Dos de las casas de moda más celebradas de todos los tiempos, Alexander McQueen y la Céline de Phoebe Philo, fueron la escuela de Sonia Carrasco, quien ahora vuelca todo el conocimiento adquirido en su marca de moda, un proyecto que siente tan suyo como del equipo con el que había soñado desde pequeña. Allí aprendió de qué iba todo esto de la moda, se olvidó de los horarios para desvivirse por y para el trabajo, e inevitablemente llegó a sentirse muy sola. No fue fácil, insiste la diseñadora valenciana en esta entrevista en la que se abre en canal, pero mereció la pena.
Entrevista extraída de ACERO vol. 7, publicada en abril de 2024. Hazte con tu copia aquí.
Desde que arrancase con su proyecto allá por 2020, Sonia Carrasco se ha ido haciendo un hueco, sin pausa pero sin prisa, en la escena de la moda internacional. Resulta curioso que sea ahora, a raíz de su nominación al premio Vogue Fashion Fund y de haber vestido a Kylie Jenner o Bad Gyal, entre otras muchas, cuando su nombre empieza a sonar con fuerza en España. Un país que dejó con una maleta llena de ilusiones (y copias de su portfolio) en busca de una oportunidad, la cual le acabaría dando Sarah Burton propiciando su traslado a Londres. Repasamos su aventura de infarto, ya desde su taller en Barcelona, con escala en las piedras que se ha ido encontrando en el camino.
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Sonia, en tan solo unos días pondrás rumbo a París para presentar tu nueva colección. Imagino que todo está siendo un no parar, así que aprovecho para agradecerte que hayas sacado un ratito para atendernos. ¿Cómo estás viviendo la cuenta atrás? ¿Sientes que tienes todo bajo control?
Sí, vamos a presentar en París la nueva colección a nivel editorial. En el momento en el que estamos con la marca, creo que es mucho más interesante. Ya habrá tiempo para hacer shows, eso llegará, pero por ahora lo hacemos a nivel editorial y así todo está bajo control. Estamos viendo que la atención hacia nosotros está creciendo. Hay más interés, estamos en un momento de intentar posicionar la marca y hacer que la ropa hable por sí sola. No somos de precipitarnos, tampoco lo necesitamos. 
Veo que hablas en plural cuando te refieres a la marca, a tu equipo. ¿Quiénes estáis detrás de Sonia Carrasco?
Hablo en plural porque creo que esto no tiene que ver solo conmigo. Yo le doy el nombre y mi cara como directora creativa y fundadora, pero aquí lo importante no soy yo. Lo importante es la ropa, el mensaje que creamos y lanzamos, y quiero que ese lenguaje sean las piezas en sí mismas. Somos un equipo pequeñito de tres personas, estoy centrándome mucho en que el team sea muy técnico. Nosotros lo que hacemos en Sonia Carrasco es sastrería y mucha artesanía, y eso requiere de perfección. 
¡Sois muy pocos! Creo que es importante que esto se sepa, porque muchas veces da la sensación, tanto en las marcas como en las revistas, de que hay equipos mastodónticos detrás. Nada más lejos de la realidad.
Totalmente, somos un equipo muy reducido. Luego lo que tenemos son interns, es decir, gente de prácticas, que son de gran ayuda y tienen un valor muy importante en cada colección. Todo se guía al final un poco por mi experiencia, aprovechando lo que he ido aprendiendo en las casas donde me he formado, Céline y Alexander McQueen. En las escuelas te enseñan lo que tienes que hacer, en el máster también, pero donde aprendes realmente es en la práctica. La moda es dura, no solo es diversión.
Tú que estás en contacto con gente joven, con personas que como dices hacen de esta experiencia su escuela aunque luego cada uno tome su rumbo, ¿sientes que se está perdiendo el interés por la parte más técnica del diseño como el patronaje?
Diría que 50-50. Sí que hay perfiles que están más interesados en la parte técnica dentro del proceso de creación de una colección, pero muchos jóvenes, y más cuando vienen de escuelas de diseño, piensan que lo más importante es el concepto, la idea, el crear. Y no lo es, te lo digo yo (risas). Más aún cuando creas una marca, que es una empresa. Yo misma lancé la marca pensando que todo era diseñar y crear, pero cuando estás dentro te das cuenta de que no es así. Diseñar es una de las bases, pero tienes que gestionar producción, equipo y un montón de cosas más. Yo es lo que intento explicar aquí. Por supuesto que hay que entender el esqueleto de la pieza, y cuando digo pieza me refiero a prenda. No me gusta llamarla prenda porque parece que no le das valor.
