Xenia compone desde ese lugar difuso donde el cuerpo se cruza con el sueño. Ese instante en que la realidad titubea, los recuerdos se desordenan y las emociones se derraman. Su música —nostálgica, electrónica, desinteresada en etiquetas— no grita, pero se queda sonando dentro. Y lo hace con una voz que no se parece a ninguna otra. Cálida, incluso en la penumbra. La pillamos cruzando festivales como Primavera Sound y el Observatorio, terminando un máster, gestionando su carrera a pulso y, ¿por qué no decirlo?, con ganas de vacaciones. Porque la industria no da respiro, incluso cuando una la habita sin pedirle permiso. Xenia se lo autogestiona todo: con un equipo hecho a medida y sin ningún sello por encima. Jägermusic también se ha fijado en ella, y por eso este año forma parte de su roster.
Entrevista extraída de ACERO vol. 11, publicada en julio de 2025. Hazte con tu copia aquí.
Hablando con Xenia, me doy cuenta de que habla como canta. Con pausas, con un ritmo que no pretende demostrar nada. Honesta, precisa, sin renunciar a ese misterio que la define. Me comenta que quiere alejarse de la oscuridad. Pero sabe, y lo dice sin drama, que no huye: la habita. Aunque a veces desee hacer una música más luminosa, más “amable”, siempre termina volviendo a ese lugar de sombra porque es ahí donde suele encontrar la verdad. Ahí es donde puede ser más honesta, vulnerable, donde lo íntimo se vuelve colectivo, donde la música acaba encontrando el cuerpo.
Mientras observo su flequillo cortito, ese que ya la define, me habla de su transición estética y vital, y con cada palabra se va perfilando un poco más. Habla del vértigo de estar expuesta sin red, del deseo de encontrar un lugar propio, fuera de escenas, fuera de géneros, fuera de ese molde que muchas veces es masculino. Le interesa la noche, lo onírico, pero también los cuerpos que alumbran lo que muchos no quieren mirar. Y cuando cuenta la historia detrás de 6IL4 —la última pista de Cuando las sombras se alargan, su nuevo álbum—, grabada en una sola toma, con su gata maullando de fondo, una siente que no hay trampa ni artificio. Solo alguien que se ha atrevido a escucharse de verdad.
Hola Xenia, ¿cómo estás? Te pillo justo en plena gira, ¿cómo la llevas?
Pues muy bien. Esta semana tengo Observatorio y luego el Vida Festival, y después ya paramos un poco hasta septiembre. Así que bueno, unas mini vacaciones, por fin.
Me imagino, debe ser superintenso todo. Por cierto, antes de nada, ¿Xenia o Arxenica? ¿Quién es quién?
Arxenica es más como un nombre para redes. Me he planteado ponerme solo Xenia, pero es que ese nombre está superpillado. Hay otras Xenias más famosas que yo (risas), así que no puedo usarlo.
¿Y qué tal fue el Primavera Sound? Tu primera vez.
Sí, mi primera vez, además también como asistente. Nunca había estado en el festival. Es el más grande al que he ido, tanto de espectadora como de artista. Y la verdad, muy bien. Mi show coincidía con el de Judeline y además era una hora en la que hacía un calorazo. Era un spot complicado because two queens (risas), pero estoy contenta porque vino gente. Además, como era en el Cupra, había unas gradas atrás donde la gente se podía refugiar un poco del sol.
Ese día hacía un calor brutal. Tu imaginario en escena es muy tuyo, muy de sombras, de misterio. ¿Cómo fue tener que adaptarlo a pleno sol?
Hubiese dado mi vida por tocar al atardecer o de noche, porque siento que el álbum va un poco de eso, de cuando las sombras se alargan y empieza a oscurecer. Pero también entiendo que no soy una artista que aún pueda estar por la noche. Igualmente, superagradecida de haber tocado allí, porque de todos los escenarios que vi fue el que más me gustó. Aunque no pudimos jugar tanto con las luces, como había pantallas LED también metimos visuales, y eso nos salvó un poco. Entre eso, las bailarinas y los visuales, conseguimos recrear bastante bien la atmósfera que buscamos siempre en los directos.
¿Tienes alguna especie de ritual antes de subirte al escenario?
Antes del Primavera estuve calentando la voz y el cuerpo con las bailarinas, que me enseñan estiramientos y ejercicios para entrar en calor. Siempre intento no tener demasiados estímulos antes de un show, porque es un momento muy sensible, de muchos nervios. Cualquier cosa te puede sacar del mood o preocuparte. Así que intento ir a mi bola, darme vueltas por ahí sola y estar un poco conmigo.
