciente al 24 de agosto. Y ahí estábamos, un jueves en mitad de la naturaleza, rodeados por ese paisaje tan imponente como prometido. Por fin había llegado el Riverland Fest 2023. Lo sabemos nosotros, y también lo saben los más de cincuenta y dos mil asistentes que acudieron.
Un sol excepcional nos daba la bienvenida mientras la rabia y el talento de K1ZA abrían los conciertos programados para el primer día. Pero fue Gloosito, Baby Pantera y toda la CTDS quienes dieron el verdadero pistoletazo de salida a la noche. El cartel de Villalba al completo congregaron por fin a los miles de asistentes que coreaban himno tras himno, desde el más reciente As Bestas hasta clásicos como Paco de Lucía. “No le deis dinero a las farmacéuticas, esa gente no se preocupa por vosotros”, concluía Gloo.
La energía de Faxu y la aparición de Nevo Ángel continuaron la noche, seguidos por un muy esperado Raul Clyde (que sacaba EP semanas antes). Poco después tuvimos, casi seguidas, las actuaciones de dos de los secret guest del cartel: Orslok y Midas Alonso. Un bocadillo con patatas fritas más tarde, estábamos listos para la racha final: L’Haine, Nickzzy, Keo y WE$T DUBAI (nuestro favorito). Black Sapphire cerró la noche con toda la potencia de la escena asturiana desde los platos de DJ.
Viernes por la mañana y el cartel se anunciaba muy, muy duro. No hacía falta más que pasear unos metros por la zona de descanso o de glamping para escuchar los “hoy es Cruz Cafuné”, “Abhir promete, saca disco en breves”, “es el único festival donde actúa Dano en todo el verano”. A ninguno le faltaba razón.
El bolazo de Abhir será recordado por siempre como uno de los mejores de toda la edición. Una energía frenética, explosiva, que no decayó ni un minuto y llegó a su culmen cuando el artista cantó Brown Boy Bounce. A la par, en el escenario de El Valle x Cacique, un Dano recién bajado del avión regalaba su exquisito rap melódico a pesar del cansancio.
Lo que fue Cruz Cafuné sólo lo sabe quien lo vivió. Tal era la pasión que el público sentía hacia quién unos meses atrás publicaba Me muevo con Dios, que el canario tuvo hasta que detener el concierto por la caída del antiavalanchas. No os preocupéis, ningún herido. Un espontáneo disfrazado de tiburón cerró el concierto cantando Mina El Hammani junto a Cruzzi, y vivió el sueño de todos en directo.
No solo se cayó el antiavalanchas. Nuestro queridísimo Soto Asa, cómo no, tropezó en mitad del escenario y nos regaló uno de los momentos más icónicos del festival. Los memes no han parado de sucederse desde entonces. “Penalti, penalti”, decían sus compañeros desde el escenario mientras le ayudaban a levantarse. Y aun así, el ceutí aguantó el bolo hasta el final con todas las ganas. Al día siguiente subió una historia con una venda. Soto, de verdad, te queremos tanto como tú a nosotros.
Sábado, último día. Y siempre dicen que el último es el más fuerte. Esto no se debe solo a la presencia de otros grandes en el escenario (Yung Beef, Sticky M.A., Leïti, Ben Yart o Juicy Bae). También se debe a la energía del público general, endemoniado en un conjuro trapero cada vez que aparecían sus artistas favoritos en el escenario. A pesar del clima y las lluvias, los fans estuvieron al pie de cañón como soldados en una batalla en pos de celebrar el increíble panorama de la música urbana actual.
Jóvenes promesas como Rorro o Simona pusieron la energía a punto. Las primeras gotas empezaron a caer con Ill Pekeño y Ergo Pro, que calentaron al público para luego actuar seguidamente en el escenario de El Bosque x Elfbar, donde ocurría el concierto de Elio Toffana. Conciertazo. Todo el pelotón de Mécèn encima del escenario mientras diluviaba y a nosotros nos daba muy, muy igual. Tras él, una de las reinas argentinas salió al escenario con un confesado jet lag. Saramalacara dejó tras su paso pogos, gritos y algún que otro trago de Hennessy.
El concierto de Leïti fue curiosamente bíblico, inesperadamente apocalíptico. Como Moisés abrió las aguas, Leïti con su aparición despejó las nubes y volvió a brillar el sol. No es coincidencia que la especial magia del catalán influya tanto en su público como en la meteorología. De su último disco, sonaron hits como 5:05 pm, H20 o Apocalipsi, a quién se unió la Reina del Sur. La mismísima Zowi, que también había cantado el día anterior.
Como una transición perfectamente estudiada, Sticky M.A arrancó su jugada acompañado de Leïti. Y juntos volvieron a hacer llover con Bajo la lluvia y 2XP. Si algo ha quedado en la memoria de todo el Riverland son los espaciales pogos de este concierto. Bajo luces teñidas de verde, corazones rotos y mucho polvo en el ambiente, cantó himnos de la historia de la música urbana como Diablo. Porque todos perdimos el alma aquel día.
Y hablando de almas, no faltaba ni una sola. Nadie quiso perderse el anarquista y diabólico concierto del Lucifer del trap hispano. ¿Quién? ¡Seco Boy aka Yung Beef! Un show que casi rozaba la performance, un manifiesto anarquista. Empezó diciendo que le dábamos igual todos los que allí estábamos y, entre canciones, frases como “nunca voy a ser feliz por mucho dinero que tenga” o “a tu padre también me lo he follado”. Entre medias, Hakim, gritando “DROGADICTO” y los coros al final de cada frase. É-pi-co.
Tres últimas menciones antes de despedirnos: Juicy Bae, con todo el arte desde Sevilla, única en integrar sus raíces flamencas con el sonido trap más internacional. Ben Yart, espléndido sobre todo en su entrada en la que sonaba BBTrickz y se tiraba una botella entera de agua encima mientras le tiraba beef a Rosalía. Se marchó del escenario agradeciéndole a un árbol haber permanecido allí mientras duró su concierto. Y Kabasaki, cerrando a todo trapo con sus imaginativas mezclas la que estaba siendo una de las mejores experiencias del verano.
Volveremos. No hay otra forma de acabar.