Barcelona tenía plan, y no uno cualquiera. Nalgas volvía a Apolo con esa mezcla entre pasarela improvisada y rave sin complejos que ya es marca de la casa. Faldas de vinilo, botas de pelo, uñas que parecen armas blancas y miradas que dicen: yo ya he estado aquí. Dentro, la pista ya ruge. Esto no es una fiesta cualquiera; esto es Nalgas, el club que empezó como una oda al desfase con corazón callejero y performático.
Ahora se codea con marcas como Bershka y DICE, sin dejar de mirar a los ojos a su público. El patrocinio no se siente como intrusión, sino como un empujón bien dado. Más producción, más juguetitos visuales, más posibilidades para que el delirio escale sin perder autenticidad. Como dijeron los mismos organizadores: “Nos dan recursos, pero no nos tocan la esencia”. Y se nota.
Naguiyami abrió con una lección de control rítmico: afro house, kuduro, amapiano, funk. Se adueñó de la cabina con un aura de elegancia sudada que contagió a toda la pista. Glamour y sudor no suelen ir en la misma frase, pero aquí sí. Fue una sesión que hacía bailar, pero también mirar alrededor y decir: joder, qué bien lo estamos pasando. Le sigue Víctor, que además de poner los mejores grillz de la ciudad, trajo un set de reggaetón que hacía perrear hasta al más estático. Sabía cuándo frenar para que la pista respirara y cuándo soltar un hit que activaba el grito colectivo que solo sale cuando alguien pone el tema exacto en el momento justo.
DJ Disco Stew (aka @acab_4_lif3) ya había pasado por Nalgas en verano, pero esta vez lo suyo fue otro nivel. Un set híbrido, experimental, punk y eufórico, que se salía de cualquier guion para construir uno propio en tiempo real. Te podía tirar un himno rave y al minuto colarte un sample que parecía sacado de un videojuego noventero. Pero nada sonaba aleatorio. Y el showcase de La GG puso la guinda. La pista se volvió templo y su sonido, ritual. Ella dice que es la nena de la nueva era, y nosotros lo confirmamos.
Si estuviste allí, sabes que no hace falta explicar nada. Si no estuviste, te tocó conformarte con los stories, los memes al día siguiente y el FOMO. Cada edición es un secreto a voces entre quienes entienden que la noche puede ser un lugar sagrado, sucio, precioso y completamente libre. Nos vemos en la próxima. O no. Pero luego no digas que no te avisamos. 
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