Tiago PZK ya no es solo el de la Bombona. Ahora forma parte de una de las oleadas musicales más potentes que ha dado Argentina en los últimos tiempos junto a Bizarrap, Duki, Nicki Nicole o María Becerra. Pero más allá de los números y los sold outs, en Tiago hay una introspección tallada a base de golpes y preguntas: se conoce porque se ha buscado.
Entrevista extraída de ACERO vol. 11, publicada en julio de 2025. Hazte con tu copia aquí
Cuando llego al set, Tiago PZK está ahí posando con el gesto de quien ha aprendido a habitar su propia imagen. En cuanto tiene un descanso, viene directo a saludarme. Podía haber seguido a lo suyo —como tantos otros—, pero se acercó con una sonrisa sincera. Ese gesto mínimo dice mucho más de él que cualquier biografía que pueda ponerme a relatar por aquí. Porque no es lo habitual. No en este mundo. Pero él parece no haber olvidado de dónde viene. 
Con solo veintitrés años, el argentino habla con la profundidad de alguien que ha mirado hacia adentro muchas veces. Nacido y criado en Monte Grande, en un contexto nada fácil, ha elegido una y otra vez el camino de la música, que, junto a su madre y Dios, le ha salvado la vida. Ha esquivado la violencia, ha sorteado las trampas, y ha construido una carrera desde la autenticidad. En su música no hay flexeo, hay certeza de que está bien hablar de ciertas cosas y que, de hecho, tratarlas con transparencia forma parte de sanar. Y Tiago lo dice sin subirse al pedestal, como quien todavía lleva dentro al chico de Monte Grande que soñaba con otra vida: la que ahora tiene. 
¿Te has cruzado el charco para ACERO?
Prácticamente sí, de hecho. ¿Te sorprende?
Pues me sorprende, sí. ¿Te mola hacer medios? Hay artistas que lo odian.
Hace unos días estaba filmando un videoclip con un amigo, y justo hablábamos de eso. Llega un punto en que todo se repite: videoclip, sesión de fotos, entrevistas... todo muy mecánico. Es como, ok, otra vez lo mismo. Por eso ya ni dan ganas de hablar en las entrevistas.
Y cuando vas, por ejemplo, al podcast de Nude Project o a La Resistencia, ¿es porque realmente te apetece?
Sí, me gusta cuando siento que tienen curiosidad de verdad. Que no te preguntan solo cuál es tu canción favorita.
Tranquilo, esa no está en mi lista.
(Risas) Pero sí, me pone mal tener que repetir lo mismo una y otra vez. Trato de cambiar un poco, porque si no es lo mismo de siempre. Pero es parte de esto, tampoco podés hacer lo que te gusta todo el tiempo. Si fuera por mí, estaría todo el día en el estudio o arriba del escenario. Pero mi manager siempre me dice: “Esto es parte del trabajo también”. Y tiene razón, es la consecuencia de hacer lo que me gusta. 
No deja de ser lo que te da de comer. Y bueno, no solo a ti. Hay muchas personas dependiendo directamente de tu trabajo. Al final eres un artista grande ya. ¿Te mete mucha presión eso?
Obvio, es una responsabilidad. Y yo siempre fui consciente de eso. Hay familias que comen de mi laburo, y gente poniendo mucho esfuerzo, tiempo y energía en el proyecto. Tenerlo presente hace que nunca baje los brazos. Nunca dejo de hacer lo que tengo que hacer. Puedo tener un día de mierda, y tengo que subir igual al escenario. En esos momentos de adversidad es cuando más agradecido tenés que ser. Agradecido en serio, no de palabra. El agradecimiento realmente se muestra cuando haces algo que no querés hacer, y lo haces porque entendés el contexto y te responsabilizas.  
¿No se te ha pasado el tiempo volando? Hace cinco años que te pegaste, pero tengo la sensación de que fue hace nada. Es loco. 
