La ciencia ficción siempre ha tenido como objetivo plasmar una realidad vigente y aportar matices críticos a una sociedad envuelta en contradicciones, alguna crisis o autoritarismo. El debate sobre si la sociedad actual responde más a la que ideaba Orwell o la que ideaba Huxley es de lo más estimulante. Autoras como Agustina Bazterrica, con su libro Cadáver exquisito, adaptan su visión de la realidad hacia nuevas distopías cada vez más crudas.
Quizás el ejemplo más mediático y reciente sobre una obra distópica sea la serie Severance, que terminó recientemente su segunda temporada. Dirigida (en su mayoría) por Ben Stiller y creada por Dan Erickson, ha sido un fenómeno de internet y se ha vuelto lo único salvable del catálogo de Apple TV. 
No sé si haga falta aportar una sinopsis (a estas alturas, no creo que quede nadie por verla), pero por si acaso, aquí va. Severance habla sobre Mark Scout, un hombre que huye de su trauma personal y se refugia en Lumon, una empresa cuya forma de trabajar es revolucionaría: somete a sus trabajadores a una neurocirugía que separa las personalidades de los empleados para disociar sus recuerdos entre dentro y fuera del trabajo. De esta forma, los trabajadores de Lumon no saben quiénes son fuera del trabajo y viceversa. He intentado explicarlo de la mejor forma posible, pero si aún os quedan preguntas, os invito a que veáis el primer capítulo. Aunque os advierto: no habrá vuelta atrás.
Esta idea, que se plantea en clave de ciencia ficción, pone en duda la conciliación laboral y el poder de decisión sobre nuestra propia vida; sin embargo, deja de ser una idea distópica cuando echamos un vistazo a, no solo los trabajos de cara al público, sino los relacionados con la creación de contenido y las exposición en redes.
A pesar de que cada vez encontramos a más gente mostrando su vulnerabilidad en redes, como fue el caso del camino artístico que documentó Doechii en su canal de YouTube, la realidad es que ser influencer parte del punto de partida de crear una nueva personalidad o construir un personaje que no necesariamente tiene que conectar emocionalmente con tu verdadero yo. Desligarse de uno mismo para mostrar una cara divertida, o ignorar problemas personales para poder seguir creando contenido ‘de calidad’ se convierte en algo común.
Tampoco culpo a ningún creador de contenido de no saber quién es; saber quiénes somos es de lo más difícil, y más en estos tiempos en los que estamos tan acosados por la publicidad y las grandes corporaciones que, mediante sus anuncios, tratan de decidir por nosotros lo que realmente somos.
Desde luego, ser creador de contenido es a todas luces un trabajo que está completamente consolidado. Sin embargo, surgen muchas preguntas alrededor de esta cuestión: ¿qué conciliación laboral tienen los influencers? ¿Es un gremio moderno? ¿Existirá algún convenio? Que la gente te conozca por tu nombre de X es algo que ya no nos parece tan raro.
Con todo esto es mucha gente, como en Severance, la que trata de de escapar de su propia vida y refugiarse en otra que gira alrededor de nuevos trends, get ready with me y distintos patrones de rutina que responden a falsear una identidad a la que nos gustaría aspirar. Una personalidad alejada de complejos, problemas reales y vulnerabilidad. A pesar de esto llegará el momento que, como los propios personajes de la serie, esas falsas identidades se revelarán contra lo que realmente somos y tendremos que mirarnos en algún espejo para darnos cuenta de que no nos reconocernos.
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