Los salones de belleza son espacios raros, si lo piensas. Vas a uno buscando un cambio, una versión de ti que aún no existe, o al menos eso esperas. Pero hay un momento en el proceso, con el tinte puesto o el pelo mojado, en el que ya no eres lo que eras pero tampoco eres lo que quieres ser. Charlie Smits ha construido una exposición entera sobre ese momento. En Beauty Salon, Espacio Ohm se convierte en un lugar de tránsito donde la metamorfosis es necesaria y no tiene un final claro. Como estar dentro de una crisálida sin saber en qué te vas a convertir.
Charlie es de esos artistas que no paran quietos. Ilustración, animación, escultura, moda. Lleva años construyendo un imaginario propio que ya ha pasado por Ámsterdam, Berlín, València y varios espacios de Madrid. En Beauty Salon ha presentado veintiséis piezas y, por primera vez, la escultura toma un peso central en su trabajo. “Esta exposición es un buen despliegue de lo que puedo hacer y desarrollar”, nos cuenta aquí. 
La muestra arranca en una antesala que replica un rincón de un salón con silla de peluquería, casco secador y una mesita con objetos creados por el artista. Desde ahí se accede al espacio principal, donde las esculturas de resina conviven con la ilustración y seis máscaras intervenidas por Nim Salón con pelo tratado de verdad. Roberto Majano, que firma el texto curatorial, lo llama “refugio queer”. Y tiene sentido, hay algo de espacio seguro en todo esto, un lugar donde la transformación no se juzga. Hablamos con Charlie sobre el proceso, las piezas que se quedaron fuera y los refugios que construimos.
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Si vamos a hablar de Beauty Salon, la primera pregunta es obligada. ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en un salón de belleza? ¿Qué te hiciste?
La última vez fue en un barbero en Paseo de Extremadura, justo el día de la inauguración. Me repasé el corte que ya llevaba, no fue nada del otro mundo pero se sintió muy ritualístico cortarme el pelo justo ese día, era necesario.
Beauty Salon habla de espacios de metamorfosis, de transformación. ¿Cuándo apareció en tu cabeza este concepto? ¿Qué te llevó a los salones de belleza como metáfora?
Beauty Salon nace de pensar los salones de belleza como espacios de tránsito más bien. Me interesa esa idea de transformación constante, pero también la contradicción que hay en ella: el cuidado, el deseo de cambio y, al mismo tiempo, ese ansia por encajar en ciertos códigos. El salón funciona como una metáfora de ese proceso, similar a una crisálida (también presente como una de las esculturas), donde algo se modifica sin que sepamos muy bien hacia dónde vamos realmente. Por eso también conecto este proyecto con el mundo de los insectos y lo orgánico, donde la transformación no es limpia ni perfecta, sino incómoda, a veces forzada, ambigua.
Háblanos más del contenido de la expo. ¿Hay alguna pieza que hayas hecho específicamente para esta expo que marque algo nuevo en cómo trabajas?
Beauty Salon es un recorrido por distintos espacios inspirados en salones de belleza entendidos como lugares de transformación y contradicción. En cuanto a las obras, encontramos ilustración, animación, pintura y escultura. Esta última diría que es lo que más ha marcado una diferencia en cuanto a cómo trabajo: ya había hecho algún que otro trabajo con resina pero sin duda esta exposición es un buen despliegue de lo que puedo hacer y desarrollar. Este proyecto habla de la belleza como algo que se construye y de cómo esos rituales aparentemente cotidianos esconden tensiones más profundas para nosotros. Es una experiencia más sensorial que narrativa, a mi parecer.
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Tu trabajo transita constantemente entre la ilustración, la animación, la escultura y la moda. ¿Alguna de estas disciplinas te resulta más natural que las otras? ¿Cómo se relacionan entre ellas cuando trabajas?
La verdad es que todas las disciplinas me resultan naturales. Me divierte moverme entre ellas y siento que alternarlas me mantiene vivo y despierto, sin acomodarme en una sola forma de hacer. No intento jerarquizarlas ni separarlas, para mí conviven de manera orgánica. Cuando dibujo a un personaje ya estoy pensando en su cuerpo, en cómo podría existir como escultura, y al mismo tiempo en la ropa que lleva, en la moda como extensión de ese cuerpo. Del mismo modo, la moda me lleva al dibujo, y el dibujo a la animación. Todo forma parte del mismo proceso y se alimenta mutuamente.