Sí. El otro día miré el celular y me salió un recuerdo de 2020. Me vi re pibe, y pensé, wow, cuántas cosas me pasaron. Y me di cuenta de que pocas veces me detuve a pensar todo lo que viví. He estado en modo automático un poco. Ahora intento frenar la pelota, mirar a los costados y darme cuenta de todo. Es muy rápida mi vida y yo la vivo como si fuese normal. Creo que parte de crecer es empezar a disfrutar más de los momentos sin apresurarse y estar presente. ¿No fue Rosalía la que dijo en una entrevista que nunca iba tarde porque iba a su propio ritmo? Pues lo mismo, no tengo por qué apurarme.
Seguro que así vives mucho más en paz, desde luego. 
Mirá, cuando hice el Movistar Arena en Buenos Aires, fueron ocho noches. Tenía mucha presión de que todo saliera perfecto, porque era un show re complejo: coreografías cronometradas, escenografía, yo salía volando con un arnés… todo muy medido. La segunda, cuando terminé el show, sentí un alivio tremendo. Me paré en medio del escenario, miré a toda esa gente, vi a mis abuelos, a mis amigos, todos gritando, y me puse a llorar como un niño. Me dije, ¡qué bueno poder verlo, observarlo, caer ahora en lo que está pasando, no una semana después! Poder agradecerlo en ese momento, mientras está pasando. Eso es lo que me importa ahora: estar presente.
Me sorprende mucho la capacidad de reflexión e introspección que tienes. Hay gente que no reconoce en sí misma, o no sabe expresar lo que siente. 
Sí, es que no puedo fingir otra imagen. Obvio que mi personalidad tiene muchas esquinas, como la de todos, pero no siento la presión de fingir algo que no soy. Creo que el permitirme ser real conmigo mismo es lo que me deja fluir con lo que siento. Tampoco voy a hacerme el pistolero, ¿entendés? Más allá de que vengo de un barrio donde hay armas, robos, mucha droga, delincuencia... si no es lo que me nace, no lo voy a forzar para parecer más cool o para cumplir un rol en la sociedad. También siento que crecí muy rápido, me pasaron muchas cosas, y trato de ser objetivo conmigo. No soy duro al punto de castigarme o insultarme si algo me sale mal. Me trato como trataría a un amigo, y eso me da una perspectiva que me permite cuestionarme ciertas cosas. También creo que cuando te dedicas a algo artístico tan pronto, tienes que tomar decisiones muy de adulto para llegar. Yo, por suerte, siempre supe lo que quería hacer, tenía clara mi meta. Cuando por fin la cumplí, fue como si mi cabeza hiciera un giro completo.
¿Cuál era?
Sacar a mi familia del barrio. Tener para comer, que mi mamá dejara de trabajar y mis abuelos pudieran descansar. Esa era la meta. Y como siento que ya llegué, a la hora de generar vínculos no busco llegar a ningún lado. Veo mucha gente que se acerca a otros por interés, para escalar, lo entiendo y respeto, pero yo necesito conectar desde lo humano. Y cuando empezás a conectar desde ahí, ves otras cosas más profundas. Empezás a analizar actitudes, historias, las comparás con la tuya y ahí creces como persona.
También me imagino que tus prioridades deben ser muy distintas a las de alguien que siempre lo tuvo todo. Y habrá quienes intenten absorber tu luz porque no tienen nada para dar. ¿Te ha pasado? 