En tu música hay una coherencia visual muy marcada. Vienes de Bellas Artes, y se nota. ¿Cómo se cruzan en ti lo sonoro y lo visual? ¿En qué momento te encuentras con la música?
Empecé a hacer música antes de entrar a la uni, en mi habitación, con un teclado Yamaha y mucha curiosidad. Pasaba horas experimentando con cosas tranquilas tipo Beach House, y subía mis temas a SoundCloud sin pensar demasiado. Hasta que conecté con el sello Futuras Licenciadas —donde estaban Carlota, Mejores Amigas, Srta. Trueno Negro— y empecé a tomármelo un poco más en serio. Ha llovido bastante desde entonces.
Y cuando te sientas a crear, ¿por dónde empiezas? ¿Una imagen, un recuerdo, un sonido...?
Depende del momento. A veces es una imagen, un recuerdo, algo que me pasó o que me hubiera gustado que pasara. Otras veces es solo una melodía que aparece de pronto. Me inspira mucho la nostalgia, mirar atrás, conectar con lo que sentía de niña. Es como si cada cosa pequeña pudiera encender algo dentro. Eso me gusta mucho.
Tú te lo haces todo: compones, produces, te autoeditas
Es que tengo bastante medido cómo quiero sacar mi música. Hubo un tiempo en el que estuve con Futuras Licenciadas, que era un sello muy independiente. Más tarde trabajé con Helsinki, pero al final decidí que se quedaran solo con el booking y editarme yo misma, sin sello. Y así sigo.
¿Y cómo llevas eso?
A ver… mola. Me autoconvenzo de que mola (risas). Porque sí, es muchísimo trabajo. Es dedicarte un montón a ti misma, es caro, es sufrido, es un compromiso constante, y más si eres una artista pequeña. Pero tomé esa decisión por una razón: quería tener el control de mis másters, de mis derechos. Y también quería montarme un equipo a mi medida: una isla en ADA (de Warner) para la distribución, el publishing en Universal… Por ejemplo, para la edición de los vinilos, lo he hecho todo yo. A veces es complicado, porque son muchísimas cosas a la vez. Pero no sé, para este momento de mi vida está bien. En el futuro, quién sabe.
Ahora que estás entrando en otros circuitos, con más visibilidad y ritmos más marcados, ¿notas ya el peso de la industria?
Sí. Los ritmos es lo peor. Es lo que más me estresa y lo que peor llevo. Además, este año he estado estudiando un máster bastante exigente, entonces intentar llegar a todo, sacar el álbum, ir de gira, sacar el tema con Ganges, hacer todo eso a la vez ha sido… sinceramente, no sé cómo estoy aquí (risas). Ha sido mucho trabajo, muchísimo esfuerzo. Y como es algo que depende tanto de tu estado de ánimo, porque tu creatividad no siempre está ahí, a veces se hace superdifícil salir a flote. Porque lo único que sientes es presión y ansiedad. Así que sí, ha sido complicado. Pero es que la música va así. Salió el álbum en diciembre y ya está. ¿A quién le importa lo que sacaste en diciembre, si ahora ya estamos en julio? La industria va muy rápido.
Pues yo voy a retroceder un poco más incluso. Ruido-0 fue tu primer álbum. Entre ese primer disparo y Cuando las sombras se alargan hay un salto importante. ¿Qué ha cambiado en ti desde entonces?
Sí, totalmente. Ahora me tomo la música de una manera mucho más profesional. Antes iba un poco sobre la marcha, pero ahora estoy a muerte con mi proyecto. Quiero que este sea mi trabajo, vivir de ello. Desde Ruido-0 ha habido un salto grande. He trabajado mucho en mejorar, encontrar mi proceso, ser más clara en las letras y más precisa en los conceptos. En producción también siento que he crecido mucho. Sigo trabajando con la misma gente, y vamos todos a piñón, muy unidos. Es algo muy bonito también. Con Cuando las sombras se alargan fui más exigente. En Ruido-0 era más jovencita, dejaba pasar detalles que ahora ya no. Antes produje diez canciones y quedaron ocho; ahora hice veinte o veinticinco y seleccioné diez. Quería cuidar más el proceso y asegurarme de la calidad del disco.
Y esa oscuridad… se mantiene. Es casi filosófico. Pero, ¿qué significa para ti la oscuridad?
Pues mira, cuando empecé este álbum dije, ya no voy a ser oscura (risas). Pero es algo que me sale sin querer. La gente me dice: “Lo que mola de ti es eso”. Y sí. Pero también siento que la oscuridad no siempre vende, y yo quiero que mi música llegue. Las letras pueden conectar con cualquiera, pero la envoltura oscura a veces aleja.
Hay mucha vulnerabilidad en tu música.