Tus piezas recorren el mundo a una velocidad de vértigo, saltando del armario de Kylie Jenner al escenario de la mano de Måneskin. ¿Brindas con champagne cuando se producen estos hitos o intentas normalizarlos y seguir concentrada en tu trabajo?
Ambas cosas, ¡todo! Hay que celebrar cualquier mínimo paso adelante, cualquier aparición de un artista, actriz o celebrity. Hay que celebrarlo, también cuando firmas una tienda más, ¡todas las cosas buenas! Creo que el ser humano tiende a centrarse en lo malo y no celebra lo bueno, y hay que hacerlo. Y por supuesto, al mismo tiempo tengo esa parte de pies en el suelo. Ahora es cuando los artistas están empezando a contactarnos, y ellos llegan muchos más alto que nosotros. Entonces, si nos sentimos representados con su mensaje, vamos a tope con ellos. No es nada que busquemos, son oportunidades que van apareciendo. Te puedo decir que damos muchos más noes que síes. Soy de pensar que no hay que estar en todos los sitios, prefiero estar en lugares que realmente siguen nuestro camino y nuestro mensaje. Hay muchos noes, claramente, pero los síes los celebramos, por supuesto.
De esos síes, ¿cuál es el que has celebrado con más emoción?
Te voy a ser sincera. El que más emoción, porque creo que fue el primero importante, o como se dice,  A-list en las celebrities, fue Kylie. La noticia me pilló en un avión, a punto de despegar. Me empezaron a llegar mensajes preguntándome, “¿esto es tuyo?” (Risas). ¡Lo celebré sola! Hice capturas al primer post que ella subió antes de perder la conexión. Su estilista nos había pedido ropa, pero yo no pensaba que fuese para ella porque trabaja con muchos más artistas. Esas primeras fotos que subió ella a sus perfil eran selfies que se había hecho porque le gustó mucho el vestido, de hecho hemos tenido más requests por su parte. Luego salieron las imágenes oficiales que eran parte de la campaña de Kylie Cosmetics, pero en ese primer momento fueron selfies, muy ella. Me dio tiempo a pasárselo corriendo a mi equipo, mi novio y mi familia, y empecé a hacer capturas. La que iba a mi lado en el avión no entendería nada porque yo me reía sola (risas). Fue un momento bastante frustrado, nunca lo olvidaré (risas).
¿Notaste un impacto muy fuerte en redes sociales de inmediato? ¿O no fue para tanto?
Inmediato no fue. Muchos amigos lo reconocían, porque justo acababa de salir la colección. Lo que pasó los días después nos repercutió en ventas, por supuesto. Fue bastante fuerte, se notó mucho; es de los perfiles cuyo efecto más hemos notado dentro de la empresa. No sé cómo porque no lo habíamos dicho, pero la gente ya sabía que era Sonia Carrasco. El típico perfil que ella tiene de closet Kylie o no sé qué, ya se había corrido la voz. No entiendo cómo sucedió, fue todo muy rápido. 
¿Siempre tuviste claro que acabarías fundando tu propia marca? 
Siempre, siempre. Cuando acabé el cole no existía el Grado en Diseño de Moda, lo crearon al año siguiente o así. En ese momento tuve una charla con mis padres y me preguntaron qué era lo que quería hacer. Lo tenía claro, una marca. Entonces mi padre me dijo que si quería crear una marca tenía que estudiar algo de empresa. Yo no lo quería entender, pero ahora lo agradezco mucho. Hice Empresariales primero, y una vez me gradué empecé Diseño de Moda en el IED Madrid. Eso me dio un poco más de conocimiento sobre cómo funcionaba todo esto, aunque una vez empieza lo real, no tiene nada que ver (risas).
Y después de graduarte en Diseño de Moda en el IED, entraste como Trainee Designer en nada más y nada menos que Alexander McQueen. ¿Cómo surgió la oportunidad?
Mucha gente se piensa que todo es muy fácil, y no lo es. Fue un currazo por mi parte. Me imprimí veinte copias de mi portfolio y me fui con una maleta grande a París a llamar timbre por timbre a todas las marcas. Lo mismo en Londres, mandaba mails a todo el mundo. Al final, mandé un mail a Alexander McQueen y me contestaron a los diez minutos. En el mensaje me decían si podía ir al día siguiente a Londres a hacer la entrevista. Era martes, me acuerdo perfectamente. Yo estaba en Madrid, llamé a mis padres para preguntarles qué hacer y me dijeron que tenía que ir. No hay una segunda oportunidad para estas cosas, o sea tienes que hacerlo sí o sí. Me cogí un vuelo yo sola y me fui para allá, con una maleta llena de ropa. Yo cuando acabé la carrera sentía que mi portfolio no era suficiente, no tenía el nivel para trabajar en estas marcas de moda. Cuando me gradué, me pasé dos años haciendo colecciones y presentándolas a concursos de forma independiente. Con suerte iban saliendo cositas, hice un vídeo de realidad virtual, iba haciendo colecciones. Con la colección de final de carrera gané el premio de Pandora y desfilé en Madrid Fashion Week, pero eso no es marca; era mi yo estudiante buscándose la vida. Fueron dos años en los que estaba buscándome y encontrándome, bastante duro. Pero una vez entras, la verdad es que es un sueño.
