Ya se ha convertido en un clásico. Ocho ediciones le han bastado al Mallorca Live Festival para convertirse en uno de los buques insignia de la marca Mallorca. Tres días al año, siempre en contexto de verano para sacarle todo el jugo a la isla, en los que los mallorquines celebran sus fiestas no institucionales. Aunque por el éxito que recoge, no extrañaría a nadie que acabara entrando en el calendario laboral. Un fin de semana largo en el que los protagonistas son los que siempre tienen que ser: la población local. Lo siento, James Smith; lo siento, Anne Müller; esta semana te ha tocado quedarte en la habitación del all inclusive disfrutando de tu botecito de aftersun.
Con sesenta mil asistentes y alrededor de un ochenta y cinco por ciento de oriundos, el 12 de junio abrió sus puertas el Mallorca Live Fest. Sobre las seis de la tarde, multitud de baleares, naturales y acogidos, empezaron a recorrer un amplio recinto con cinco espacios musicales y varios rincones a los que echarles un ojo. De todos los puntos, con permiso del main stage (que por algo es main), especial mención hay que hacerle al escenario Mallorca Govern de les Illes Balears. Colocado anexo al principal, este spot fue diseñado por Pablo Erroz. Apostando por la sostenibilidad de los materiales y representando la cultura de la isla con lonas ilustradas, su estilo de vida pausado y la esencia del verano mallorquín, este ambiente redondeó la idea de que el evento trata de algo más que de música.
Entrando en lo musical, el primer gran concierto del día y del festival fue el de Natalia Lacunza. Llenando el Escenario 1 Estrella Damm, la cantante de Pamplona comenzó con Muchas cosas para dar la bienvenida. Vestida completamente de blanco, como si quisiera hacer un guiño a la isla vecina, disfrutó el concierto como una más. Porque se lo merece. Un autoregalo que se hacía a sí misma para inaugurar el verano.
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En el otro extremo, en todos los sentidos, Al Safir contrastaba con la ternura del Estrella Damm en el espacio Es Jardi con la crudeza habitual de sus letras. Liderando un ejército de jóvenes uniformados con camisetas de fútbol o a pecho descubierto, lo que se vivió ahí fue una lucha contra el sol por ver quién podía más. Saltos y gritos del público más joven del festival. Un público que tenía pocas burbujas propias dentro del cartel.
Tras este inicio, el festival necesitaba respirar antes de que llegara Nathy Peluso. En este tramo, Delgao animaba a sus reales en un show íntimo donde los asistentes parecían estar conectados. Qué sincronización entre público y artista cuando fue el turno de Purr purr purr. Una exactitud vocal solo comparable al salto sincronizado del equipo chino de París 2024. Inmediatamente después, Teo Lucadamo creaba una jam en el espacio Radio 3. Todavía hay gente que no sabe qué parte era escrita y qué parte era improvisada, pero la influencia de El dilema del rapero blanco trajo al tablao a un Teo que representaba a la perfección su exploración de los inicios del MCing y su gusto por el jazz hip-hop de los De La Soul.
A las diez de la noche, puntual, empezó el show de Nathy. Sin duda, el concierto más multitudinario de la jornada inaugural. La explanada principal se llenaba para ver a la argentina cumplir el primer hito del festival. Un concierto ciertamente redondo que hacía honor a su heterocromía. La diferencia de sus ojos se correspondía con una performance en la que el baile y lo emotivo se equilibraban. Ateo era sucedido por Buenos Aires, y a Corleone le pasaba lo mismo con Mafiosa, para que nadie pudiera quejarse. Una hora y media de despliegue de registros vocales fundidos con el folclore mafioso en el que Nathy se ha embarcado.
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El día acabó con Antònia Font jugando en casa, con todo lo que eso implica. Todos los locales recibían como propios a sus vecinos y cantaron al unísono todas las canciones que seguro antes habían coreado en las fiestas patronales de algún pueblo de la isla. Más de un lugareño durmió con una sonrisa. Justo antes, María Escarmiento montaba una fiesta centrada en Sensación de calor 2 junto a invitados estelares como Natalia Lacunza (en palabras de María, la mejor cantante de su generación OT), Fran Laoren o Delgao, y dedicaba un momento a Aitana versionando, en hyperpop, 6 de febrero, como ya venía haciendo en otros conciertos.
