Decir que te dedicas a la música es invocar automáticamente al síndrome del impostor. Es una lucha constante entre las expectativas autoimpuestas, las expectativas del mercado (que ambas, casualmente, vienen a ser las mismas) y los ritmos propios. Ser artista, especialmente artista emergente, es ser un equilibrista.
Si hacer arte por sí mismo fuese suficiente, no tendríamos este dilema ontológico. Pero cuando tus aspiraciones se vuelcan hacia la industria cultural, no sirve solo con la práctica artística. Entran los números, los malditos números. Pero también ese preciado trofeo que es el reconocimiento público.
Sita Rizzi se estrenaba con Warner hace justo un año con su primer single, Espiral. Un año después, publica su tercer tema, Te he cuidado tanto, con el que cierra una trilogía emocional después de Se nos va el amor. Su sonido ha ido evolucionando del hyperpop al urbano. Siempre atenta a los sonidos más contemporáneos, apostando por letras profundas y personales y con una voz que la diferencia del resto de artistas. A Sita Rizzi se le ve expansiva, pero el backstage siempre es más tedioso. Sus consejos para artistas emergentes como ella son: tener claro tu proyecto antes de subirse a ningún carro, saber hacer números y no olvidar cuáles son tus cimientos.
Te he cuidado tanto es el tercer single de Sita Rizzi, pero tú llevas muchos más años en esto de la música. ¿Cómo ha sido el viaje?
Siempre me gustó mucho la música. Con 16 o 17 años me lo quise tomar de manera más profesional, pero con el tiempo, por culpa de no creer en mí ni en que la música me fuera a llevar a ningún sitio, lo fui abandonando. Cuando mi hermano [Leo Rizzi] empezó con todo el tema de la música, me volvió a picar esa ilusión. Más que darme envidia, que es algo que me preguntan mucho, me movilizó. Pensé: ‘mi hermano, que siempre me ha visto a mí haciendo música, ahora lo está convirtiendo en su profesión. Yo también quiero intentarlo, a ver qué pasa.’
Creo que es muy importante reconectar con lo que uno siente. Cuando era pequeña, mis padres tenían un restaurante y yo les pedía que me pusieran las Spice Girls. Mi padre paraba todo y las ponía para que yo bailase en el restaurante. Era lo más genuino que yo tenía. Conecté con esa niña, con lo que a ella le gustaba hacer.
Ahora tengo la suerte de tener un contrato con Warner, pero creerse el personaje de artista es complicado. Hasta que tu proyecto artístico no da dinero, cuesta decir que te dedicas a ello. Cuando trabajas en más cosas para poder sobrevivir, cargas con el síndrome del impostor.
Creo que es muy importante reconectar con lo que uno siente. Cuando era pequeña, mis padres tenían un restaurante y yo les pedía que me pusieran las Spice Girls. Mi padre paraba todo y las ponía para que yo bailase en el restaurante. Era lo más genuino que yo tenía. Conecté con esa niña, con lo que a ella le gustaba hacer.
Ahora tengo la suerte de tener un contrato con Warner, pero creerse el personaje de artista es complicado. Hasta que tu proyecto artístico no da dinero, cuesta decir que te dedicas a ello. Cuando trabajas en más cosas para poder sobrevivir, cargas con el síndrome del impostor.
¿Qué diferencias has encontrado entre labrarte tu propio camino e ir de la mano de un sello tan grande como Warner?
Que te contacte un sello es una validación externa muy potente. Te pagan parte del proyecto, te dan un adelanto de dinero y sientes que será una oportunidad muy buena para desarrollarte como artista. Pero, realmente, una discográfica no está para impulsar proyectos emergentes. Ellos lo que saben hacer es mover un hit, promocionar temas que ya están sonando, no desarrollar una carrera artística desde cero. Al final no deja de ser un modelo empresarial.
Si tienes algunos temas fuera que han funcionado y tienes un fandom, entonces tiene sentido estar con una discográfica, pero si estás empezando, si aún estás buscando tu sonido, no es lo más conveniente. Lo bueno es que la discográfica paga los videoclips y las sesiones de grabación, pero tienen que ver resultados, números, para ir invirtiendo cada vez más en ti.
Si tienes algunos temas fuera que han funcionado y tienes un fandom, entonces tiene sentido estar con una discográfica, pero si estás empezando, si aún estás buscando tu sonido, no es lo más conveniente. Lo bueno es que la discográfica paga los videoclips y las sesiones de grabación, pero tienen que ver resultados, números, para ir invirtiendo cada vez más en ti.
Pero para llegar a ese punto de reconocimiento, tienes que dedicar muchos esfuerzos a otras áreas que no son directamente el proceso creativo.
Tienes que tener muchas habilidades más allá de la música. Por ejemplo, saber hacer contenido. Tienes que ser creador de contenido o por lo menos tener un engagement natural. Luego, con los videoclips, toda la idea creativa y los estilismos son míos. Las estrategias de promoción y de marketing también las montas tú. Ellos te dan dinero para promocionar algún vídeo, pero el resto depende todo de ti. Es muy duro para una persona que está empezando tener que hacer todo esto.
