Cuando toca trascender, toca, y qué mejor que hacerlo abrazando tu cultura. Milo J lo ha entendido a sus dieciocho años y lo ha querido plasmar en su nuevo disco, La vida era más corta. Ya sabíamos de la especial sensibilidad del argentino, de su buen gusto y de su entendimiento del arte, pero esto es otra cosa. El 26 de septiembre de 2025 quedará marcado como la vuelta al mainstream del folclore argentino y regreso de la zamba, las chacareras o el tango a las curaciones de las playlist.
Quizás en este lado del Atlántico estos sonidos no sean tan costumbristas como el flamenco, la copla o la rumba, pero alrededor del Río Paraná seguro que esta nueva entrega va a unir a muchas generaciones que hace poco no se entendían musicalmente. Quizás más de uno pueda encontrar su verdadera identidad en este mundo sonoro que trae el artista, porque él desde luego lo ha hecho.
Escuchar el disco previo a la salida oficial ha facilitado presentar esta reseña a tiempo con algo de profundidad. Sin hablar el español con el acento que se debería en este caso, es complicado abarcar al cien por cien todo el imaginario, pero la previsión ha ayudado a hacer el ejercicio reposado que se merece. Las referencias populares de lo nuevo de Camilo son igual de profundas que las raíces de un árbol autóctono del norte argentino y, siendo de la tierra de los olivos y la encina, es complicado tener la certeza de hasta dónde llega el arraigo del Sauce Criollo, del Ceibo o del Chañar. Igualmente se va a intentar.
El universo sonoro de La vida era más corta puede seguirse por todo el curso del Río Paraná, desde su nacimiento en Brasil hasta su desembocadura en el Río de la Plata. Casi cada giro del cauce se ha representado de manera musical, y teniendo este mapa como referencia lo mismo se hace más fácil.
Entrando ya en materia, el único adelanto fue Bajo la piel, publicado un par de semanas antes de la salida oficial. Grabado en Santiago del Estero, ciudad al norte del país y origen de parte de la familia de Milo J, este tema ha dado más pistas de las esperadas. Una especie de flash forward musical que anticipaba que el folclore y las raíces del artista tienen mucho que decir en la nueva referencia. Este ejemplo es una mezcla actualizada de zamba y tango que da espacio a cantos originarios de la zona alta de Argentina y, desde luego, no ha sido anecdótico en el track list. La presentación, sin saberlo, ya anticipaba muchas cosas.
El focus track, que aparece segundo en la lista, da todavía más información de lo que se ha querido hacer. Una fuerte carga poética inunda temáticamente, siendo remarcada por una potente, aunque tierna, melodía de guitarra. En Niño, el autor habla a su yo infantil en un formato casi epistolar, mezclando la dulzura de la composición con la dureza del mensaje. “Sé que te querés dormir para no volver a despertar” o “Vi que el miedo al abandono no te deja respirar, siento el nudo de tu panza cuando te hablan de papá” dejan claro que hay heridas que le siguen palpitando a pesar de estar cerradas y, aún sin ser el causante de ellas, le siguen definiendo de alguna manera. Con la aparición del ya fallecido Mario del Tránsito de Cocomarola, esta canción define a la perfección las líneas de lo que va a escuchar.
La participación de grandes figuras del folclore latinoamericano, tanto vivida como espiritualmente, acompañan y son homenajeadas durante toda la travesía de La vida era más corta. Llegará más tarde el momento de nombrarlas, pero como aperitivo, los cortes y vocales de figuras como los argentinos Mercedes Sosa y Fito Páez, la chilena Violeta Parra o la colombiana Totó La Momposina están presentes constantemente para el que sepa verlo.
Este movimiento encaja a la perfección con la directriz creativa de plasmar que Camilo quiere volver a sus antepasados musicales y entenderse a través de ellos. Para él, el objetivo del disco es generar en sí mismo un espacio de confort, donde la luz sea el punto general en su vida y no solo pantallazos excepcionales a la sensación pesimista que suele tener y que le ha privado de tener su propia identidad. Para dejar claro este mensaje, el artista ha dejado un manifiesto desgarradoramente sincero:
“La vida era más corta como historia no lineal y testimonio de los otros cuerpos. Mi zamba está hecha mierda y veo caras medias sombra sombras que tiñen nuestra historia de color leyenda.
