Llegadxs a un determinado punto, unx busca encontrar la raíz. Esa a la que le cantaba Valeria Castro y que tantos poemarios y álbumes ha ido copando a lo largo de los años. El origen de todo, el hogar y, en la mayoría de casos, el pueblo. Una casa a la que volver huyendo del ruido y la neurosis de la gran y pequeña urbe. No es el caso de Cristina Len.
La joven artista catalana, con su disco debut Todo menos la muerte aún caliente, en contra de la norma y colocando el prisma en la España vaciada, tan presente en el cine y la literatura, aunque no tan habitual en la música emergente (o no al menos de este modo), explora un pueblo, el de todos, y una casa, la de nadie en concreto, donde solo encuentra ausencia.
Desde un tono más personal e intimista que nunca, Len reflexiona en apenas dos minutos y medio sobre la impotencia de no reconocer ese hogar al que perteneces, o creías pertenecer. Cristina Len, con estrofas que casi se rezan, se muestra vulnerable ante la idea de no hallar lo que un día fue esa raíz, despojada por completo de idealizaciones y romanticismos. La dureza de mirar atrás y no encontrarte, porque ahora ya no es casa, sino otra cosa. Y es lo que hay.