Normalmente empezaría hablando de lo que es una supernova y todo ese rollo, pero me interesa más la forma que tiene Ralphie Choo de abrir este disco. Juan Salvador Gaviota es también el título de una novela de Richard Bach en la que una gaviota personificada se cuestiona su existencia y función dentro de su bandada. Fuera de su faceta artística, en su día a día Ralphie también se llama Juan. El artista se nos presenta como esta rara avis que vuela alejado de su bandada (la industria y el mainstream), y emprende este viaje de introspección.
A lo largo de los primeros dos temas nos acompañan unas campanitas que parecen sacadas de Me and your Mama, de Childish Gambino. Nos introducen a esta fantasía a la que estamos a punto de entrar. En NHF, el segundo track, Ralphie empieza a hacer de las suyas y a colar sonidos extraños para luego meter un breakbeat en los últimos compases del tema. La tónica del álbum va a ser esta, el cambio constante. Todas las canciones tienen algo que te pierdes si la saltas antes de que termine, siempre hay algo original y sorprendente esperando a la vuelta de la esquina.
Realmente hay varias canciones que conocíamos ya. Son los singles que ha ido lanzando en los últimos meses. Empezando por Bulerías de un caballo malo, junto a Voycontodo e incluso Tangos de una moto trucada, la cual solo habíamos podido escuchar en formato A Colors Show. Me parece que estos adelantos no podían estar mejor escogidos. El resto de canciones son algo más personal y profundo, y sirven para vertebrar el proyecto y dar espacio a estos temas de los que venimos hablando. Tal vez por eso, para muchos, no va a ser lo que esperaban, pero por eso está ahí Whipcream, junto a Paris Texas, un banger absoluto para continuar con esa tónica desenfadada y aleatoria.
Y es que los temas son difíciles de comprender, muchas veces incluso cuando llegas a entender lo que dice aparentemente son ideas sueltas que va lanzando al oyente. Las letras oscilan entre el español y un inglés que suena distante y lejano, pero a la vez extrañamente íntimo. Tal vez esto es como aquella frase de Tenet y no va tanto de entender sino de sentir. Me recuerda a aquella escritura automática que cultivaron los autores surrealistas en la primera mitad del siglo XX. Ralphie Choo es un surrealista en esencia. Lo suyo acaba siendo subconscientemente brillante, pero aunque dé esa sensación, es completamente intencional. Da igual cuantos accidentes haya mientras te enfrentas al DAW, porque todos los resultados se acaban convirtiendo en una pieza más de tu obra.
Al no entender las palabras hay que sentir a través de la música. Creo que era Ortega y Gasset el que decía que pensar que la palabra es el medio definitivo para comunicarnos es un error, porque esto siempre implica salvedades. Este es el cariz ilusorio del lenguaje, y para eso está la música en parte, para sacar fuera lo que no podemos expresar con palabras. Paco de Lucía tocaba la guitarra sin cantar y lo mismo pasaba con Bebo Valdés y su piano. Pese a esto, todos sentimos la intensidad de los sentimientos que querían transmitir. Por eso es lícito emocionarse con el piano de Bó, porque Ralphie es de esos pocos que se sigue expresando (principalmente) a través del sonido.
Lo de las colaboraciones aquí es para estudiarlo. Tenemos nombres internacionales como Mura Masa, Paris Texas, o Wet, pero también hay presencial española. Nombres como Mori, Abhir o Rusowsky están escogidos a la perfección. Todos encuentran su hueco y ninguno desentona dentro del conjunto, sino que lo potencian. Otro de los nombres es Drummie, que ha coproducido junto con Ralphie gran parte del disco. Por lo que dejan ver en redes estos dos productores son también grandes amigos, tanto dentro como fuera del estudio. Este es el resultado de dos mentes inquietas que se comprenden y complementan a la perfección, y ese es uno de los mayores regalos que puedes tener en esta vida.
La variedad de sonidos es acojonante. Entre ellos me gustaría destacar los ritmos más flamencos que usa en Bulerías de un caballo malo o Tangos de una moto trucada. He de confesar que me esperaba que Beso bruma fuese un corrido como si se tratase de un primo perdido de Peso Pluma, pero también es un acercamiento a este neoflamenco al que sabe aportar este toque tan característico suyo. Otra de las paradas obligatorias es Supernova. La canción que comparte nombre con el disco tiene un aire confesional acompañado por un órgano de fondo que va in crescendo junto a la voz de Abhir según el tema se acerca a su final. Es una canción con una energía muy especial y bonita que aporta aún más matices al conjunto.
Como ya sabréis, una supernova es la explosión de una estrella al final de su ciclo vital. Un último aliento lleno de luces y colores. La intensidad de la explosión de este disco es la misma, pero aquí, lejos de anunciar el final, marca el principio. Supernova es el lanzamiento al estrellato de Ralphie, pero tal vez esta explosión se debe a que es una estrella que ya nace muerta, condenada por ser distinta y brillar de una forma singular. Pero no creo que sea el caso. Lo diferente tiene la capacidad tanto de extrañar como de sorprender, pero en cualquier caso, te quedas mirando. Si era lo que pretendía, Ralphie ha dado en el clavo, y nos tiene a todos expectantes admirando la belleza de esta explosión brillante y vivaz.
Track favorito: Supernova ft. Abhir Hathi.