Salimos temprano con las pistolas de agua cargadas hasta su tope para disfrutar la última jornada del Sonorama Ribera como se merece. Quemando el asfalto de la Plaza del Trigo entre los beats electrónicos y folclore castellano de El Nido, antes de recibir la bendición final por Queralt Lahoz.
Es sorprendente cómo tras cuatro jornadas de festival día y noche, los castellanos supieron reservarse sus mejores energías para disfrutar a un colectivo que está revolucionando su panorama. Los burgaleses El Nido reinventaron sobre el escenario la tradición castellana, preservada del olvido gracias al trabajo de Agapito Marazuela, a través de más de media decena de instrumentos tradicionales combinados con sintetizadores que elevan ese legado a la posmodernidad de una Castilla que, entre campos amarillos, busca un lugar donde montar la rave. Sus remixes de artistas como Rodrigo Cuevas o Rozalén fueron para muchos el culmen frenético de quien no está dispuesto a abandonar la fiesta por la puerta de atrás. Aunque si hubo un momento que fue una auténtica revolución tanto de energía como de bpms fue cuando Sandra Delaporte subió a cantar con ellos su último tema juntos, TUCUCU.
Antes de abandonar la Plaza del Trigo para disfrutar del concierto de Queralt Lahoz en el escenario El Charco nos encontramos con la sorpresa de clausura, el gallego Carlos Ares. Su folk de pausas medidas, letras directas en constante superposición, y multiinstrumentación que le permite llevar el folk al terreno que le venga en gana, se sintió como una bendición para quienes no pudieron ver luego a Queralt Lahoz. Carlos Ares enamora porque no es Dios ni mesías, sino que, como canta en su canción más conocida, es peregrino; y sus adeptos seguirán su vibrante timbre y su poesía hasta el final del camino.
La orgullosamente charnega Queralt Lahoz demostró en El Charco que la etiqueta urbana se le queda pequeña. Rap, boleros, pop y electrónica experimental dominaron el escenario con la presentación de su último trabajo 9:30pm, además de alguno de sus más hits más clásicos como Con poco. La colomense agradeció a su público “venir el domingo con toda la resaca de cuatro días”, y alivió a sus fans del calor bajando junto a ellos y cantando mientras les disparaba con su pistola de agua. Un momento que a pesar de ser de masas se sintió tremendamente familiar. Igual que el Sonorama Ribera, que, aun contando con doscientos mil asistentes, mantiene uno de los públicos más auténticos y cercanos del circuito de festivales. 
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El Nido
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Carlos Ares
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Queralt Lahoz