Sí, muchas veces. Cuando arranqué, trabajé con gente que vio potencial en mí, pero también se aprovechó mucho de mi ignorancia. Yo no había terminado la escuela, no entendía nada de contratos ni de lo que significaban ciertas cosas. Y firmé uno que después, cuando mi carrera empezó a despegar, me costó muchísimo romper. Mi equipo actual tuvo que pagar como ciento cincuenta mil dólares para romper ese contrato. Y yo, mientras tanto, escuchaba que los otros me decían: “Queremos verte crecer”, “esto es por tu bien…”, pero después, cuando se trató de soltarme, me pusieron un precio altísimo. Ahí te das cuenta de las intenciones reales de la gente. Todo eso te va agudizando la mirada, ¿viste? De todas formas, no tengo rencor. Mucha gente me hizo mal, pero no odio a nadie. Siempre trato de ver el lado bueno de las cosas, y hasta soy bastante empático. Pienso, bueno, me cagaron, pero capaz lo necesitaban. Algo les sirvió. Y yo estoy bien. Me quedo con lo que hago yo, porque lo único que realmente nos pertenece acá son nuestras propias acciones. Lo que hagan los demás habla más de ellos que de mí.
¿Y no te pasó alguna vez que por empatizar de más terminaste sacrificando tus propios límites?
Un montón. Hasta que empecé a trabajar en mí. Empecé a ir al psicólogo, a generar hábitos y a pasar tiempo solo. Antes odiaba estar solo, llevaba a todo el mundo a todos lados. Hoy en día me gusta estar en mi casa, pintarme un cuadro, cocinar, mirar una película, tener mis rutinas, ir al estudio… Tengo mis misiones conmigo mismo. Cuando empezás a trabajar en vos, conocer tus límites, y respetar tu espacio, empezás a quererte más. Te das cuenta del bien que podés hacerte vos mismo, y eso también cambia la forma de relacionarte. Hoy si voy a ver a alguien, quiero que sea nutritivo. Quiero charlas que me hagan crecer. Antes salía por salir, pero ahora pienso, ¿y si me quedo en casa, no estaría pasándola mejor? No dependo de nadie para estar bien. Lo único que realmente me importa es la salud de mi mamá y de mi familia. 
Tu hermana y tu madre son superimportantes, ¿no? 
Obvio. Son mi vida. Mi mamá siempre fue la que me mantuvo con los pies en la tierra. Sin ella yo hoy no estaría acá. Viste que el padre es más propenso a fallar en la familia, pero el vínculo con la madre es más fuerte. Y mi entorno nunca cambió. Mis amigos siguen siendo los mismos desde los catorce años, y siguen tratándome igual. Para ellos siempre fui el mismo. Si me tienen que pegar una colleja, me la dan. Eso me parece un gesto muy lindo de su parte. Son genuinos. 
¿Sigues viviendo en Monte Grande? 
No, ahora vivo en Buenos Aires. Mudé a mi mamá y a mi hermana también. Igual, muchas veces busqué casa para volver a vivir en Monte Grande, pero ni mis amigos ni mi familia me dejan. Es peligroso, ¿viste? A la que se enteren de que vivo ahí, me van a ir a robar. Ya sabés, en Argentina las cosas son complicadas en ese sentido. Pero me encanta ir. Siempre que vuelvo de un viaje, bajo del avión y voy directo para allá. Me quedo con mis abuelos, con mis amigos de toda la vida. Y cada vez lo valoro más. 
“Yo salí de la mierda y pude romper un montón de barreras. Hoy puedo volver al principio, y con todo esto que he aprendido, bajar data más interesante”.
Llegar a tu lugar de paz. 
Eso es re lindo. Mi gente me quiere. Hay murales con mi cara en mi barrio, la verdulera se vuelve loca cuando voy a comprar un kilo de cebollas. Ese cariño es muy reconfortante. Y yo trato de devolvérselo como puedo. Llevé a Duki a dar un concierto benéfico. Todo lo recaudado lo repartimos a diferentes lugares de Monte Grande. Para mí es muy importante mi barrio y mi gente. Me encantaría poder volver, pero es complicado. En Capital, que es como Madrid, la gente ya está más acostumbrada a ver a conocidos. Pero en Monte Grande no puedo ni salir a la esquina. Una vez fuimos al centro y se juntaron cuatro mil personas en la plaza solo por verme. 