Tus figuras dibujan cuerpos y rostros que no responden a lo conocido. ¿Esas formas aparecen dando forma a algo interno tuyo que necesita salir? ¿Cómo surgen?
Mis personajes funcionan como una parodia de lo que entendemos como realidad. Son deformaciones y exageraciones de lo conocido, pero también responden a mis propios códigos y a un lenguaje que he ido construyendo con el tiempo. No intento representar el mundo tal y como es, sino crear uno propio, más cercano a la fantasía, mi fantasía. Ahí es donde me siento libre y donde aparece lo que realmente me interesa: no reproducir la realidad, sino distorsionarla.
Hablas de suspensión del tiempo, pero el trabajo físico tiene sus ritmos concretos. ¿Cuántas horas le metes a una ilustración? ¿Y a las piezas de cerámica? ¿En qué momento decides que una obra está terminada?
No trabajo con tiempos cerrados ni suelo medir las horas, la verdad. Paso el día entero alternando entre varias piezas a la vez, así que los procesos se solapan constantemente. Una obra puede llevar desde unas semanas hasta varios meses, dependiendo de la idea y de lo que exija el proceso, al ser algo más orgánico no sé decir muy bien.
En el caso de una escultura relativamente sencilla, desde el boceto hasta el modelado en 3D, que realizo mano a mano junto a mi amiga @3domingas, la impresión y la pintura, el proceso puede durar alrededor de tres semanas. Con la arcilla el ritmo es distinto, ya que es un trabajo más directo y manual, aunque también marcado por los tiempos de secado. Decidir cuándo una obra está terminada es probablemente lo que más me cuesta. Siempre siento la tentación de seguir añadiendo capas y detalles, pero con el tiempo he aprendido que terminar una pieza también es saber parar, aunque para mí menos nunca es más.
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Leo “perfección inconformista” y me pregunto: ¿alguna obra estuvo a punto de no llegar a la expo? ¿Hubo alguna pieza que salió mal y decidiste que ese error era exactamente lo que buscabas?
Muchas piezas estuvieron a punto de no llegar, y de hecho muchas no llegaron. El proyecto estaba pensado de una forma mucho más grande, pero al avanzar me di cuenta del coste real que supone producir cada obra y cada detalle. Supongo que eso le pasa a cualquiera que se embarca en un proyecto así: las ideas crecen más rápido que los recursos. Hubo esculturas que tuve que dejar fuera, como una figura de una ninfa que era especialmente compleja a nivel técnico y de presupuesto, o una serie más amplia de las máscaras para la instalación de los rostros, que en mi cabeza debía ocupar toda una pared. Hay más obras que no pude hacer pero me las guardo para el futuro, para otras ideas.
Roberto Majano escribe que Beauty Salon es un refugio queer. ¿Cuándo sentiste por primera vez que necesitabas un refugio? ¿Hubo alguno en tu vida (un lugar, una persona, una escena) que te marcara y que esté de alguna forma en esta expo?
Creo que mi primer refugio fueron siempre mis amigas. Desde pequeño me sentí más seguro ahí, más acogido, más entendido. Casi todas mis amistades eran niñas, y con ellas no había que explicarse ni defenderse. Recuerdo esos momentos en casa, jugando con mis muñecas, o yendo a la suya para disfrazarnos de princesas, sin miedo, sin juicio, sin sentir que había algo que corregir en mí. En ese espacio podía ser yo al cien por cien, aunque entonces no supiera ponerle nombre. Con el tiempo he entendido que ese tipo de refugio no desaparece, solo cambia de forma. Beauty Salon nace de ahí, de la necesidad de crear un lugar donde volver a sentirse abrazado.
Y para terminar, si pudieras elegir una persona para entrar en tu Beauty Salon y transformarla, ¿quién sería y en qué se convertiría?
A mí mismo sin duda, me encantaría convertirme en Wowo o Lennart.
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