En muy poco tiempo, Ralphie Choo se ha convertido en uno de los artistas más prometedores de la escena musical española. Rodeado de misterio pero también de amigos talentosos como Rusowsky o Drummie, el madrileño publicaba el aclamadísimo álbum Supernova por allá en septiembre, y desde entonces no ha parado de cosechar buenas críticas (la de Pitchfork incluida), ganar nuevos adeptos, y colgar el cartel de sold out en los conciertos que anuncia. Precisamente hemos estado en el primero que daba en La Nau de Barcelona, donde ha demostrado por qué se le está consagrando como una de las nuevas voces a escuchar.
La expectación para verle era máxima, y ya en la cola se notaba: la chavalada estaba que temblaba ante la perspectiva de ver a Ralphie Choo, una rara avis (muy rara, además) en el panorama actual. Antes de publicar su álbum debut, tenía tan solo una fecha anunciada en Barcelona para cerrar el año, pero el exitazo de Supernova obligó a la organización a anunciar dos conciertos más, cuyas entradas volaron al segundo.  Lo mismo en Madrid, donde actuará tres veces en febrero. Pero bueno, como no podía ser de otra forma, nos hicimos con una y allí que hemos ido a verle.
El concierto ha arrancado fuerte con uno de sus temas más famosos, y que ya había lanzado como single en 2022: Bulerías de un caballo malo. Obvio, el público ha enloquecido al momento. Su voz y presencia casi místicas, entre cantando y tocando las palmas, los sonidos inclasificables de sus canciones y Drummie a los platos tirando las bases completaban la escena. Ha seguido con Beso bruma, un tema algo más tranquilo, aunque Ralphie no ha dejado de moverse por el escenario conectando con todos los allí presentes. Esa bajada de intensidad servía de preludio a Total90Nostalgia, con la que se sentaba al piano y nos dedicaba uno de los momentos más íntimos de todo el concierto, seguido por Tangos de una moto trucada, con Drummie tocando la flauta travesera y encendiendo al público otra vez. “Uh, no pare, está la calle que arde”, coreábamos todos.
Esta tónica de contrastes se ha repetido a lo largo de la hora escasa que ha durado el concierto: momentos más íntimos frente al teclado en temas tan sensibles como Santo Ângel contrapuestos a canciones como Máquina culona (su tema con Mura Masa), uno de los himnos más coreados por el público y, por supuesto, Gata, con su amigo y colaborador Rusowsky –algunos esperábamos verles juntos en el escenario, pero no se ha dado el caso–. Pero el momento apoteósico ha sido el cierre con Valentino Rossi, un tema anterior al álbum que le ha puesto en el mapa mundial, y que ha desatado la locura en La Nau. Un broche de oro perfecto a un concierto que de bien seguro marcará historia en su prometedora y brillante carrera.
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