Dices que Monte Grande es peligroso, y eso también deja claro el contexto en el que creciste. ¿Por qué nunca te tiró el camino de las drogas o la violencia? Es difícil desafiar tu propio entorno. 
Yo creo que a todos nos distingue la percepción. Yo puedo decir una frase y que vos te la tomes mal, mientras que otra persona la puede interpretar para bien. Desde chicos vamos creciendo con una forma particular de ver el mundo y entender las cosas. Hay niños que son superartísticos, hay otros que son más de jugar, de llorar, de gritar, otros son más tranquilos. El otro día fui a un orfanato y había algunos que se notaba que estaban muy enojados con la vida desde muy pequeños, te hablo de siete años máximo. Pegaban patadas a otros chicos, los empujaban, ¡pero había otros que defendían a los más chiquitos! Ninguno de ellos sabe controlar sus emociones, pero cada uno las maneja de una forma. Y creo que simplemente es eso: una actitud del alma, algo inconsciente.
¿Entonces tiene que ver con cómo viste la vida desde pequeño? 
Yo vi cosas muy crudas desde muy chiquito. Estuve en muchos ambientes donde la gente estaba drogada, muchas veces me ofrecieron y vi pasar droga frente a mí, y nunca pensé, si hago esto soy más cool. De hecho, mi mamá siempre me enseñó a tener mucho respeto por la droga. Y, bueno, yo justamente tuve un papá que tuvo muchos problemas con las drogas y eso me marcó. Él es un tipo muy inteligente, siempre le tuve mucho respeto, pero lo vi destruido por la droga y es una pena. La droga te acaba convirtiendo en un villano, y yo no quiero ser un villano. 
O sea que elegiste el camino del héroe. 
Yo elegí el camino contrario a lo que vi alrededor. Al final siempre vuelves al inicio, a cómo las cosas te representan dependiendo de tu infancia, tu crianza, si tus padres confiaron en vos o no… Todo eso marca. Aprendí mucho sobre eso con el psicólogo. Después me di cuenta de que tenía un montón de actitudes que no me pertenecían.
¡Total! Te das cuenta de que muchas las has mamado de tus padres, y que probablemente repites patrones. Es difícil desprenderse de eso.
Sí, es un trabajo de mirar hacia adentro. Cuando lo haces, te das cuenta de que muchas cosas no te pertenecen y que no hay por qué seguir patrones que no formaste. Tal vez tus padres también cargaban con patrones de sus padres, y así sucesivamente. Pero siento que esta generación se conoce más a sí misma. Antes era ‘yo soy así porque mi papá era así’, pero ahora hay chance de elegir otra cosa.
¡Fuck generación de cristal! 
No sé, a mí la verdad no me molesta ese concepto. Nadie es perfecto. Todos tenemos algo que nos duele o que nos molesta, seas de cristal o no. Todos tenemos nuestra cosa. Depende de cada uno cómo lo maneja. Transitar las emociones también te hace más fuerte. Hay mucha gente que piensa que mostrar vulnerabilidad es una debilidad, pero es lo más fuerte que puedes hacer. 
Darle a una persona todas las pistas para hacer lo que le dé la gana contigo pero no dejárselo hacer. Es una lección de fortaleza después de todo. 
Vos lo dijiste. ¿Quiénes son los cobardes al fin de al cabo? Los que se guardan todo, fingen y después se sienten mal. Aunque, mira, siempre nos van a juzgar, eso es así, y justamente somos juzgados por pecadores también. Lo loco es que somos todos pecadores en este mundo, pero jugamos a que somos santos. Hay gente que dice: “Fulano es un hijo de puta, qué mala persona”, pero capaz que vos hiciste lo mismo. 
¿Crees en Dios?
