El número 44 de la Cuesta de San Vicente tiene algo especial. Algo se respira en el aire, como si quienes hubieran pasado por las oficinas de Warner en Madrid hubieran dejado algo de su esencia en el paseo. Y poca broma, ¿quién ha podido dejarla? Solo hace falta mirar los discos de oro y platino colgados en la pared para hacerse una mínima idea. No hay ni que detenerse a observar los nombres y las fotos que casi saltan a la cara. Dua Lipa, Charli XCX, Ed Sheeran, Jason Derulo, Prince… Cinco aleatorios de todos los grandes que están expuestos en ese subsotanado pasillo ambientado en el metro de Londres que se recorre para llegar a un estudio de grabación que sirvió de sala de escucha. Qué sensaciones tuvieron que vivir todos los que fueron a ver a Xavibo, quien esperaba al final de la aventura como un final boss. 
El mallorquín no estaba allí de casualidad, advierto por si hubiera podido parecerlo por el relato. Ocurriendo el hecho que se cuenta el 11 de septiembre, dos días después se estrenaba su nuevo álbum, Papel de Burbujas, y algunos privilegiados estaban invitados a escucharlo antes de tiempo. Sentado en unas pequeñas escaleras y rodeado por los presentes, se toma el tiempo necesario para explicar el concepto y la idea que ha dirigido su trabajo durante los dos últimos años. La cosa va de proteger sus recuerdos más valiosos, su infancia y sus sueños; rodearlos con el embalaje necesario para que no se rompan, aunque a veces la degradación sea inevitable.
Con hilo conductor y con el asentimiento del público dándose por enterado, empieza la pre-escucha, y con el primer acercamiento se ve de lo que habla. Durante trece canciones, la tracklist se desarrolla en este ambiente de delicadeza onírica, como si hubiera escrito todos los temas mirando al cielo o al techo, dependiendo del mood. La melodía tiene una fuerza que antes no aparecía en los trabajos de Xavibo, que es de hecho algo que él mismo comenta entre temas: ha preferido buscar sonido antes que lírica. Quizás de ahí viene esa visualidad que le ha dado a la producción, la cual es homogénea y nunca sale de un tono azul que abstractamente inunda todo. Color del que quiso literalmente teñir la habitación, por cierto. El juego con las baterías, rico en influencias, puede ser lo único que se escapa de esto y se agradece, sin ellas puede que te sumerjas con él.
Un poco intenso todo, pero Xavibo parece ser así en cierta manera. Mientras sonaba la música, no paraba de dar vueltas entre el equipo de grabación, puede que por nervios, pero sin dejar de sentir su creación. Él es un artista tan complejo como la mezcla de líneas instrumentales que se aprecia en Papel de Burbujas, y gracias a este disco vamos a poder adentrarnos un poco más en su cabeza. Esperemos que el síndrome del impostor que admitió tener en la rueda de prensa posterior le deje un poco de aire para disfrutar del reconocimiento que se merece por este gran trabajo. Posiblemente, el más sincero e introspectivo que ha compuesto.
Track favorito: Muy lejos ft. Ivana, Hard GZ