Varixs chavalxs y tercios de San Miguel esperaban pacientes en la terraza de Bar Casa Paco a que el sábado noche de Sala Impala diera comienzo cuanto antes. Diversos temas se disponían sobre una mesa de plástico roja: amores, desamores, cumpleaños no asistidos, citas de Bumble, un telonero sorpresa y un concierto de Colectivo da Silva que se hacía de rogar más de lo esperado. En la puerta se comentaba algo sobre la prueba de sonido, y mientras tanto allí, en mitad de Chinales, alguien pedía otra ronda de cerveza. Esta vez de Alhambra, a ver si así. Pese a todo, la noche parecía prometer. Y lo hizo.
“Sale el sol y se reparte amor”, dice el single que abre el tercer disco de Colectivo da Silva, El Sol, y que también inauguró su concierto en la Sala Impala de Córdoba. Un “la la la la la la” que, sin ser el de Massiel, se pegaba a la mollera como si fuera silicona. Pero hizo bien su función. La de transicionar al plato fuerte tras despedir uno de los mejores aperitivos de la noche: la actuación de Kike Aranzana, una suerte de telonero made in Córdoba que no dejó indiferente a nadie y trajo consigo a padres, madres, primos, tíos y a un oportuno Full time papi de Guitarricadelafuente. Sin duda, lo de Aranzana fue toda una sorpresa de show que dejó a los allí presentes con cara de bobos, queriendo, o esperando, algo más.
Lo que vendría después sería la consecución de siete pequeñas estrellas, colocadas estratégicamente en el escenario, dispuestas a alunizar la ciudad lo antes posible. Aquel era su último concierto de 2025. Una cita con la que su gira El Sol despedía un año marcado por los cambios. Especialmente por los nuevos (y valientes) comienzos: primer disco, primera gira y primer año, en general, sin Delaschuches. Y se ha notado, para lo bueno y lo no tan bueno. Eso sí, con una evidente evolución en fondo y forma, tanto en las letras como en el sonido final del directo. Aunque, inevitablemente, echando de menos.
Solo quería probar llegó inmediatamente después para hacer lo suyo: activar a los fans y no dejar hueco a la nostalgia, que solo tuvo cabida en alguna que otra camiseta tímida con un reluciente ‘Casa Vargas’ a la espalda. Esos detalles destacaron, sin duda. Pero había que subir hasta arriba y calentar motores con algunas de las canciones que más han pegado del último álbum. Dar dos, Dónde estará, Si estás junto a mí o Salta sonaron nuevas en las voces granadinas de Colectivo, mientras que en las del público sonaban a muchas horas de conciertos improvisados de ducha y salón. Unas tras otras se fueron sucediendo y hasta la última nota se cantó en la Impala. Cantó el abuelo, el niño, el camarero, el de la puerta e incluso el acompañante de Aranzana con la camiseta del Málaga de 2010. Canciones por las que el septeto granadino se paseaba cómodamente.
Por supuesto, también hubo espacio para traer de vuelta, aunque solo fuera por unos minutos, las más icónicas de Casa Vargas y Vacaciones, como Tú me pones nervioso, Nos vemos luego, Dios bendiga el reguetón o Marina d’Or. Pero ni Córdoba es ciudad de vacaciones — ¿dígame? — ni allí se quería escuchar a Daddy Yankee. Solo a Caraballo y a los demás. Tan diferentes y similares entre sí, con sus gafas de sol y sus guitarras y teléfonos fijos de colores pastel hipnotizándolo todo. Con su estética marciana. Tan altos, tan bajos, tan en su salsa.
Sonaba La película en mi cabeza y estaban callados. Extraño en ellos. Caraballo así lo confirmó: “No estoy hablando nada hoy, lo siento”. Después de Bolitas y de un sentido “Viva Andalucía” lo perdonamos. Sobraba lo demás. Aquel after, coincidiendo con su canción, llegaba a su fin, y con él, la confirmación de que “la Casa de Vargas ya se vendió”. Pero siempre nos quedará esperar en Bar Casa Paco todo lo nuevo que Colectivo nos traiga.