Parece fácil, pero hay que echarle valor. Como el síndrome del impostor se apodere de ti…
Totalmente, fue un reto grande. Sola, en invierno, buscándome la vida.
¿Podríamos decir que Sarah Burton fue tu primera gran mentora? ¿Qué aprendiste de ella?
Esta experiencia me abre los ojos, me enseña qué es la moda. Yo hasta ese momento había estado haciendo colecciones en el salón de mi casa y presentándome a concursos, nada más. Allí empiezo a conocer la realidad. Todo es bajo presión, no hay tiempo, siempre vas tarde. Un currazo tremendo, y más en Alexander McQueen que todo era increíble, su sastrería… Muchas veces, cuando nos decían de irnos a casa, iba al taller para ver cómo cosían. Me acercaba al sastre, iba a ver a los de pedrería que estaban cosiendo todos los vestidos a mano. Yo quería sacar todo de ahí, ser una esponja, aprender lo máximo posible. Ahí me di cuenta de que no existía la vida social (risas). 
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Te mudas a un nuevo país y el trabajo, por mucho que estés disfrutando la experiencia, no te permite conocer nuevas personas ni tener tiempo libre. ¿Cómo se gestiona eso?
Te sientes muy sola. Lo único que haces es trabajar, trabajar y trabajar. Días libres tenía muy poquitos, era un trabajo muy intenso.
Y del McQueen de Burton, quien hace unos meses se despedía de la que es una de las casas más queridas por todos los amantes de la moda, al Céline de Phoebe Philo. 
Exacto. En McQueen se me ofrece la posibilidad de crecer dentro. En las casas de moda tienes Intern, que son las prácticas; Trainee Designer, que es como entrenamiento de diseñador; luego tienes Assistant, Junior, Senior, Director de Colección y Director Creativo. En McQueen se me ofrece pasar de Trainee Designer a Assistant, pero ya llevaba con ellos cuatro colecciones y yo quería rodar. Mi objetivo final era crear marca, así que yo sabía que mi paso por allí era algo temporal. Me puse a buscar y Céline, estamos hablando de 2017, estaba viviendo su época de oro. A mí Alexander McQueen me inspiró y me enseñó, cuando yo tenía dieciséis años, qué era la moda. ¡Hacía unos desfiles que te morías! Para mí fue un sueño formar parte de ese equipo, pero en cuanto a estilo me sentía mucho más reflejada en Céline. Y en Phoebe Philo. Empecé a buscar por otro lado y fue cuando surgió la oportunidad de Assistant Designer en Céline. No sabía muy bien qué hacer, pero decidí cambiarme. Si lo otro me parecía duro, esto lo era más aún. En su momento, entre la gente del círculo que iban rodando de unas marcas a otras, se decía que las firmas más duras eran Céline y Prada en cuanto a nivel de exigencia y trabajo. Céline fue increíble. Estábamos entre Londres y París, vivía entre las dos ciudades. Trabajábamos la mitad de la semana en París, donde está la sede, y dos días en Londres. 
¿Vivías y trabajabas entre dos países?
Sí, porque aunque la sede de Céline era País, cuando Phoebe Philo asume la dirección creativa, al vivir ella en Londres, traslada diseño y prensa allí. Trabajábamos en París pero nos movíamos a Londres para hacer el fitting con ella. Fue muy duro, solo teníamos un domingo libre al mes; ahí te olvidas de horarios. 
Y cuando sales de Céline, ¿cómo reconectas con tu vida? Después de casi un año viviendo por y para el trabajo, fuera de tu país y sin tiempo para cuidar tus relacionales personales, ¿no es difícil? 
Ahí tuve un momento de crisis.
Era previsible (risas).
