Los artistas tienen la habilidad de ver el mundo con otros ojos e incluso demostrar que hay vida donde parece que no habita nada. Para Sandra Mar, el barro se transforma en una hoja en blanco y la poesía en manos que lo moldean. Parece complicado, pero lo cierto es que ella logra hacerlo fácil, por eso mismo muchas galerías y museos ya han confiado en ella dándole espacio y voz a su obra.
“Me siento más desnuda ante la palabra que ante la forma pero las necesito a las dos”, comenta, y con ello podríamos resumir su trabajo, pero no su esencia. Apasionada de la literatura desde siempre, conoce el arte de la cerámica mientras estudia Bellas Artes y fusiona ambas disciplinas con un objetivo: relacionarse con el texto de manera física. El resto es historia. Exposiciones, ponencias e incluso un libro que se complementan con uno de sus logros más recientes, la Beca Velázquez. Hoy nos trasladamos a Madrid para hablar con ella sobre esta nueva experiencia, versos y fango.
Durante tus estudios en Bellas Artes exploras varias disciplinas, aunque al final te decantas por la cerámica ¿Recuerdas el momento en el que nace tu interés por el arte del barro y tomas la decisión de dedicarte a ello en vez de, por ejemplo, la pintura académica?
Mi interés por la cerámica empezó con unas tablillas de Michaela Meise. No sé cómo llegué a ella pero me fascinaron esas piezas. También me gusta mucho el trabajo de Ida Ekblad, que en algunas pinturas hace años introducía objetos de la cerámica tradicional. Creo que esto me llevó a hacer jarrones y otros utilitarios, y me di cuenta de que me sentía más cómoda con ese material que con la pintura. A partir de ahí me obsesioné y ahí continúo trabajando.
La cerámica es un canal mediante el cual expresas el elemento central de tus piezas: la poesía. ¿En qué momento ambas expresiones artísticas convergen en tu vida, y de qué manera se enriquecen la una a la otra?
Ha sido algo simultáneo y diría que también progresivo. Para mí la escritura es un lenguaje más preciso que las artes visuales. Me siento más desnuda ante la palabra que ante la forma pero las necesito a las dos. Me gusta que la palabra me sugiera y generar un volumen, y a la vez que el proceso de construcción me lleve a pensar y a escribir. Dar un soporte tridimensional al texto me encanta, siento que me relaciono con él físicamente.
Ambas formas de creación se encuentran llenas de significado, y por eso mismo no puedo evitar comparar tu proceso con el dilema del huevo y la gallina: ¿qué llega primero, la literatura y su carga emocional, o la artesanía y su producción? Cuéntanos más sobre cómo tus obras toman vida.
En un principio fue antes la literatura. Empecé a escribir con doce años o así y quería ser escritora. Publiqué algunas antologías y conocí personas que me llenaron de luz aquellos años, pero me interesaba ver la escritura en otros formatos. El cine, el texto en pinturas, en esculturas… En mi proceso actual depende del momento. A veces parto de un poema para hacer una pieza y otras empiezo a modelar y luego busco qué texto me encaja en esa forma y cómo lo coloco.
La poesía es capaz de tratar una infinidad de temas, pero tú decides centrarte en el amor y el deseo, tratando de plasmar su experiencia física y emocional. Con una narrativa tan íntima, ¿cuánto de tu experiencia personal coexiste con la materialización?
Diría que todo está atravesado por mi experiencia, es algo completamente personal. Me interesan estos temas por su complejidad y su importancia en mi vida y en mi relación con las demás. Trabajar con ellos es para mí una manera de intentar entenderlos o de entenderme con ellos.
Además de servirte de inspiración, también sueles reproducir los poemas en las propias piezas, aunque no siempre son legibles, quizás para mantener una cierta privacidad o para no limitar la interpretación propia del público. ¿Cuál es la intención de tu decisión y de qué manera decides la nitidez del texto?
Es algo que no me preocupa, que sean fácilmente legibles o no. Para mí el texto ya está ahí cuando lo pongo, y no saber si se leerá bien o no me da libertad. También me interesa que se tenga que descifrar un poco.