Esto es así si nos centramos en la industria cultural, pero existen otras formas de hacer arte o dedicarse al arte.
Muchos artistas, aunque nos dediquemos a lo que nos gusta, estamos frustrados porque nunca es suficiente para alcanzar el éxito y parece que vas a estar toda la vida tocando en bares. Pero eso también es hacer música. Hay muchas maneras de dedicarse al arte, pero si quieres vivir de ello, al final tienes que monetizarlo. Si no, tienes que estar toda la vida pluriempleado.
Tus tres singles –Espiral, Se nos va el amor y Te he cuidado tanto– juntos componen una trilogía que cierra un círculo emocional. A la vez, cada tema tiene sonidos distintos, desde el indie y el hyperpop hasta el urbano. ¿Identificas cada uno de estos estilos con una fase de ese proceso emocional?
Mis inicios en la música coincidieron con una ruptura sentimental y fue una experiencia muy importante. Al principio, cuando lo dejas con alguien, te sientes empoderada, pasas por una catarsis y de ahí sale Espiral. Luego asumes la ruptura, te afecta, y Se nos va el amor era una manera de soltar, pero seguía sin llevarlo a tierra. Te he cuidado tanto es la parte más madura del relato, también mi parte más madura a nivel musical.
En tus canciones tienen mucho peso las letras. ¿Cómo son tus procesos de creación y de composición?
En los momentos que estoy inspirada hago un brainstorming de ideas. Escojo un tema central sobre el que quiero escribir, de qué manera, saco palabras, alguna rima, y por ahí voy montando el texto. Encajar la letra con la música es difícil, por eso me gusta buscar alguna base en internet o quedar con algún amigo o amiga que produzca, pero ya con la idea fija, porque si no, termino muy dispersa con las letras. Tiene que haber una coherencia y un mensaje firme, porque el que está escuchando no está en tu cabeza.
Luego, lo que haya montado al principio da mil vueltas. El proceso creativo es muy largo. Una canción no se termina en un día. Y a veces he recibido esa exigencia. Pero a mí me gusta que las letras tengan fuerza, que estén bien hechas, y muchas veces, lo que quieres decir no sale a la primera.
Luego, lo que haya montado al principio da mil vueltas. El proceso creativo es muy largo. Una canción no se termina en un día. Y a veces he recibido esa exigencia. Pero a mí me gusta que las letras tengan fuerza, que estén bien hechas, y muchas veces, lo que quieres decir no sale a la primera.
¿Cómo conviven esos tiempos más dilatados del proceso creativo con los ritmos que exige el mercado?
Cuando estás haciendo música para ti puedes estar cinco meses con una canción y no pasa nada, pero cuando estás dentro de una empresa tienes otras exigencias. Tienes que ir al estudio con alguien a quien no conoces y tiene que salir bien. Todo va muy rápido y es muy difícil estar presente en la industria si no estás sacando temas constantemente. Como poder, puedes hacer música todos los días, pero eso depende de qué música quieras hacer. Ahí está la gran pregunta: qué tipo de artista quieres ser. Yo, muchas veces, tengo que recordar dónde está la primera bandera que puse.
¿Y dónde está esa bandera?
Mi bandera es esa niña que soñaba con ser cantante. Siempre mirarme al espejo y decirle a esa niña, tú vales. Con el paso del tiempo te vas olvidando del deseo y entonces se pierden las ganas. Hay que recordar cómo empezó todo, cuál es tu camino y ver a dónde te lleva.
¿Hacia dónde te gustaría enfocar tu carrera musical?
Me gustaría tener más libertad de creación, poder enseñar quién soy y lo que tengo por contar. Me gustaría experimentar. No me aferraría a ningún tipo de música. Lo único que tengo claro es que quiero seguir creciendo. Y también me gustaría tener éxito, no nos vamos a engañar. Aunque para mí el éxito es poder pagar las facturas con la música. Quiero ser feliz con lo que hago y poder decirle a mi niña que lo hemos conseguido.
¿Qué le dirías a otras artistas emergentes que puedan verse reflejadas en ti?
Que mantengan la ilusión y que tengan las ideas claras. Este jaleo de vivir del arte es difícil, pero hay que seguir en pie. Que mantengan la ilusión, que todos los días hagan algo que les haga sentir de provecho, porque si no, el tiempo se te pasa volando. En este siglo XXI estamos todos adictos a la evasión. Vivimos evadidos porque no queremos estar en la realidad, porque la realidad es dura. Les diría que le cojan cariño a la realidad. Y que no se dejen perder por los números ni por las exigencias. Que hagan música desde el corazón y no se fijen tanto en el de al lado, porque todos los grandes artistas han llegado a serlo porque son auténticos.