¿Os acordáis de aquella escena de American Horror Story en la que Jessica Lange cantaba una versión de Gods & Monsters de Lana del Rey? Fue en la cuarta temporada, bajo el subtítulo Freak Show, donde Jessica interpretaba a Elsa Mars, la dueña de un peculiar circo que servía de refugio para marginados y parias. ¿Y qué decía exactamente esa canción? Pues que estaba jodida, asustada, haciendo lo necesario para sobrevivir… brillando como un faro ardiente. Y ha sido viendo Superestar, la nueva serie de Suma Content, cuando me ha venido a la cabeza aquel legendario momento de la antología de Ryan Murphy, porque define a la perfección el circo de dioses y monstruos que retrata esta nueva ficción de Netflix España.
Superestar aborda el fenómeno del llamado ‘tamarismo’, originado por la cantante conocida antaño como Tamara, luego Ámbar y más tarde Yurena, que abrió una auténtica grieta en la televisión española de principios de los 2000. Por esa grieta se colaron personajes tan bizarros como inolvidables, primero en Crónicas marcianas y luego en todo programa que se preciara, regalándonos dimes, diretes y momentos a medio camino entre lo sublime y lo esperpéntico.
Liderada por una descomunal Ingrid García-Jonsson —probablemente en uno de los mejores papeles de su carrera—, la serie, dirigida por Nacho Vigalondo y producida por Los Javis, se presenta como una galería de interpretaciones delirantes, escenas surrealistas y música a raudales. Un antibiopic que no pretende contar la realidad, sino ofrecer una interpretación de las sensaciones, emociones y delirios que vivieron un puñado de personajes en aquella España que empezaba a descubrir la televisión más loca y desinhibida, la misma que, años después, acabaría derivando en lo que conocimos como el universo Sálvame, y que nos acompañaría durante más de una década (desde aquí reclamo una serie sobre el programa de Jorge Javier Vázquez, por favor).
Ahí está precisamente lo mejor de Superestar: en la libertad que desprende. No busca un visionado fácil ni contentar al espectador más cómodo. Aquí se trata de homenajear una época indescriptible, y hacerlo del único modo posible: a golpe de surrealismo. Rubias explosivas, arlequines deleznables, videntes conspiranoicos, pop stars redimidas… e incluso Diego Ibáñez con flequillo alisado. ¿Estamos en La dimensión desconocida? Podría ser.
Pero no nos engañemos: esto ocurrió de verdad. Por eso la serie se estrena junto a un documental, Sigo siendo la misma, que retrata el presente de todos los implicados en el ‘tamarismo’, personas que, de alguna manera, siguen viviendo bajo aquella máxima que Buffy Cazavampiros proclamaba mientras patrullaba las azoteas de San Francisco: Aunque el mundo cambie… nosotros no siempre cambiamos con él.