Total. Muchas veces eso hace que una canción parezca oscura, porque habla de cosas profundas. Todos lo sentimos, pero no todos quieren hablar de eso. Así que sí, la oscuridad está en mí, por mucho que quiera evitarla. Tengo que aprender a convivir con ella.
Eso tiene mucho que ver con Cuando las sombras se alargan. Es como entrar en el mundo de los sueños. ¿Qué te pasa por dentro cuando cae la noche y todo eso se hace visible?
El mundo de los sueños me fascina. Siento que por la noche tienes una vida paralela, donde manda tu inconsciente. Eres tú, pero no eres tú. Me parece algo extraordinario. Quería hablar de eso, pero sin ser demasiado directa. En las letras y la sonoridad hay referencias a ese sentimiento de no saber qué va a pasar, de escapar de la realidad y encontrarte en otro lugar. A veces incluso peor, como una pesadilla. Es un mundo trambólico que me interesa muchísimo. Además, me encanta la noche, me encanta la oscuridad.
En Dónde va el amor hablas de pérdida, de preguntas que no tienen respuesta. ¿Son vivencias propias?
Pues esa canción nació porque una amiga me contó que estaba superenamorada, que todo iba genial… y dos semanas después lo dejaron. Me impactó. Pensé, ¿cómo puede ser que algo tan fuerte desaparezca así? ¿Dónde va todo ese amor? Me vino la frase “¿dónde va el amor?” y empecé a cantar. Salió sola. Me inspiran también las historias de mis amigas. No solo hablo de mi vulnerabilidad, sino de la de todas.
Eres de un pueblo de Castellón. ¿Cómo influye eso en tu música?
Pues muchísimo. En la Comunidad Valenciana hay muchísimas bandas de música. Fui a clase de piano en una escuela donde había banda, orquesta… Y mi padre tenía un grupo de joven, le encantaba cantar y tocar la guitarra. En casa siempre sonaba música. Mi abuela era fan de Marisol y veíamos juntas la serie. Las verbenas de pueblo, son cosas que se te van quedando. Forman parte de ti. Todo eso, directa o indirectamente, me ha nutrido mucho.
¿Y la Ruta del Bakalao? ¿Crees que algo de eso se ha colado en tu música?
Me lo dicen mucho. Y yo creo que, directamente, no. No soy valenciana-valenciana ni viví los noventa. Pero sí es verdad que algo se ha quedado en la ciudad. Y Valencia también se ha quedado mucho en mí. Cuando llegué y empecé a hacer música, conocí a mucha gente que hacía electrónica experimental, oscura: Dominio, Margarita Quebrada, Ultralágrima… Todos tienen ese punto oscuro. Creo que eso sí se ha colado, aunque sea de forma indirecta. Al final, todos acabamos teniendo esos tintes.
Hablando de Margarita Quebrada, has colaborado bastante con ellos. ¿Te sientes parte de una escena común?
A ver, Nacho de Margarita Quebrada es mi novio. Así que sí, compartimos referencias, estética, y visión. Desde antes de conocernos ya teníamos muchas cosas en común. Pero también es cierto que ser mujer me posiciona en otro lugar. No tienes los mismos oyentes. A veces eres la única chica en la escena.
¿Es por eso que también quieres alejarte de esta escena oscura?
Sí, aunque los amo a todos, mis oscuros (risas). Solo que me apetecía bailar en el escenario, hacer un show más mío. No quiero encajar en nada concreto, solo seguir mi instinto. Y ese instinto me dice que, si me tengo que salir de una escena, me salgo. Sentía que se me había encasillado dentro de una escena muy masculina, muy de tíos. Y yo he empezado a transicionar hacia otra forma de feminidad, y expresarme desde ahí ha sido algo muy natural para mí. Al principio quería alejarme de todo eso, pero con el tiempo me di cuenta de que también forma parte de mí. La música que escucho es así, y lo que hago, también. Hay canciones mías que para mí no son oscuras, pero la gente las percibe así.
Este año formas parte del roster de Jägermusic. ¿Qué significa para ti?
Estoy supercontenta. Siempre había seguido los rosters de otros años y me parece una iniciativa genial. Eligen artistas que todavía no están petándolo, pero que tienen mucho potencial. Te dan visibilidad, y eso es crucial. Puedes estar haciendo algo muy bueno, pero si nadie lo ve, no llega a nadie. Esto es un empujón muy necesario.
Hay artistas muy potentes este año. Si tuvieras que hacer una colaboración con alguien del roster, ¿con quién te lanzarías?
¡Con Aiko el Grupo sin dudarlo! Son superamigas mías. Las amo. Son lo más divertido que hay. Aunque nuestros estilos sean distintos, su pureza hace que conecten con cualquiera. Con Lara ya nos conocíamos de antes, y empezamos a sacar música al mismo tiempo. Estar juntas en el roster ahora me hace muy feliz.
