Se ha hablado mucho de la muerte del streetwear. Sus pioneros están desfilando en París. Hay miles de marcas haciendo lo mismo. Estamos hartos de los logos y aun por encima parece que para conseguir una prenda de tu marca favorita tienes que vender tu alma al diablo, o lo que es lo mismo, hacer cola desde las seis de la mañana en una tienda minúscula del centro de Londres, Nueva York o Tokyo. Pero la verdad, el streetwear, aunque no me guste llamarlo así, no es una simple tendencia, no va de ese 2020 en el que todos nos encontrábamos usando chandal. El streetwear llegó un poco como todo, de una subcultura, en este caso la del mundo del skate y el hip hop. Eso llegó al mainstream, a las grandes empresas y, bueno, el resto es historia. Pero no nos anticipemos.
Los orígenes:
Los Ángeles y Stüssy 
La fecha de lanzamiento de Stüssy es bastante ambigua. Don Letts, fundador de la marca, afirma que todo empezó en 1984, mientras que Shawn Stüssy dice haber garabateado su icónico graffiti por primera vez en 1979. Aunque quizás eso no es tan importante, lo que sí sabemos es que Stüssy empezó diseñando tablas de surf sin un logo definido. Un día, Shawn estampó un diseño en una camiseta, se desató la locura y, sin querer, fue ahí donde se inventó el streetwear tal y como lo conocemos ahora.
Hip hop, reggae, graffiti, surf, skate y punk, todas las influencias se entrelazaban entre sí mientras las culturas underground iban fidelizándose a la marca. Los más puretas procedentes del hip hop y asentados en Harlem, Nueva York, seguían robando polos Ralph Laurent, pero fue entonces cuando los jóvenes empezaron a representar los códigos de vestimenta de la calle, siendo su máximo exponente Stüssy. Así, poco a poco, se llenó un vacío en lo que querían comprar los jóvenes. 
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Nueva York y Supreme
Después de California vino Nueva York. Supreme empezó en 1994 como tienda de monopatines y ropa, donde no se vendían grandes marcas, sino que se vendían las que verdaderamente la gente cool quería llevar. Por supuesto, su creador, Jame Serbia, vendía Stüssy. En esa pequeña tienda de la calle Lafayette, en pleno SoHo, estampó el logo rojo de Supreme en una camiseta; sí, el mismo logo que años después hemos visto en prendas de Louis Vuitton, Nike o The North Face. 
Sin embargo, la marca se entiende como una simple excusa para que grupos de jóvenes con los mismos intereses se reúnan, o al menos eso es lo que pretendía Serbia. Supreme sirvió para afianzar la cultura del streetwear, crear ese punto de encuentro en torno al skate y a la moda que ha reinventado el marketing, y bueno, toda la industria, porque aunque muchos afirman que Supreme ha muerto, las colas siguen viéndose desde kilómetros cada jueves.
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Tokyo y BAPE (A Bathing Ape)
En 1993, Nigo, su socio Jun Takahashi (fundador de Undercover) y Hiroshi Fujiwara (el primer DJ de hip hop de Japón, entre otras muchas cosas) abrieron su primer tienda en Ura-Harajuku, Tokyo, llamada Nowhere. Poco después, Nigo empezó a vender ahí su propia marca, A Bathing Ape
Desde sus inicios, BAPE solo estaba dispuesta a satisfacer el 10% de su demanda, una exclusividad que se vio favorecida gracias a raperos como Notorious B.I.G. Su popularidad solo crecía, y fue a principios de los 2000 cuando A Bathing Ape alcanzaba su punto mas álgido. Poca oferta, mucha demanda, un solo punto de venta… De esta forma fue como Nigo creó el hype.
En 2007, y gracias a Kanye West, su propia zapatilla, la Bapesta, se empezaría a considerar una prenda de culto. Pero no fue hasta que Pharrell –sí, Pharrell Williams– entró en escena cuando se marcó un punto de inflexión fundamental: BAPE ya no era algo exclusivo de Japón, ni algo que pudieras llevar para sentir que formabas parte de un innovador grupo de creativos, era algo mucho más grande.
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Londres y Palace 
A finales de los 2000, Lev Tanju y otros patinadores londinenses vivían en un piso ocupado en Waterloo. Lo llamaban ‘The Palace’. El grupo pasó a ser conocido como Palace Wayward Boys' Choir, un juego de palabras que hacía alusión a las organizaciones religiosas victorianas. Por eso, cuando en 2009 Tanju decidió crear su propia marca de skate, el nombre estaba claro: Palace.
Siguiendo el modelo de negocio de Supreme, Palace se convirtió en la marca de culto de los skaters londinenses, pero, ¿qué la hacía especial? Los elementos de la cultura británica. Pero no en referencias políticas como ya hizo Vivienne Westwood en su día, sino en los diseños, que celebraban mediante chándales y chaquetas, diseñados especialmente para hacer skate, elementos que eran reconocibles por gran parte de la clase trabajadora. Luego vinieron Gucci, adidas y las camisetas de fútbol.
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El ascenso 
Nigo fichó como director creativo de Kenzo en 2022. Su socio en Billionare Boys Club y Ice Cream, Pharrell Williams, fichó por Louis Vuitton a principios de este año como sucesor de Virgil Abloh, uno de los fundadores del colectivo Been Trill junto a Kanye West o Heron Preston, nombres de referencia en el streetwear. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? La respuesta es fácil: gracias a internet. 
Todo el mundo puede ver lo que pasa en todo momento desde cualquier parte del globo. Todo el mundo quiere ser parte de algo, y el fuerte impacto cultural que está arraigado en el mundo del streetwear va desde la música al deporte, pasando por todas las facetas artísticas que te puedas imaginar, así que solo era cuestión de tiempo que lo que en un principio era tan solo parte de algunos llegara a globalizarse tanto y tan rápido. Y la industria de la moda estaba ahí para llevarse su parte del pastel. 
Niños en vídeos de YouTube que mostraban sus outfits desorbitadamente caros en quedadas donde, a causa de las grandes multitudes, siempre intervenía la policía. Colas infinitas que duraban incluso días alrededor de las tiendas de Palace o Supreme. Kanye West, las Kardashian A$AP Rocky, Rihanna… Es innegable a día de hoy la influencia del streetwear. Algunos afirman que el hype lo mató, algunos se atreven a decir incluso que es la cumbre del mal gusto pero, ¿hacia dónde vamos?
El futuro 
Algunos se van, otros se quedan, como todo. El descenso de BAPE o Supreme solo ha hecho que poner a otras marcas en el panorama, ya sea Corteiz o Nude Project, entre otros. Los viejos cambian de puesto y, aunque ya nadie hable de Vetements, la marca de streetwear que impactó en el mundo del lujo, su fundador, Demna Gvasalia, sigue en Balenciaga. Y aunque fue en los años 80 que, por necesidad, por deporte y por comodidad se empezaban a definir sus principios, más de cuarenta años después podemos afirmar que la cultura del skateboard ha cambiado nuestra forma de vestir y de entender la moda para siempre.