Había mucha expectación por la llegada a Madrid de uno de los raperos estadounidenses de más éxito, después de estar seis años sin pisar España. Por fin un gran artista internacional de hip hop no se saltaba nuestro país en su gira europea, como han hecho Kendrick Lamar, Nicki Minaj o Drake, entre otros, y no nos hacía maldecir lo poco que llama nuestro país a los grandes de la industria norteamericana. 
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Sin hacer mucho ruido y en un escenario groseramente pequeño para la ocasión, Travis llegó a Madrid poco después de la fiebre de Karol G con escaso ruido mediático y la sensación de que el Wizink es muy poca cosa para un artista que en otros países llena estadios. No hay más que ver sus increíbles shows en Milán o Colonia para darse cuenta de la repercusión de un cantante que en España hemos recibido de manera un tanto (siendo sinceros) cutre. 
De todas maneras, poco de esto importó a los más de treinta mil jóvenes de veintipocos que llenaron el pabellón madrileño. Los termómetros marcaban cuarenta grados en los alrededores del Wizink Center, y dentro puede que se llegaran a los ochenta con la euforia de una multitud de chavales que reventó la pista con pogos salvajes. 
Yung Lean, ni más ni menos, trató de animar al público como telonero aunque no obtuvo todo el feedback que podía esperarse. La importancia del sueco en el trap de principios de 2010 es innegable, pero aun así se trata de un rostro quizá menos mainstream en España. Sobre todo para la generación de jóvenes que acudieron al concierto, que conocieron a Travis en estos últimos años posteriores a Astroworld (2018), disco que le puso en el radar mundial del rap.
Después de que el sueco calentara un poco el ambiente, la espera por Travis se hizo eterna y la mayoría de chavales se dedicaron a jugar con las cámaras que retransmitían el concierto. La gente de la pista tenía una mejor posición del cantante, pero desde la grada debía ser impresionante ver el escenario a lo Gotham que montó el rapero con plataformas y varios lugares desde los que podía subirse a gritar tranquilamente. Desde que pudieron verse en las pantallas las inconfundibles trenzas del artista de Houston, el éxtasis fue total. Todos los móviles en guardia para grabar la histórica entrada de Scott al Wizink Center.
Está en su Utopia era, por lo que la mayor parte del concierto se centró en su discutido último disco, que dejó tantas críticas negativas como positivas por la expectación que se tenía tras el pelotazo de Astroworld. El concierto iba alternando canciones de este álbum como Modern Jam, God’s Country o My Eyes con algunas de las más antiguas de Travis como Mamacita o Upper Echelon pasando por Type Shit, en la que sacó a cinco afortunados al escenario, que seguro recordarán toda la vida .
El rapero continuó poniendo algunos de sus temas antiguos más queridos como Nightcrawler y 90210 y se animó a forzar el autotune hasta el límite cantando I Know? La pista estaba llena de pogos hasta en las lentas, aunque estos fueron los momentos de más tregua antes de la traca final. El de Texas dio un descanso al público para quitarse su armadura futurista y ponerse la camiseta oficial del concierto. Necesitaba estar más fresco para dar a los espectadores una auténtica lección de energía. Como si fuera una mascletá en plenas Fallas, Travis encadenó sus canciones más potentes al final en un festival de pogos y cuerpos sudados como nunca antes ha vivido el Wizink Center.
Meltdown, Butterfly Effect, No Bystanders, Antidote, Sicko Mode, Goosebumps y, como no, la más esperada, FE!N. El delirio colectivo con una canción que ya se ha convertido en un himno. Como es costumbre, Travis la tocó cinco veces (solo el estribillo) y obligó a todo el público a levantarse para saltar y volverse tan loco como él mientras la canta. Una auténtica ida de olla que dejó a todo el mundo con ganas de echarse a dormir directo, aunque alguno que otro se quedó decepcionado de que no la pusiera más veces.
Lo que está claro es que nadie salió decepcionado de un concierto que prometía adrenalina y otorgó dosis al por mayor de ella. Este es un llamamiento a todos los promotores para que entiendan que el hip hop americano sí tiene una posibilidad comercial real. Quizás este sea el comienzo de una nueva era en la que las grandes estrellas del panorama estadounidense no se olviden de nuestro país cuando organicen una gira europea, por lo menos si cae en verano. 
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