Obvio. No sé si en el Dios de la iglesia, pero sí, yo le pongo ese nombre. Nunca sabremos realmente qué es, pero sí, siempre estuvo muy presente en mi camino, desde chiquito. Fue una de las cosas que me mantuvo alejado de la mala vida. Mi mamá me llevaba a la iglesia, ¿viste? Hace poco volví a la que iba de niño y fue muy fuerte, porque sentí que el pastor me estaba hablando directamente a mí, como retándome, ¿entendés? Como si me estuviera dando un mensaje. Eso me pasó muchas veces. Yo interpreto esas señales, hablo con Dios. A veces, en cualquier momento random, cuando nadie me ve, agradezco estar vivo. Para mí eso ya es un milagro. El mundo es hermoso, lo arruinamos nosotros.
Mi abuela dice que el infierno está aquí. Que el demonio se manifiesta en ciertas personas. 
Sí, total. También hay gente que cree en los dioses infernales, como Yung Beef. Quizá todo esté al revés. ¿Quién puede juzgarlo? Nadie sabe cuál es el Dios bueno o malo. Yo creo en el Dios que creo que es bueno, el creador de todo. Pero sí, siento que hay cierto poder terrenal en los dioses infernales; tienen un poco más de influencia acá. A los nueve años fui a un retiro espiritual en Argentina, a una iglesia cristiana, y vi a gente vomitar sangre, a otros hablar en lenguas… como sacándose los demonios. Era muy fuerte. Sentías que algo pasaba ahí. Esa energía existe, y a veces siento que penetra más fácil. Hay muchos chicos perdidos, lugares que podrían perfectamente ser el infierno en la Tierra: villas, favelas, barrios tomados por la maldad. Vi a compañeros del colegio apuñalarse. A mí también quisieron hacerlo. Es fuerte decirlo, pero a veces siento que el verdadero infierno es este.
Justo pienso en los últimos videoclips tuyos, Señorita o Sometimes. Hay una estética muy dark, un poco satánica, con figuras religiosas, iglesias… ¿esa energía también se trabaja visualmente?
Sí, pero es más estético que otra cosa. Yo soy un chabón de luz, lo sabe la gente, pero tengo fanatismo por lo dark. Me gustan las catedrales, las gárgolas… el Duomo de Milán lo tengo tatuado. Todo eso me flashea. Pero el mensaje va más por el lado de lo gótico: lo bueno dentro de lo malo, lo malo dentro de lo bueno. Nada es tan blanco ni tan negro. Las gárgolas, por ejemplo, parecen demonios, pero en realidad protegen a la iglesia de ellos, los ahuyentan. Lo mismo con el cuervo que tengo tatuado. Es negro, pero es un animal inteligente, que incluso puede imitar la voz humana. Todo eso me fascina. Me da un caparazón artístico.
¿Y cuál es la diferencia entre Gotti A y Gotti B?
Gotti B es como el deluxe, pero no quise ponerle deluxe. Es un poco la continuación de esa estética. Son canciones que habían quedado fuera de Gotti. Es que hice como cien canciones... noventa y pico quedaron fuera.
¡Bueno, puedes sacarte otros tres álbumes de ahí!
Ahora estoy buscando un concepto nuevo. Quiero profundizar más en mi música. Siento que ya aporté mucho al ‘mueve el culo’ con canciones como Bombona, que no dicen nada pero ayudaron a que mi carrera creciera y me pusieron en el lugar en el que estoy. Ahora me puedo relajar y hacer un disco que no esté pensado para que pegue. Que me represente, que proteste por mí y por muchas cosas. Quiero hacer canciones con storytelling, hablar de cosas que pasan en mi barrio, hacer crítica social, hablar de las clases sociales…
¿Como un regreso al origen, al rap protesta?
