A estas alturas creo que ya está fuera de toda duda la calidad de la adaptación que HBO ha hecho del celebre videojuego The Last of Us. Bastante se ha escrito ya desde el primer episodio estrenado hace dos semanas del fantástico trabajo que el tándem formado por Craig Mazin y Neil Druckmann están llevando acabo. Pero es en el tercer episodio disponible desde ayer, Mucho, mucho tiempo, cuando han dado un verdadero golpe sobre la mesa. Estamos ante algo único y muy especial.
El primer episodio de la serie llama a engaño. Si no sabes nada del videojuego podrías pensar que estamos frente a una nueva, pero ya muy manoseada, historia de zombies. Preciosamente hecha, maravillosamente ejecutada y con un reparto sólido y carismático, pero la clásica historia de zombies. Por su parte el gamer sabía que venían curvas, pero ya dicen que el diablo está en los detalles, y es lo que está agregando esta serie al universo The Last of Us lo que le está dando la dimensión que está adquiriendo. Primero hay que mencionar las intros de los dos primeros episodios, que además de ayudar a darle más profundidad y lógica al mundo que veremos, dejan un regusto aterrador e incómodo después de los años covid al mostrar los estragos causados por el cambio climático y los posibles riesgos que conlleva la globalización comercial, una manera exquisita de ponernos en situación. Es en el segundo episodio cuando vemos que la serie se va alejando de lo que podríamos llegar a temer, otra simple The Walking Dead. Y es que, sí, hay monstruos infectando a base de mordiscos a quien se acerque, pero donde brilla es en cómo retrata la relación de las personas, Tess y Joel, Joel y Ellie, y ese viaje que van a emprender. Y llegamos a Mucho, mucho tiempo, y sin hacer mucho spoiler, por si aún no te has atrevido a entrar en el mundo de los Cordyceps, la serie va y se marca un Up, y nos deja mirando una ventana abierta, boquiabiertos y con el corazón en un puño.
Habrá acción, por supuesto, habrá sustos, por descontado, pero si hay algo por lo que será recordada esta serie, si sigue por este camino, es por cómo nos enseña relaciones como la de Bill y Frank. Así que si viniste por los saltos y los gritos, cuidado, lo mismo te quedas por los llantos. Mazin y Druckmann nos están llevando por un camino cada vez más oscuro, pero quieren dejarnos ver que al final puede que haya luz, y que perseguir esa luz vale la pena, y más si estamos acompañados.
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