Sacar ideas de tu cabeza y transformarlas en algo tangible es, quizás, el deseo más perseguido por un artista. Pero Sam Fuentes parece dominar ese deseo con una fluidez e intencionalidad desbordantes. Su última instalación, Copy Boy, comisariada por Lu Millet, y que podrá visitarse hasta este domingo 21 de diciembre en el número 11 de la calle Doctor Fourquet de Madrid, presenta piezas que actúan como fragmentos de una mirada obsesiva y meticulosa: duplicadas, desplazadas, reconocibles y extrañas a la vez.
En Copy Boy, Sam nos invita a recorrer un territorio donde lo queer y lo colectivo se entrelazan, donde no hay caminos únicos y donde cada gesto es intencional. Sumergirse en su obra es entrar en un flujo de imágenes y emociones que no se pueden controlar, solo experimentar, dejando que cada pieza construya su propia narrativa dentro del universo que Sam ha creado.

Desde tus primeros clics con una cámara hasta tus cortos más experimentales, ¿cómo describirías la evolución de tu universo visual?
Siempre me ha interesado el valor de la imagen por sí misma asociada a una emoción concreta: cómo abstraer un momento, una experiencia o un recuerdo, para expandirlo de lo más pequeño a lo más grande. Ya sea en imagen fija o en movimiento, nunca trato de alcanzar un ideal preestablecido en mi cabeza, sino llegar a la explosión de una emoción específica que no podría traducirse a otros medios.
¿Has tenido algún referente que te haya acompañado en el camino?
Mis referentes más constantes en los últimos años han sido Nico, Derek Jarman, Caroline Poggi & Jonathan Vinel, Burial, David Wojnarowicz, Chantal Akerman, Kirsten Dunst, This Mortal Coil, Carlos Saura, Lana del Rey y Evian Christ.
Tus vídeos y fotografías parecen respirar entre lo real y lo imaginado. ¿De dónde nace esa sensación de lo difuso?
Mis piezas siempre se encuentran en ese espacio intermedio entre lo real, lo imaginado, lo frustradamente proyectado y lo ansiosamente deseado. Me interesa esa sensación de lo difuso para no anclar la expresión de un momento a los hechos racionales, sino para que los elementos que definen la imagen en movimiento nos lleven a una emoción concreta. Quizás no sea posible etiquetarla o parametrizarla, pero sí sentirla desde un lado más intuitivo, sin resistencias ni codificaciones previas.
Cada artista tiene sus particularidades al crear. ¿Crees tener algún ritual o pequeña obsesión que acompañan tu proceso creativo?
Cansar mi cuerpo al máximo con el ejercicio para acallar el ruido mental, junto a la rutina constante de ver a mis amigues, es la necesidad obsesiva sin la cual no podría arrancar mi proceso creativo. Eso, y tener siempre una franquicia de Real Housewives para devorar.
“Mis piezas siempre se encuentran en ese espacio intermedio entre lo real, lo imaginado, lo frustradamente proyectado y lo ansiosamente deseado.”
Fannika y Notes Towards a Self-Portrait Of Someone That Is Not Me muestran mundos que parecen flotar entre sonido y luz, ¿cómo decides qué emociones se traducen en imagen y cuáles en música?
Para mí, uno siempre debe elevar al otro sin eclipsarlo. Es una decisión totalmente intuitiva basada en el efecto que siento durante el montaje. Siempre he realizado la escritura de mis películas en la edición: es ahí donde me siento a ver el material grabado y archivado, ya sea video o sonido, y exploro las secuencias y superposiciones que proyectan o expanden lo que siento en ese momento.
En When I Grow Up incorporas inteligencia artificial como parte del lenguaje visual. ¿Cómo fue dialogar con una tecnología que también imagina, y qué te dejó esa experiencia a nivel creativo y emocional?
Esta película nació en un momento muy concreto: tenía una exposición programada en Berlín y estaba lesionado en casa, sin poder grabar ni queriendo utilizar material de archivo. Dialogar con la IA me sirvió de pretexto para contar una microhistoria personal y potenciarla mediante la tecnología generativa. Esto tenía un gran peso en el mensaje de la obra: transformar esa figura de niño-adolescente-adulto que representa un ideal de belleza canónico, blanco y occidental, pero que nunca llega a ser lo suficientemente ideal; siempre aspira a una representación. Pude integrar un discurso sobre el propio medio y hacer la pieza mía, aunque no planeo volver a trabajar exclusivamente con IA.
Si tuvieras que resumir tu estilo en tres palabras, ¿cuáles serían y por qué?
Lowkey, intencional y obsesivo.
Tu actual exposición, curada por Lu Millet, promete dialogar con la fotografía de manera íntima y conceptual, ¿qué historia quieres que el público descubra primero al entrar?
Mi mayor deseo es que cada persona acceda a la exposición desde el punto que más le atraiga, y que a partir de ahí se dibuje una narrativa no lineal. Quiero que las piezas lleven al visitante de la mano y sirvan de anclaje para un storytelling concentrado en esos gestos. En última instancia, anhelo que cada persona haga suya la historia, ya sea a través de la identificación, el rechazo o el deseo.
“Ser artista hoy en día es un acto narcisista y nada es tan profundo. Siento que la parte invisible que espera ser descubierta es, precisamente, que soy normal y ordinario. Just another gay boy.”
En el trabajo curatorial, la mirada de Lu Millet seguramente aporta un prisma nuevo a tu obra. ¿Cómo ha cambiado tu forma de pensar la exposición gracias a su curaduría?
Al venir del cine, siempre se me hace un mundo abordar una exposición: la composición de las piezas, la espacialidad y su materialidad. La mirada cuidada y atenta de Lu en su labor de comisarie y acompañante clave ha aportado un prisma de atención a cada micropieza para concretar el sentimiento total. Me ha ayudado a pensar en la obra como un todo circular, y no de una manera secuencial, individual o abstraída de lo que la rodea en la sala.
Cuando miras tus propias imágenes y videos, ¿qué parte de ti sientes que aún permanece invisible, esperando que alguien más la descubra?
Sinceramente, nadie es tan especial. Ser artista hoy en día es un acto narcisista y nada es tan profundo. Por mucho que me gustaría que hubiera algo por descubrir, siento que la parte invisible que espera ser descubierta es, precisamente, que soy normal y ordinario. Just another gay boy.
Si tu proceso creativo fuera un viaje, ¿qué momentos o lugares te han servido de brújula para encontrar tu voz artística?
Justamente los momentos más absurdos de cada viaje, esos lugares de transición aparentemente vacíos de significado. Son los que me llevan a crear narrativa y ponen en perspectiva lo vivido y lo por vivir: las colas de los aeropuertos, un viaje largo en tren o coger el autobús mientras llueve fuera.
Pongamos que tu próxima exposición fuera un track, ¿qué sonido tendría y cómo resonaría en quien lo vea?
Un track inicialmente ambient que mezcla sonidos encontrados de agua con una producción aparentemente mínima, pero bastante pop. Iría introduciendo diferentes elementos un poco cursis, distorsionándolos de manera sutil, hasta explotar y quedarse desnudo de producción, solo con el sonido ambiente.