Exacto. Creo que el artista no es político, pero el lugar que ocupa medio sí lo es. Además, yo empecé escuchando hip hop. Luego vinieron los latinos, pero mi primer contacto fue el rap. A los siete años ya escuchaba a Eminem, 50 Cent, Snoop Dog, y a los doce ya estaba en un parque rapeando. No hay nada más puro que eso para mí. Volver ahí es como cerrar el círculo. El mensaje del rapero es ese: “Salí de abajo, me comí el mundo”. Yo salí de la mierda y pude romper un montón de barreras. Hoy puedo volver al principio, y con todo esto que he aprendido, bajar data más interesante. 
¿Tiene que ver esto con el post de “murió Tiago, ahora soy Gotti” que subiste en enero? 
Sí. Fue, en parte, una jugada de marketing, la más quemada del mundo: borrar fotos, dejar de seguir gente, poner: “Se viene un cambio”. Todos lo han hecho. Pero con el tiempo tomó más sentido. Al principio era por el disco, pero luego entendí que Gotti marcaba una etapa. Como cuando Taylor Swift cambia de era. Gotti representa una era muy marcada en mi carrera. El día de mañana, si sigo haciendo shows, voy a poder presentar distintas etapas: el Tiago de la plaza, que la rompió con un par de canciones; luego Gotti, con una estética más oscura… y nadie sabe qué vendrá después. Eso sí: quiero volver a usar el nombre Tiago, pero siendo más adulto. 
¿Y por qué Gotti? Yo pienso en John Gotti, el mafioso.  
En realidad, Gotti es casi Tiago al revés. Repite: Gotti o Tiago muy rápido. ¿Ves que suena igual? Es un juego. Mis amigos me dicen Gotti desde chico, por eso.
Vale, entendido, quieres hablar más en serio en tus letras pero, ¿no lo haces ya? No te pasas el día flexeando en tus lyrics. Yo veo que ya eres un artista maduro, siento que se te puede tomar en serio. 
Sí, pero creo que hoy en día quiero romper la cuarta pared, conectar con el público desde otro lugar. Como lo que hace Kanye. Viste que dice algo así como “sácate las cadenas, sácate el bolso de Vuitton, sácate el auto de Lamborghini, la mansión y, ¿qué sos? Sos feo, igual que yo”. Es tan real, tan sincero y tan simple a la vez. También es verdad que en la música se ha perdido un poco el contenido. Ya no hay clásicos que duren quince o veinte años. Todo se pasa de moda muy rápido. En los shows me doy cuenta: hay un público que se sabe todas tus canciones, de la primera a la última, y hay otro que solo espera que suene Bombona y luego se va. Yo quiero al público duro. El que conecta con mi mundo. Eso es lo que quiero construir ahora.
¿Crees que ya no hay un propósito detrás de los artistas?
Muchos no proyectan nada más allá. Y está bien. No todo tiene que tener un propósito, y cada uno se toma esto como quiere. Pero yo ya hice la plata suficiente para que mi familia esté bien. Ya hice los números, ya llené charts, y no me llena eso ahora.
Antes hablabas de Duki. Siento que los dos tenéis un propósito. De alguna manera animáis a los chavales a mirar más allá. Que sí, que está genial tener una camiseta de Gucci o lo que sea, pero al final, luego te mueres, ¿y qué? 
O cambiar el concepto, ¿viste? Como, ok, conseguí un bolso, genial. Pero yo ya no le doy el mismo valor que le daba antes.
Además, ahora aunque cuesten más tienen mucho menos valor que hace veinte años porque se producen en cantidades ingentes. El precio es altísimo no por la calidad sino porque hay campañas de comunicación gigantes que pagar. Es un poco la rueda en la que estamos todos metidos. Las cosas no valen lo que cuestan, cuestan el ruido extra de alrededor.