A mediados de este año el Ayuntamiento de València te otorga la Beca Velázquez, que financia tu estancia en Madrid durante el curso académico y ayuda a desarrollar una iniciativa artística. Ahora que ya han pasado unos meses desde su inicio, háblanos más sobre la experiencia y tu aprendizaje hasta el momento.
¡Sí! La verdad es que ha sido una suerte. Llevaba tiempo queriendo salir de València y me apetecía mucho pasar un tiempo en Madrid. De momento está siendo muy estimulante, tanto poder conocer mejor la escena de la ciudad como mi residencia en la Casa Velázquez. Madrid es muy acogedora y en la Casa es genial convivir con otras artistas. Además, tengo un estudio genial con mucho espacio para hacer.
En este proyecto vas a realizar esculturas de gran tamaño construidas en cerámica bajo los conceptos deseo, pasión y seducción. Aunque mantienes la esencia texto-artesanía, ¿a qué desafíos técnicos te estás enfrentando?
El mayor desafío técnico es realizar esculturas de cerámica por piezas. Estoy tratando de investigar de qué manera se adaptan las diferentes técnicas de construir en grande a mi manera de hacer.
Exponer en un lugar nuevo, en este caso la Galería Velázquez, siempre representa un reto. Como artista que busca la intimidad en gran parte de sus obras, ¿cómo adaptas tus piezas a cada espacio?
Siempre trato de generar espacios en los que me pueda relacionar bien con las piezas y en los que sienta que la relación entre ellas sugiere cosas. Es un poco abstracto pero es cosa de experimentar el lugar y de ver qué me pide y qué puedo aportar. Aquí, por ejemplo, estoy sacándolas al jardín.
“Para mí la escritura es un lenguaje más preciso que las artes visuales. Me siento más desnuda ante la palabra que ante la forma pero las necesito a las dos.”
Imagina un espacio ideal en el que exponer ¿Cómo sería? ¿Cuál es el elemento distintivo propio que crees que te caracteriza?
Me gustaría construir un espacio para exponer dentro, de formas orgánicas y no muy grande.
Sea como sea ese espacio ideal, en la realidad ya has realizado numerosas presentaciones en València, lugar que te ha visto dar tus primeros pasos. ¿Qué diferencias has notado respecto a Madrid en el trato de esta expresión artística?
A la hora de exponer no he notado muchas diferencias, la verdad. De momento tengo ganas de seguir conociendo la escena de Madrid y de poder exponer aquí en el futuro.
Me llama la atención uno de tus proyectos pasado junto a IVAM titulado Confluències, ya que dejas de lado la convencionalidad del museo y acercas el arte a las comunidades rurales. ¿Cómo fue la experiencia y que fue lo que más te sorprendió del público?
En un principio me asustó un poco porque nunca había trabajado a partir de una situación tan concreta ni había hecho piezas que fueran a estar al aire libre, formando parte del paisaje. Sin embargo, el proyecto me parecía muy especial y me emocionó mucho formar parte. Además, las comisarias lo han llevado con mucho cariño durante todos los años que ha durado y entre todas las artistas formamos unos vínculos bonitos.
La experiencia en los pueblos también fue muy enriquecedora, toda esa dificultad del principio acabó mereciendo la pena al ver la implicación de la gente. Lo que más me sorprendió es cómo los pueblos acogieron la iniciativa y mis propuestas, tuve mucha suerte.
La experiencia en los pueblos también fue muy enriquecedora, toda esa dificultad del principio acabó mereciendo la pena al ver la implicación de la gente. Lo que más me sorprendió es cómo los pueblos acogieron la iniciativa y mis propuestas, tuve mucha suerte.
Otra de tus muestras que me llama la atención es La sangre, los ojos o el ramillete, ya que incorporas a tu trabajo otros materiales como el metal. ¿Qué te lleva a explorar la relación entre ambos? ¿Te gustaría en un futuro continuar explorando con más elementos diferentes al barro?
Sí, sobre todo hice piezas en cera que luego llevé a fundir en latón. Todo empezó por mi interés por la joyería, por esos pequeños objetos con los que nos adornamos el cuerpo. Me interesa también cómo en diferentes culturas se utilizan elementos diferentes y el significado que pueden llegar a tener dependiendo de donde o como se coloquen. A partir de ahí los introduje en las piezas de cerámica porque adoro el contraste entre el barro y el metal. Ahora estoy probando cosas con metal a una escala más grande, y también con tela.
