¿Cuántas veces has pensado en llamar a alguien y no lo has hecho? No por olvido, sino por ruido, por la vida ajetreada, por el trabajo o por todo eso que nos empuja sin dejarnos parar. Se me pasó llamarte, mamá, además de ser el título del primer disco de Vera GRV, es un espejo. Una herida abierta y una disculpa cantada a quienes nos esperan al otro lado del teléfono, del abrazo, del recuerdo. Un álbum que la almeriense ha escrito para esas llamadas no marcadas, para los silencios largos, para la gente que se fue y para la gente que se quedó.
En la listening party de la sala Clamores, rodeada de amigos, productores y familia, la artista habló de su hermano mochilero, a quien dedica la desgarradora 4 de febrero y con quien se fundió en uno (o más) abrazos, de la madre que sostiene incluso cuando no hay nada que sostener, de los amores que duelen y de los que brillan, y de esa necesidad brutal de parar el ruido un momento y volver a lo que importa.
Desde la Ausencia inicial, una intro que marca el tono del viaje, pasando por el subidón de Fusaichi pegasus, hasta el cierre con Cura pa mi alma, Vera se muestra como es: frágil y fuerte, libre y vulnerable, mujer que canta porque si no canta, explota.
Porquería y Cofradía, que se colocaron juntas por azar en el tracklist, dialogan entre ellas con sincronía. Una es cicatriz y la otra bálsamo; una habla de quien hizo daño, la otra de quien te cuida sin pedir nada, de esas personas que hacen que hasta tu madre esté orgullosa de ellas.
“Que tú me tienes engatusá”, confiesa Vera en Gitano mío <3, y poco después recuerda la primera canción que grabó con Xema Fuentes: K poca luz. La última, precisamente, fue Gitano mío. Un ciclo que se cierra sin que ella misma supiera que lo que estaba haciendo acabaría siendo un álbum.
La Clamores bailó, saltó y gritó cuando llegó La tarara, un remake de la mítica copla tradicional, pero para Cura pa mi alma, dedicada a su madre, Vera salió del backstage para compartirla con todos nosotros. Un momento muy especial que puso el broche de oro a uno de los eventos más importantes de la carrera de la artista, hasta el momento.
Producciones de Toni Anzis, D.Caba, PMP, Xema Fuentes y el ‘Tito Chus’, que fue quien confió en ella desde que era, como dice, una “puta niñata con miedo”. Un álbum que es un refugio, una carta abierta, un grito bajito que te recuerda llamar a los tuyos y recordarles que estás, que sigues aquí.
Y ahí está la magia de este disco, en su honestidad, en la forma en que convierte lo cotidiano en sagrado y lo personal en colectivo. En la forma en que, de pronto, todos entendimos lo que significaba estar lejos de casa, tener miedo, no llamar y querer volver.
Track favorito: Fusaichi pegasus