Todo el tiempo pienso, ahora me voy a comprar ropa trucha y me chupa un huevo si es original o no (ríe). Este bolso de Gucci, por ejemplo, se lo presto a mis amigos, y que lo flexeen por Monte Grande. ¡Imagínate hacer un vídeo en mi barrio, con un Lamborghini, mis amigos en traje o una HBA! Sería una burla a esta idea de la high society que nos tacha a los pibes del barrio bajo como si no valiéramos nada. En fin, yo tengo un montón de amigos que son superinteligentes y están saliendo adelante. Y, la verdad, si venís del barrio tenés otros valores que no existen en las grandes ciudades. Yo en Capital ni conozco a mis vecinos, nadie me saluda. Pero en Monte Grande, si se me corta la luz, el de al lado me pasa corriente; si no tengo agua, me da. Es otro código.
Justo quería preguntarte por esta hostilidad de la que me hablas en la sociedad. ¿Qué lo es más: la fama o el barrio? 
A veces tengo mis dudas. La gente es muy pose. Siento que yo no encajo en estos entornos de aparentar. A veces estoy en una fiesta y estoy medio solo, sin hablar con nadie. Yo no encajo ahí. Pero, bueno, voy porque me gusta también romper con ese estereotipo. Como cuando apareció A$AP Rocky por primera vez en los desfiles de París. Rompía con todo.
Ya es un icono por eso. ¡De Harlem y ahora en campañas de Bottega Veneta! Pero, ¿no te da pena que las grandes marcas se lucren con esa imagen gangster?
Al final, el sistema está diseñado así. Ambas partes pueden sacar beneficio de ello. Pero sí, es raro ver cómo te encasillan. Hace poco mandaron un PDF de los perfiles con los que iba a coincidir en un evento, y me pusieron en el grupo de los ‘no tan creativos’, ¡como si no tuviera algo que aportar! Pero no me lo tomo mal, me da igual todo eso.
Bueno pero aunque no seas influencer como tal, hay mucha gente que piensa, joder, este tío salió de Monte Grande y está ahí. Que tú estés ahí ya es un mensaje en sí mismo. 
Sí, y me permito entrar al trapo porque todavía soy pendejo y tengo la edad para hacer estas cosas, pero va a llegar un punto donde diga, listo. Me compro una casa en la Patagonia, rescato unos perros, tengo mis hijos y ya está, ¡que se vayan todos a la concha de su madre! Si pudiera, lo haría ahora mismo: pareja, un hijo, un estudio, mis perros... Pero soy muy objetivo, y sé que no es lo más óptimo. Ahora toca otra cosa.
Como ir a Ibiza a un evento de moda. Que no está mal, pero… a veces en la moda hay mucha gente al borde del colapso. Obvio que todos queremos hacer bien nuestro trabajo, pero no estamos salvando vidas. ¿Cuál es el problema? Hay jefes machacando a gente de su equipo por tonterías. Todo porque creen que eso es importante. Pero no lo es. Solo lo parece porque alguien por encima lo dice. No hay criterio real. Falta perspectiva.
Hay cosas que son importantes y otras que simplemente no. Yo, la verdad, cada vez tengo más claras mis prioridades. Justo publiqué una historia antes de subir al avión que decía: “A estas alturas me chupa un huevo todo. Quiero estar en mi barrio, comiendo el guiso de mi abuela”. Y muchos amigos me respondieron: “Ya va a llegar ese momento”. Y sí, ahora me toca darlo todo. Tengo la energía, quiero crecer lo máximo posible, hacer cosas grandes y retirarme cuanto antes.
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Camiseta CARRIERI, chaqueta GARCÍA MOCHALES, pantalón ELIXIR, botas DR. MARTENS, gorra FLORIACH ARCHIVES.
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Chaqueta CARRIERI, gafas GUCCI, anillos UNODE50.
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Chaqueta y pantalón AILE.
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Chaqueta CARRIERI, camiseta DIESEL, pantalón ELIXIR, gafas GUCCI, botas DR. MARTENS, joyas UNODE50.
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Americana y pantalón DAME APRÈS PARIS, collar DAYS OF WAR, anillos UNODE50.
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