Volviendo a Madrid, lo cierto es que no es tu primera vez en la ciudad, pues ya exhibiste Ninguna fantasía en la Galería Rosa Santos. Tras la muestra, colaboras con el dúo valenciano HandShake Studio y se publica un libro con el mismo título que nos guía por el proceso de creación que seguiste. ¿En qué momento de tu vida llegó esa propuesta y cómo fue la experiencia?
Pues Jaime y Rubén, que están detrás de Handshake, me propusieron hacer una publicación unos meses más tarde de mi primera exposición en Rosa Santos en València. La idea era documentar y recoger en la publicación las piezas que había estado haciendo desde que empecé, introduciendo partes del proceso y bocetos.
Me apeteció mucho porque me interesa el formato del libro, me gusta cómo trabajan ellos y yo soy un poco desastre con la documentación de las piezas, así que era un ejercicio que hacer también conmigo misma. Se tituló así porque yo estaba pensando en ese momento cómo llevar la exposición a la galería de Madrid, hasta que decidí llamarla Ninguna fantasía. Era un verso que aparecía en una pieza de la exposición anterior y que llevaba tiempo sin sacarme de la cabeza, así que les pregunté a ellos si les parecía bien que tuviese el mismo título que la exposición.
Tenía sentido porque esas piezas y esos escritos aparecían en la publicación, y era una forma también de cerrar algo. El proceso de hacer el libro fue intenso porque ellos querían llevar la publicación a una feria en septiembre y faltaban tres meses, así que nos planificamos y lo conseguimos sacar a tiempo. ¡Quedó genial!
Me apeteció mucho porque me interesa el formato del libro, me gusta cómo trabajan ellos y yo soy un poco desastre con la documentación de las piezas, así que era un ejercicio que hacer también conmigo misma. Se tituló así porque yo estaba pensando en ese momento cómo llevar la exposición a la galería de Madrid, hasta que decidí llamarla Ninguna fantasía. Era un verso que aparecía en una pieza de la exposición anterior y que llevaba tiempo sin sacarme de la cabeza, así que les pregunté a ellos si les parecía bien que tuviese el mismo título que la exposición.
Tenía sentido porque esas piezas y esos escritos aparecían en la publicación, y era una forma también de cerrar algo. El proceso de hacer el libro fue intenso porque ellos querían llevar la publicación a una feria en septiembre y faltaban tres meses, así que nos planificamos y lo conseguimos sacar a tiempo. ¡Quedó genial!
No solo eso, sino que el estudio ha publicado en redes sociales su participación en ferias internacionales de libros y editoriales. ¿Qué sientes al ver tu libro en lugares como Tokio o Seúl? ¿Crees que la acogida es diferente?
Me encanta pensar que gente tan lejana pueda llegar a encontrarse o a conectar con mi trabajo. Supongo que el background con el que cuenta cada persona es diferente en cada parte del mundo, pero siempre hay alguien que se interesa y lo aprecia.
Y a ti, ¿te gustaría expandir tu filosofía a otros lugares del mundo y llevar tu arte a un plano más internacional?
¡Sí, claro! Creo que siempre es algo muy positivo. Ahora en la Casa Velázquez estoy en contacto con artistas franceses o que residen en Francia y me encanta el intercambio y las posibilidades que se abren.
El plano internacional es cada vez más inestable y no paran de suceder acontecimientos difíciles. En España es el caso de la reciente DANA, que además te afecta de manera directa. Como artista que trabaja mucho con la emocionalidad, ¿qué mensaje crees que juega tu trabajo ante estas situaciones?
Inevitablemente me he visto afectada por esta situación, no tanto porque me haya afectado directamente la DANA sino porque las políticas que han dado lugar a la dimensión de la catástrofe me generan muchísima impotencia e inseguridad. Quizás me equivoco, pero creo que mi trabajo por sí mismo no juega ningún papel en esta situación.
Tras ver los proyectos que tienes entre manos, se me hace inevitable acabar preguntándote por tus planes de futuro y propuestas que tengas entre manos.
Ahora estoy trabajando en el proyecto que se verá en la Casa Velázquez y en unas piezas para la feria Arco, que es a principios de marzo en Madrid.