Sí, de hecho te voy a contar. Mucha gente cuando me conoce piensa que he tenido mucha suerte, pero para nada. Cuando estaba en Céline allá por 2018, me presenté para cursar el máster de Central Saint Martins, que es el más difícil que existe. Pasé todas las fases de aplicación y me seleccionaron, estaba dentro de los quince elegidos en ese momento. Para mí fue un sueño cuando me aceptaron en mayo. Ya estaba dentro oficialmente, pero seguí currando en la colección. Le dije a Céline que a partir de septiembre no podía seguir porque entraba en el máster en octubre. De hecho, también hice una entrevista en Margiela y me ficharon, pero les comuniqué que me habían cogido en el MA de Saint Martins y no iba a poder aceptarlo finalmente. Quedamos en llamarnos a la siguiente temporada, cuando estuviese en primer año de máster, porque entonces sería perfecto. Rechacé a Margiela, que era mi sueño hecho realidad, acepté el máster y comuniqué que me iba en Céline. Entonces, ¿qué pasó? Una vez te aceptan en el máster, tú para poder estudiar en Inglaterra, necesitas el IELTS, que certifica tu nivel de inglés y tienes que sacar un 6,5. Yo no tenía tiempo, trabajaba de domingo a domingo de ocho de la mañana a dos de la mañana. Tenía dos semanas libres, creo que en septiembre, y pensé en presentarme en esa fecha. Me dijeron que no había problema, me presenté y saqué un 6. Me volví a presentar y saqué otro 6, porque no tenía tiempo para estudiar. Me tuve que reunir con el director de moda de Saint Martins para contarle mi situación, no tenía vida (risas). Ya me habían aceptado en el máster y estaba trabajando en el primer proyecto que tenía que presentar una vez entrase. Me dijeron que no, que si no tenía un 6,5 no podía seguir. Ahí fue cuando decidí mandar un email a Margiela para ver si podía retomar la oferta y me dijeron que ya nada, que chao. Hablé con Céline a ver si podíamos hacer algo y me dijeron que no, yo ya me había ido. Me encontré de repente con una mano delante y otra detrás. La gente se piensa que todo es muy guay, pero no. Ese momento fue muy duro, tenía absolutamente todo y se quedó en nada.
¿Crees que todo pasa por algo?
Pues viendo lo que pasó en 2020, el máster hubiese sido inútil. Nadie se acuerda de esa generación porque no hicieron show, había cosas más importantes de las que hablar. Hoy por hoy pienso que no tenía que ser y ya está. Volví a Valencia y justo estando allí falleció mi abuelo; no hubiera tenido el tiempo de estar con él si hubiese estado en Londres. No sé, son cosas que al final mi cerebro hace para sentirse un poco mejor. 
Por cierto, tengo entendido que uno de tus principales mercados es el asiático. Un mercado muy exigente con la calidad y el diseño de las piezas al que no es nada fácil acceder.
¡Efectivamente! A mí me gusta mucho enfocarme en el cuidado a los clientes y el refinamiento de cada pieza. Tenemos que intentar sorprender temporada tras temporada, y eso hace que estemos concentrados en hacerlo cada vez mejor. En la perfección, en creer en nosotros. Lujo es calidad, es darle valor a la artesanía. Nuestros productos están en un rango medio-alto, pero el trabajo que hay detrás es lo que hay que valorar. Nuestro principal negocio es wholesale, y es ahora cuando están empezando a activarse de nuevo. Hasta septiembre los asiáticos no estaban viajando con normalidad, hemos estado más de dos años a medio gas. No obstante, han sido años de crecimiento para nosotros, en los que se han impuesto el aprendizaje y la resiliencia.
Resultaste finalista en la última edición del premio Vogue Fashion Fund junto a Habey Club y Pepa Salazar, quien acabó llevándose el preciado galardón. ¿Te ha dado la nominación un empujón para seguir adelante?
Ha ayudado al posicionamiento de la marca en España. Nos ha venido muy bien porque, como estamos tan enfocados en ventas en Asia y presentaciones en París, el concurso ha permitido que la gente sepa qué es Sonia Carrasco. Y el valor que tiene Vogue es un sello muy importante, por supuesto. 2024 creo que va a ser especialmente importante para la marca, tengo la sensación de que la rueda está empezando a girar.
Ha quedado claro que siempre quisiste montar tu marca y ahora estás inmersa en esta aventura. Pero, si te diesen la oportunidad de ocupar el cargo de directora creativa en una firma como Margiela, ¿aceptarías?
¡Por supuesto! Es parte del camino y mi idea de crecimiento. Entonces sí, espero que llegue. ¡O yo haré que llegue! (Risas).
Y volviendo a Sonia Carrasco y los planes de marca para el corto plazo, ¿te has marcado algún propósito para este año?
Estaremos en Dover Street Market Paris. ¡Exclusiva, para ti! La gente que está en el mundo de la moda sabe lo que eso significa. Van abrir tienda en París próximamente, ¡y estaremos allí!
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