¿Y fuera del roster? Soñando un poco.
Buah, , si pudiera soñar: Oklou o Prenda. ¡Me flipan las dos! El último disco de Guitarricadelafuente también me encantó, sobre todo la última pista; me recordó a algo antiguo, como una sonata recuperada. Me pareció precioso escuchar cómo alguien traía de vuelta eso. También escucho música antigua, como Jeanette. Obviamente, algunas colaboraciones son inviables... (risas).
Lo manifestamos aquí, claro que sí. Ahora, entrando en el disco: Apnea fue el primer tema en salir. Es oscuro, rápido, bailable. ¿Por qué empezar con este?
La verdad es que yo quería sacar primero No gritaré tu nombre. Pero pasaron cosas... la vida decidió (risas). Apnea era la más energética del disco y sentí que invitaba a moverse. Aunque me daba miedo porque es muy oscura, y yo quería salir un poco de esa etapa. Me preocupaba que la gente pensara que todo el álbum iba por ahí. Luego vinieron Piedad y Dónde va el amor que son diferentes.
Es una pasada cómo te mueves entre tantos sonidos: reggaetón, balada, incluso ese rap con Blu Samu en Piedad. ¿Cómo decides el rumbo sonoro de cada tema?
No quería cerrarme a un estilo ni a etiquetas. Quería que la canción me guiara. Si una pedía reggaetón, pues adelante. No iba a forzar nada. Si está a 90 bpm y tiene una melodía concreta, y lo que le va es un beat así, se lo doy. En Piedad, por ejemplo, empieza suave y luego pide más movimiento, así que metimos el rap de Blu Samu. Se trata de escuchar lo que la canción necesita.
6IL4 cierra el disco y me sorprendió porque tiene muy poca producción. Es como si te desnudaras ahí.
Esta es para los reales. Muchas gracias por mencionarla. Es donde más se me ve. A veces me escondo en metáforas o en la producción, pero aquí no. Le bajé la formante a la voz para que sonara más íntima y aun así encajara con el resto. La compuse en una tarde, en el pueblo de mi abuela, con una guitarra. Creo que es la única que tengo así. No es lo habitual en mí, pero últimamente estamos probando cosas nuevas (risas). Se la enseñé a Nacho, le encantó, y esa misma noche la grabamos tal cual. Es la toma original. Me encanta haber captado ese momento. Si le quitas la guitarra, se oye hasta mi gata maullando.
No me había dado cuenta (risas).
Sí, sí, está superdisimulado. Pero yo lo escucho y digo, ahí está Chowi. Me pareció la canción más honesta para cerrar el álbum.
¿Dirías que esta canción marca el inicio de algo nuevo para ti?
Sí, 100%. Siempre he estado muy ligada a la música bailable, más producida, y aquí sentí que me apetecía hacer algo más desnudo, más desde el corazón. Me gustaría ir hacia algo más minimalista, mostrarme más. A veces siento que tengo esa aura de chica misteriosa —que me gusta—, pero también quiero que la gente conozca más a Xenia. No hablo de redes, sino a través de la música. Es lo que más me expone y también lo que más me conecta conmigo misma. Así que sí, creo que esta canción marca un nuevo camino.
Después de esta gira, ¿qué planes tienes? ¿Hacia dónde vas?
Pues me apetece fluir. Siempre he sido muy de proyectos, de marcarme objetivos… y ahora quiero dejarme llevar. Si me apetece sacar una canción, la saco. También quiero seguir trabajando con otras personas. Colaborar me enseña muchísimo. Con Ganges, por ejemplo, aprendí de su forma tan visceral de comunicarse. Cada artista me aporta algo distinto y bonito. Y eso quiero seguir explorando: componer con otros, mezclar lenguajes y ver qué pasa.
Y ya para cerrar, ¿qué te gustaría que sintiera alguien que escucha tu disco con los ojos cerrados?
Que sienta el viaje. Que lo escuche en orden y conecte consigo mismo. Como en mis conciertos, me gusta que la gente conecte con su parte más vulnerable, esa que a veces cuesta mirar. Que se sientan bien al hacerlo. Y que al acabar piensen, me he conocido un poco más.

Top BIMBA Y LOLA, top LOLA CASADEMUNT, falda AVEC AMOUR, joyas ALEX SOBRÓN.

Top ERRES, falda ANTHONY RIVERA, zapatos HUNE X KPX de Krack, collar ALEX SOBRÓN.

Vestido ALEIXANDRI STUDIO, joyas ALEX SOBRÓN.

Top RUBEARTH, falda AVEC AMOUR, botas SANDRA MOSS, joyas UNODE50.
