Tras dos años en mute, vuelve al ruedo con nuevo disco, nueva gira y un sold out tras otro. En la Sala Apolo de Barcelona, dentro del marco de conciertos del Series B, la fila era un spoiler de lo que se venía: sus fans, como es costumbre, bien pegados. La espinita de que no viniera al Festival B aún dolía, pero esta noche era rendición o nada. Con su aura de chico misterioso y un setlist aún por desatar en Barcelona, la pregunta no era si cumpliría las expectativas, sino hasta qué punto las destrozaría.
Y, como era de esperarse, se hizo de rogar. Pero si eres fan, ya sabes que Sticky y la puntualidad son enemigos naturales. No importa, la espera siempre compensa. Mientras tanto, el DJ subía la temperatura con un trap gringo que hacía vibrar la sala. Las luces verdes empezaban a teñirlo todo, los móviles en alto, listos para cazar el momento de su salida. El show estaba al caer y las Pegajosas Aventuras de Sticky M.A., a punto de empezar.
Arrancó con 0’s, producida por Steve Lean, primera en encender la mecha. Un temazo de 2019 que se niega a envejecer, seis años después y sigue rompiéndolo. Porque Sticky tiene ese don: el de no traicionarse nunca. Su estilo no se oxida, se afila con el tiempo. Algunos dirán lo contrario, pero que digan lo que quieran, la respuesta está en la gente, en cada fan que grita sus letras como si fueran propias. Y si el Sticky de 2018, el de Agorazein, pudiera verse hoy… flashearía. Las predicciones de To pue’ ser se cumplieron. Lo que soñaba lo está viviendo. Y eso se nota, no solo en el escenario, sino en cada coro, en cada verso que ya no es solo suyo, sino de todos los que le acompañaron en este viaje.
Y toda esa emoción explotó en pogos que no dieron tregua. Tom Ford hizo los honores, otro temazo que seguirá sonando en 2030. Lo mejor de 5ta dimensión no solo sacudía la sala, sino que lo atravesaba. Al otro lado de la pared, en la Sala 2, algún grupo de rock progresivo intentaba hacer lo suyo. Mala suerte. Sticky ya había convertido el Apolo en tierra sagrada. Y cuando sonó No sé qué coño me has hecho, la sala entera se rindió. Manu flotaba sobre una estructura en forma de corazón, casi angelical, mientras el desamor hacía estragos abajo. Gritos, alguna que otra lagrimilla y un puñado de almas cantando como si exorcizaran un demonio. Qué bonito el drama compartido.
Cuando ya nos tenía bien calados, soltamos la nostalgia y subimos de nivel con su nuevo disco, Las pegajosas aventuras de Sticky M.A II. Listos para el estreno, con la energía aún en su peak, arrancamos esta nueva fase con gráficos de fondo de esta estética de videojuego tan suya. Shampoo, con su beat chicloso y glitchero, nos puso en bucle: “Tú y yo, fluyo, no sé si soy tuyo...”. Ki Infinito nos llevó a otra dimensión con ese opening de anime y esa guitarra que te transporta. Y Reg, con su energía explosiva, desató muchos más pogos, definitivamente ha creado un reino por el que ahora todos corren. Y entre tanto subidón, llegó lo que todo el mundo esperaba: TKM, el himno. Pero prácticamente ni se lo escuchaba a él; sus fans se dejaron hasta la última barra de vida cantándola.
Sin darnos cuenta, todo se tiñó de rojo. Directos al infierno nos fuimos con Diablo, el postre de la casa (si eres fan, ya sabes que esta siempre es la última). Y la disfrutas porque no hay de otra. Mágico y rápido, así fue el concierto. Parpadeas, el éxtasis sigue en el aire… y Sticky ya no está en el escenario. Pero no nos dejó con las manos vacías, antes de irse, nos dejó un último drop: este jueves suelta nuevo EP.
GG, Sticky. La princesa está a salvo. Nos vemos en la próxima.