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Todavía con resaca, el día dos amanecía en la playa de Calviá. Aunque Bikôko y Maika Makovski hacían disfrutar a los asistentes de igual manera, no sería hasta las nueve de la noche cuando Alcalá Norte implantaba de forma generalizada la mano cornuta en el público. Marcando el inicio, Jaime Barbosa (batería) lanzó una bota de vino y ese gesto sonó como una bala al aire en una maratón. Brazo alzado, todos los vástagos del rock & roll disfrutaron de Superman, Los chavales o El guerrero marroquí, mientras Álvaro Rivas (vocalista) miraba fijo al frente en cada una de las pistas.
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Tras renunciar a Coachella por motivos ambientales, Massive Attack cogía el relevo de los madrileños, aunque fuera desde otro escenario. Los padres del trip hop llegaban a España con sus más de treinta y cinco años de carrera desde Bristol y cumplieron con su show en el main stage. Con un sonido algo confuso para los más jóvenes, los veteranos disfrutaron de una actuación que, según se comentaba, ya habían visto. Para qué cambiar algo si funciona, supongo.
La que sí sorprendió fue Rigoberta Bandini, quien fue la siguiente en recoger el testigo. Un poco más tarde de lo planificado, el malestar inicial del público se desvaneció en cuanto ella abrió la boca. Pronto, todo el mundo se dio cuenta de que la etiqueta de cantante se le quedaba pequeña y que era mocatriz, el término más apropiado. Inmersa en su gira de Jesucrista Superstar, el escenario 1 Estrella Damm se convirtió en un plató de reality sesentero, donde la protagonista se esforzaba por convencer al público de que la convirtiera en la próxima superestrella. Toda una obra de teatro musical la que desplegó Rigoberta, siempre con un tono precioso, infinidad de cambios de vestuario y decorados cinematográficos.
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Daban las dos de la madrugada en Calviá y por fin parecía que le llegaba el momento de disfrutar a los más jóvenes. Estos siempre tuvieron Escenario 4 La Plaza como comodín para sesiones electrónicas interminables, pero Ralphie Choo son palabras mayores. El inicio del show de la supernova coincidía con la actuación descrita antes, pero si algún artista podía tener poder de convocatoria en estas condiciones era el de la IDK. Los fieles a su música le esperaban ansiosos y, a pesar de las horas, todavía quedaban energías. Voycontodo, Rookies, Gata y Máquina culona sonaron demasiado bien, y los pies del stage estaban llenos de extras para bailar en un videoclip. Se han nombrado cuatro canciones, pero sonaron todas las que te imaginas. Puro fuego encima de las tablas que incluso traspasó las barreras del tiempo y el espacio, ya que parte del evento se retransmitió en directo por Omegle. Este chico es un genio.
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Llegó el final del día y, para celebrarlo, la fiesta de Villano Antillano. La primera de su nombre, reina de Puerto Rico y rompedora de cadenas. Sola con su DJ, se subió al escenario para montar una discoteca de tres a cuatro de la mañana. Reggaetón y trap a discreción para los valientes que todavía tenían ganas de marcha y no especularon con su energía para el día siguiente. De una isleña para otros isleños, nada podía salir mal.
Y como no hay principio sin un final, el festival llegaba a su conclusión. Qué bien que solo sea por un año. Más de cuarenta y ocho horas de jarana y todos seguían al pie del cañón en el tercer día. Entre los conciertos que queremos destacar, el primero fue el de Judeline. ¿A quién no le gusta una buena actuación, sea a la hora que sea? La de Caños de Meca repetía en el festival unos años después, pero esta vez con un primer disco de estudio bajo el brazo. Bodhiria y su misticismo hicieron que se olvidara el calor habitual de una tarde de junio mallorquín. Emocionada cada vez que hablaba, Lara estuvo acompañada de unos bailarines que mezclaban la brujería y lo cani a las mil maravillas para hacer honor al concepto de su obra. Todos los pasos en escorzo y tensión de los figurantes encajaban a la perfección, aunque suene contraproducente, con la fluidez y delicadeza con la que la cantante se movía por el escenario.
