El granaíno volvió a (intentar) revolucionar el Palau Sant Jordi una vez más. El año pasado dejó el listón altísimo y este año no iba a ser distinto. El estadio se fue llenando poco a poco, los minutos pasaban, pero no había rastro de Saiko. La cita era a las nueve de la noche y él apareció a y veintitrés, como la novia en la boda: lo bueno se hizo esperar.
Para hacer más amena la espera y dar la bienvenida a Saiko como merecía, proyectaron un vídeo que nos invitaba a descubrir el verano en el que el artista volvió a sentirlo todo. Seguidamente se escucharon, entre los gritos de un público completamente eufórico y expectante, las primeras notas de Sí quiero, y apareció él. Cuando se encendieron las luces, pudimos descubrir una escenografía sencilla pero tierna: una cabañita de madera –que daría mucho juego más tarde– y unas sillas de plástico al más puro estilo Bad Bunny.
“La puta fama, la ansiedad presiona. Me siento solo delante de veinte mil personas” fue lo primero que escuchamos, una letra muy intencional que marcó el tono de la noche: sincera, vulnerable y cercana. Desde ese primer verso, Saiko dejó claro que aquel no sería solo un concierto, sino una confesión abierta sobre el precio del éxito y la búsqueda de uno mismo en medio del ruido. Aun así, entre momentos de introspección también hubo espacio para la fiesta: no faltaron sus temas más explícitos y bailables, que hicieron vibrar al público y transformaron el recinto en una auténtica celebración.
Miami 22 fue la encargada de dejar atrás la melancolía y hacernos despegar los pies del suelo. Aunque en el Sant Jordi había mucha gente, la siguiente canción fue dirigida a una persona en concreto, su Reina. Saiko siguió con su lado romántico con Antidepresivos, una canción bastante sonada esta semana tras la polémica con Delaossa. Continuó con más temazos como BB;(, Crystal, San Juan y Brujeriasss. La energía aún así no estaba tan alta como se podría esperar, y Saiko tuvo que pedir más de una vez que cantaran más fuerte y saltaran más alto. Para seguir motivando al público cantó canciones como Duro ma, Wekewek, El + triste y Tuenti. Y por si no fuera suficiente, se sacó un as de la manga y subió a Yapi para cantar Te encontré y Donde te escondes?. La primera parte del concierto acabó de la mejor manera posible, con todo el mundo haciendo los coros de Lokenecesitas. Mientras, Saiko se hacía unas copas dentro de la cabaña, montando una fiesta ahí dentro a la que ojalá nos hubieran invitado.
Si algo sabe hacer Saiko son temazos, así que, tras una pequeña pausa y un cambio de look, la energía que parecía haberse estado conteniendo explotó cuando empezamos a escuchar Las Bratz. Ahí el publico dejó la timidez a un lado y lo dio todo, pero el cantante se pasó de creativo y decidió parar la canción para retomarla con un toque de salsa que, lejos de mejorarla, fue un bajón. Con la ayuda de su grupo de bailarines, que llevaban toda la noche entregados, retomó lo que había logrado con la primera parte de la canción gracias a Arena y sal, Sikora, X’Clusivo y Buenas, pero el público parecía estar obligado a asistir al concierto y Saiko tuvo que pedir por tercera (??!!) vez que cantaran. Para entonces, el concierto empezaba a sentirse como una especie de pulso entre artista y público: intentando encender una chispa que, por más que él lo intentara, parecía no querer prender.
El tramo final del concierto fue una montaña rusa emocional. Con Mariposas y Recuerdos sonoros, el cantante nos envolvió en una atmósfera nostálgica que dio paso a la intensidad de Ódiame y Cosas que no te dije, donde el público coreó cada palabra. La energía volvió a dispararse con Badgyal y Polaris, dos de los momentos más potentes de la noche. Con Nostalgia el ambiente se tornó más íntimo, antes de estallar definitivamente con Supernova, que cantó dos veces ante un público que, por fin, dejó los móviles para entregarse por completo a la experiencia.
Aunque ya empieza a refrescar en Barcelona, el concierto se sintió como una auténtica noche de verano, difícil de olvidar. A pesar de que la energía del público no fue la mejor, Saiko lo dio todo sobre el escenario: se mostró cercano, sonriente y disfrutando del momento. Demostró que no guarda rencores y, con la promesa de volver el año que viene con nuevas canciones, dejó claro que aún tiene mucho por ofrecer y que su historia con el público catalán está lejos de terminar.



