Nathy Peluso ha tardado cuatro años en publicar nuevo disco. Tras sacar Calambre en 2020 y tener que esperar casi dos años a poder girarlo por salas, la argentina aterriza pistola en mano con dieciséis temas nuevos. Grasa es el nombre de su nuevo trabajo. Grasa, con todo lo que ello signifique para cada persona, pero grasa de esa que no se te quita ni frotando con jabón. Ah, tiene peli incluida. Enjoy, mi gente.
“No me gusta explicarlo mucho porque siento que, precisamente, escogí esta palabra para que la gente eligiera qué meaning ponerle”, decía Nathy Peluso en una entrevista a Efe. Lo cierto es que ‘grasa’ tiene una acepción muy particular en Argentina, país cuna de la artista, pues se emplea para referirse a aquello que se considera vulgar o indeseado. Grasa también es, sin embargo, el resultado de una dura jornada de trabajo como la de su padre, trabajador de una gasolinera, cuyo duro esfuerzo siempre quedaba reflejado en esas manos llenas de aceite, de grasa. “La gorda está triunfando, mami”, dijo Nathy en 2018 en La Resistencia presentando La sandunguera, por todas esas veces que le dijeron que su cuerpo no valía. Grasa, de nuevo.
Nombres aparte, el álbum supone la unificación definitiva de las dos facetas estilísticas de la cantante: el hip hop y la música latina. Desde el principio, mucho antes de que subiera sus primeros temas a YouTube, Nathy Peluso o, más bien, Natalia, daba bolos en hoteles cantando versiones, entre otros, de Frank Sinatra. Entre sus referencias están Etta James, Gloria Estefan o Celia Cruz, es más, Copa glasé ya fue pista suficiente para comprender que parte de su esencia residía en la tierra al otro lado del Atlántico. Ahora, habiendo pasado cuatro años coescribiendo y coproduciendo estos dieciséis tracks que conforman el álbum junto al músico y productor venezolano Manuel Lara, Nathy Peluso dispara al blanco, hace diana, K.O. y set.
El trabajo viene acompañado de dieciséis piezas audiovisuales entrelazadas entre sí dirigidas por Agustín Puente y producidas por The Movement Landia que exponen su habilidad para el drama y su experiencia en teatro físico. Abre el LP Corleone, un tango con el que la artista se presenta como una mafiosa sacada de la década de los setenta y asegura que la ambición la está matando. Grasa es espejo y sostén de la Nathy más vulnerable, lejos de personajes como Natikillah, Businesswoman y Estás buenísimo. Algo que confirma Aprender a amar, coescrito y coproducido por pablopablo, hijo de Jorge Drexler. En la producción del tema usaron una marcha procesional malagueña de Antonio Escámez, y es aquí, entre la ambición y las cornetas, donde más se percibe la influencia de C. Tangana. De hecho, hará un breve aparición en un skit de dieciocho segundos titulado No les creo nada. En el videoclip del tema, la artista rompe la cuarta pared y se comunica directamente con quien observa porque “la música a mí me ha salvado muchísimas veces”. Este es el verdadero objetivo con Grasa: ser lo que en algún momento todas hemos necesitado escuchar.
Es un disco coherente con la imagen empoderada, sensible y directa de Nathy Peluso que alcanza tantas versiones como facetas tiene ella. En Real es la primera vez en la que la cámara hace un zoom out mostrando al final de la canción cómo el equipo de producción recoge el set y cómo, en definitiva, el hechizo cinematográfico se rompe al igual que el amor que sentía por él. Mientras que en Legendario, de corte más electrónico y pop, las paredes se oprimen a su alrededor pero ella resiste porque lo único que le interesa es hacer un trabajo memorable.
Vamos a hablar de las colaboraciones, va. Todo roto con Ca7riel y Paco Amoroso, en el que el delivery de los tres se complementa de tal forma que cuando entra Ca7riel no sabes lo qué está pasando pero vibras altísimo. “De mis moves tengo yo el control remoto” y “El corashe arriba de la mesa / Ahora sé cómo cortar la milanesa”, además de referenciarse a sí misma en Corashe, es que la tía lo hace montada en uno de los coches emblema de Goodfellas, película de Martin Scorsese, un Cadillac DeVille del 79 (lo de los dados en el retrovisor lo dejamos para otro artículo). Díganme qué es ser una capo y les mostraré a Nathy Peluso.
También está Manhattan junto a Duki (“No puedo parar de imaginar cómo sería vivir en Manhattan / Mientra’ leo en Twitter cómo ustedes se pelean por mí y se matan”) que, junto con Envidia (“Mamá me dio un talento / Saberlos ignorar”), hablan de cómo lidiar con el odio. Si nos fijamos en los outfits, en el primero lleva un polo Ralph Lauren amarillo y un puffer de Nautica que es el estilo insignia del rap neoyorquino de los noventa con crews como Wu Tang Clan, de los más reconocidos en empezar a convertir la marca en streetwear. En el segundo, una camiseta de Bruce Lee porque está repartiendo cachetazos a diestro y siniestro. Por último, la colaboración con Dev Hynes, nombre real de Blood Orange, en El día que perdí mi juventud, con su potente línea de piano y la batería de jazz, y Menina con Lua de Santana, un auténtico bombazo de funk brasileño.
Para acabar, La presa es la tercera canción de salsa que hace Nathy después de Puro veneno y Mafiosa. Para ello, contó con los cantautores y productores venezolanos Servando Primera y Yasmil Morrufo, y con coros de miembros de El Gran Combo de Puerto Rico. Es tan fuerte la simbiosis entre las tres canciones que la paleta de colores (amarillo, verde y morado) se repite en los vídeos de dos de ellas. Podría seguir muchísimo más, pero prefiero que os escuchéis Grasa.
Track favorito: Real.