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El siguiente gran hito del día fue el de Iggy Pop, y vaya hito para el que sepa valorarlo. La leyenda viva de setenta y ocho años sigue pareciendo un chaval a pesar de su pronunciada cojera. Es lo que tiene montar en moto, y seguramente sin casco, me atrevería a decir. El icono y líder de The Stooges lleva dando guerra desde los años 70, y en este 2025 le tocaba a Mallorca recibirle. No faltaron en su setlist The Passenger y Lust for Life, las cuales provocaron un hermanamiento casi hippie entre los asistentes. Seguramente hubo más clásicos que mencionar, pero a la vez tocaba Barry B y había que buscar un huequito para ver al Chato de Aranda del Duero.
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Fue una pena que Barry coincidiera con Iggy Pop porque muchos que todavía no le conocen tardarán un poco más en enamorarse de él. Incluso para él mismo también fue algo molesto, ya que el sonido llegaba desde el escenario principal hasta el stage de Radio 3, situado casi en la otra punta del recinto. El motivo aún es desconocido, pero el propio Gabriel lo mencionaba repetidas veces antes de empezar alguno de sus temas. “Iggy Pop es mi ídolo”, decía con ironía entre otras cosas que no se pueden decir por no ser el momento ni el lugar. Todas con gracia, por supuesto. Sea como sea, nadie podía frenar un concierto en el que se disfrutó Trankis, Rookies desde su perspectiva o Infancia mal calibrada. También sonó su último lanzamiento, Chocolate Axe.
Después de esto se encaraba el final. El momento era agridulce, ya que quedaba el concierto de Bad Gyal, pero el festival estaba a punto de cerrar sus puertas. Se volvió a repetir el retraso en un show cabecera, pero esta vez hubo más comprensión. Muchas cosas que montar en un tiempo muy reducido. Alba Farelo empezaba con fuerza, vistiendo una falda de estampado de leopardo y, sin pararse a hablar, sonó Bota niña. Para cuando por fin tuvo tiempo, advirtió que esto seguiría así: “Si me conocéis, a mí no me gusta hablar… Me gusta mover el culo y montar una fiesta”. Dicho y hecho. Lo que empezó arriba permaneció arriba, con un público de corta edad entregado que se desvivía con cada clásico y aumentaba la densidad por metro cuadrado de perreo a cada segundo. Zorra, Chulo, Da me, Angelito, Duro de verdad pt.2, Fiebre, Orilla… no faltó ni una y no se dejó de bailar ninguna.
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Por desgracia, era el momento de poner rumbo al hotel a dormir. Tres días intensos acababan, aunque antes de cerrar esta edición, Lua de Santana hacía a más de uno lamentar que su concierto coincidiera con el anterior. La artista que está liderando la música brasileña en España acogía a los valientes que se escapaban del dancehall y querían moverse con el mismo furor bajo ritmos de funk carioca. PiRi PiRi animó el interior de esa pequeña pompa que, por lo menos para nosotros, era la última parada en el Mallorca Live Festival.
El evento del año en realidad siguió un poco más, hasta las cuatro y media de la mañana, de la mano de Elyella, pero uno ya estaba derrotado y había que descansar. Tanto física como emocionalmente. Muchos sentimientos en el aire durante tres días en los que, como se ha dicho antes, los protagonistas de la isla volvieron a ser los mallorquines. La gentrificación paró por unos días, y tanto los nativos veteranos como los nuevos pudieron disfrutar plenamente de su maravilloso trozo del mundo. Por desgracia, Magaluf, Calvià, Palma y otras localidades seguirán invadidas por el turismo irresponsable, pero iniciativas como esta, con el apoyo de todos los actores sociales, les acerca más a un futuro en el que la mayoría de los visitantes sean sostenibles y se interesen genuinamente por la cultura balear.