Mi documento arranca con 47 y no me conozco más allá de los pantallazos cargo con una herencia de problemones setenteros y sin nombre.
Este disco es testimonio de mi sueño cambiado, acompañado de un pesimismo que miente muy bien. Los pantallazos son pequeños momentos que sospechan alguna razón para seguir vivo.
Hay algunas pesadillas tan bien logradas que terminaron en canciones. Todo esto va con el fin de que el pesimismo no nos haga quedarnos en los pantallazos. Con el verso de que estamos cerca del final, La vida es corta, sí, pero tal vez sea mejor que hacerla larga por no darle un propósito.”
Poca cosa, ¿eh? Las ideas tan potentes a veces son difíciles de llevar a cabo, pero ya sabíamos del gran mundo musical y creativo del argentino. Esto es solo una constatación más de ello y, posiblemente, de que su madurez artística ha sido igual de precoz que su éxito. Hay tanto que decir de las dos primeras canciones, que el resto del texto tendrá que tener un poco más de ritmo para no quitarle más tiempo a la escucha. Sin embargo, es importante mencionar la necesidad de la escucha activa, de la investigación y de la capacidad de observar las sutilidades en este caso. No te dejes llevar por el aumento de marcha que viene a continuación en esta reseña, sería un pecado que lo aplicaras al resto de la obra. Sin contar con estas dos mencionadas, quedan otras trece con las que seguir disfrutando.
En un formato de doble disco, y con los feats oficiales de gente como Trueno, Soledad, Paula Prieto, Akrilla, Cuti y Roberto Carabajal, Silvio Rodriguez y Mercedes Sosa; algunos géneros clásicos del sur del continente como la zamba, la chacarera, la cumbia colombiana, la bossa nova y el tango se mezclan indistintamente con la modernidad y la tradición de Sudamérica para crear una identidad propia en cada tema. Redondo con la intención personal de Milo, ¿no? Las líneas de composición están tan altamente cuidadas y tienen tal grado de delicadeza, que escuchar cada ejemplo es un ejercicio divertidísimo para el melómano. Un escape room artístico en el que buscar referencias ocultas de los poetas, músicos y cantantes que actúan como ángeles de la guarda de La vida era más corta.
Por poner ejemplos, tenemos versos de Jaime Dávalos o de Federico Marcelo Ferreyra, participaciones en cortes o melodías de Carlos Carabajal, Jaime Roos o Fito Páez, y voces de Violeta Parra, Toto la Momposina o Mercedes Sosa. Para encontrar el resto, mira los créditos de cada uno de los temas. Todo detalle aumenta el grosor de la autoctonía de la entrega y se estará en lo cierto al decir que fue un objetivo de Milo el concentrar puro talento sudamericano. El apartado de colaboraciones y agradecimientos hace verdad eso de que si él ha visto más lejos, es porque está subido a hombros de gigantes.
Como el transcurso de un río, el del Paraná concretamente, La vida era más corta tiene a Jangadero como su estuario. Esta canción significa la calma después de la tormenta. Recitando un poema homónimo del ya mencionado Jaime Dávalos y con la voz de Mercedes Sosa, este tema es un remanso de paz que podría ser perfectamente la banda sonora de una travesía en barca. Una oda hecha nana que anima a dejar atrás el agua ya pasada y a disfrutar del paisaje. El cierre perfecto de un disco en el que el artista se ha encontrado a sí mismo y con el que ya puede seguir hacia delante.
Solo queda disfrutar y darle enhorabuena por su sinceridad. Milo J ha sabido romper con lo práctico y crear algo originario y perdurable, y eso siempre es admirable. Un cambio de ruta en su carrera que le describe más de lo que piensa, porque un acto siempre significa más que mil palabras.
Track favorito: Jangadero.