Hay veces que hay que parar para seguir avanzando, para llegar a donde quieres llegar. Vísteme despacio que tengo prisa, que decía mi madre; o da un paso hacia atrás para dar dos hacia delante, que le puede ser más familiar a otros. El refranero español es sabio, y sobre esto tiene una larga lista de opciones. A Quevedo no sé cuál de estas quotes se le quedó marcada en su infancia, pero seguro que entendió la importancia del mensaje hace casi dos años. Ya está de vuelta para cobrarse las dos zancadas que le debía la vida.
Buenas noches es el resultado de esta espera. Oficialmente, el título hace referencia al momento después de que el artista dé las buenas noches a sus seres queridos, pero en un segundo plano también alude al momento que está viviendo. Si Donde quiero estar acababa con la ansiedad que le provocaban los cambios bruscos que ha tenido que vivir, ahora parece todo estar asimilado. “Es un disco que explica mi nueva forma de vida”, dice en la nota de presentación,  y cuando explicas algo al mundo es porque ya lo tienes superado. Ha entendido que, aunque la industria tenga mucho que ver con las alfombras rojas, es una consecuencia de cumplir su sueño y hay que estar tranquilo, como Michael Jordan en las entrevistas.
Desde esa tranquilidad y ese bienestar personal ha surgido el sonido del álbum. Lo cierto es que las referencias líricas a este mensaje no son siempre evidentes en Buenas noches, ni la producción del trabajo es precisamente ambiental en este sentido, pero en la actitud y selección de referencias sí que se puede notar su liberación personal. De fondo, se puede apreciar cómo la nocturnidad le ha invadido como musa, y cómo en la reflexión después de medianoche se ha dejado convencer más por la autocomplacencia que por la extra-complacencia. Supongo que cuando te pegas tanto y tan rápido da vértigo cambiar los patrones que te han llevado al éxito, pero es por eso por lo que es necesaria la pausa, para ganar perspectiva.
Lo dicho anteriormente se observa sobre todo en la primera parte del trabajo. En los diez primeros temas se puede ver el gusto por sí mismo que Quevedo ha cogido en este tiempo. Mediante la ‘reggeatonización’ de otros géneros, el artista ha aumentado su catálogo de variedades hacia el 2010. Empezando por Kassandra (focus track de la obra) y hasta Mr. Moondial con Pitbull (una pista en la que se adapta a la perfección al estilo de su featuring), Buenas noches recuerda a los inicios de la mainstrificación de YouTube, a descargarse los temas para el móvil de uno en uno con mp3 Downloader, al R&B de Jason Derulo o al dance radio fórmula con el que nos criamos muchos cuando no se podía conectar el móvil al coche. Me atrevería a decir que incluso, aunque esté más cogido con pinzas, esta primera mitad tiene un ligero y puntual aroma al Cash Money de la segunda década del siglo, a Young Money, a Flo Rida o al movimiento Jerk californiano.
La elección de estas referencias solo la puedo entender como el reflejo de un artista que se conoce más a sí mismo y que desde ese conocimiento puede alejarse de lo que le ha funcionado hasta ahora, sin miedo. Una casi media hora muy disfrutable que rompe algunos esquemas para mi deleite y que da pistas importantes sobre las influencias de su adolescencia. 14 febreros tiene que ser el unexpected hit de este álbum, sin duda, y el junte con Yung Beef en LA 125 es una sorpresa que tiene que agradecer la cultura del urbano nacional.
Como pequeña especulación extra, gratuita, sin importancia, esta mitad da que pensar sobre los ciclos de la música y cómo todo vuelve. De momento, la industria sigue en medio de la ola nostálgica de los 2000. Sin embargo, poco a poco se va viendo cómo la siguiente década mete la cabeza en este péndulo eterno de las modas. Los nacidos en los noventa estamos pasando a la treintena y dejamos de ser trendy. Es la hora de que los nacidos a principios de siglo lleven la batuta. El turno de nuestros hermanos pequeños. Si ya oteábamos la vuelta del 2010 con algún colectivo que otro (NdR: Disobey entre toses), Buenas noches puede ser una estaca importante para asentar el remember del swag.
Volviendo al disco, todo lo que ocurre después de la aparición de Pitbull es más habitual en el canario. El reggaetón quevedesco predomina esta segunda parte, con alguna ruptura que a mi parecer suena a lo-fi playero. La lírica gana en personalidad, es más íntima y storytelleada, sin embargo, va un poco en detrimento de la sorpresa que tanto se saboreaba al principio. Se entiende la intención de bajar los bpms de una obra que venía cargada para buscar que el público se centre en lo que se quiere decir, pero da la sensación que esto hace que se pierda la gran estimulación que provocaba lo anterior. Qué asco de todo, El estribillo y, sobre todo, Buenas noches, son los cortes que más reflejan el estado actual de artista. La última canción es una carta abierta a todo fan, escrita desde una visible sinceridad y admitiendo que su día a día ha cambiado.
Hablando de los fans, ellos son los que tienen que estar más contentos. Quevedo ha vuelto, y gracias a la pausa que se dio, da la sensación de que va a ser para mucho tiempo. No hay despedidas en este tracklist, ni ansiedad en sus letras. Solo está el nuevo Pedro y parece que está muy contento, disfrutando de lo que se ha ganado. Tranquilo entre la multitud, ahora sí. A veces hay que parar para seguir avanzando, y si no te lo crees, Buenas noches es un ejemplo. (Con Buenas noches me refiero al álbum, no al tema, que Quevedo tiene la manía de acabar los discos con una canción homónima y es un lío).
Track favorito: 14 Febreros ft. Sin Nombre.