En un mundo donde la industria de la belleza suele imponer ideales inalcanzables y estereotipos rígidos, surge RuMU Beauty como un proyecto disruptivo, pero, sobre todo, necesario. Nacida del cansancio ante las falsas promesas y los rituales impuestos, esta marca queer y sin género propone un cuidado de la piel honesto, auténtico y radicalmente libre.
Más que productos, RuMU ofrece una invitación a cuestionar normas, celebrar la diversidad y entender que la belleza es un proceso personal y político donde cada piel merece respeto sin condiciones ni etiquetas. Hablamos con les fundadores para que nos cuenten más en detalle sobre esta firma de cosmética y cuidado personal y aprender sobre la importancia de una belleza libre de marketing y etiquetas.
RuMU-Beauty_4.jpg
¿Cómo nace RuMU Beauty y qué historia personal o política hay detrás del proyecto?
RuMU Beauty nace como muchas cosas importantes: desde el hartazgo. La hartura del marketing aspiracional que promete salvación en un frasco. De las rutinas eternas que prometen bienestar, pero se parecen más a una coreografía obligatoria. De las fórmulas que parecen acertijos. De un sistema que dice cuidar pero en realidad exige corregir. Nace también desde lo íntimo. Como pareja queer, como creativxs, como consumidorxs frustradxs, queríamos crear algo que no nos hiciera sentir fuera de lugar. Ni por cómo nos vemos, ni por cómo vivimos.
El proyecto empezó en plena pandemia, en un momento de transformación personal donde lo que dolía, lo que pesaba, lo que se repetía sin sentido, salió a la superficie. Y con eso nació una pregunta: ¿por qué no crear una marca que se parezca más a nosotres y menos a lo que se espera? RuMU Beauty es personal, pero también político. Porque no venimos solo a vender fórmulas; venimos a cuestionar un sistema que nos obliga a seguir rituales vacíos con tal de parecernos a una misma idea de belleza, siempre igual, siempre ajena. La belleza también puede ser un espacio de insurrección. Nosotres elegimos ocuparlo.
¿Qué significa para vosotres cuidar la piel desde la honestidad? Más allá del marketing habitual, ¿cómo se traduce esta honestidad radical en los productos y en el mensaje de RuMU?
Dejar de vender humo. La piel no necesita diez pasos, ni un ritual eterno, ni una promesa que parezca una mentira piadosa. RuMU Beauty no está para corregirte. Está para acompañarte. Para devolverte lo real. Nuestra honestidad está en lo que evitamos y en cómo lo formulamos: no usamos agua innecesaria, no usamos miedo, no usamos lenguaje vacío. Usamos fórmulas cortas, activas y sin relleno. Si algo no sirve, lo sacamos. Si un ingrediente funciona, lo explicamos.
¿Puede una rutina de skincare convertirse en un acto político o de resistencia? ¿Qué le decís a quienes aún lo ven como algo superficial?
Sí, el skincare puede ser político. No por la fórmula en sí, sino por la intención con la que lo usas. Cuidarte no es frívolo, es posicionarte. En una cultura que te educa para encajar, no para escucharte, decidir cómo te cuidas y desde dónde es un acto de autonomía. En la comunidad queer, el cuerpo ha sido muchas veces campo de batalla, pero también herramienta de expresión. Sabemos lo que es que te digan cómo deberías ser. Por eso, cada vez que te cuidas desde el placer, no desde la corrección, estás desobedeciendo un mandato.
Y sobre quienes siguen llamándolo superficial: venimos del mundo de la moda, sabemos perfectamente lo que es que se use esa palabra para despreciar, para reducir lo que hacemos a algo menor. Es un discurso vacío que busca restarte valor. Ha llegado el momento de dejar de justificar lo que somos. De ocupar espacio sin pedir permiso. La piel es visible, pero la decisión de cómo mostrarla es tuya. Y eso, hoy, sigue siendo radical.
“La belleza también puede ser un espacio de insurrección. Nosotres elegimos ocuparlo.”
¿Qué normas, mandatos o ideas queréis desarmar con RuMU cuando hablamos de piel, belleza y cuidado?
La idea de que la belleza se alcanza. No es un destino, es un proceso. Y no siempre es visible, ni simétrica, ni inmediata. Queremos desmontar el binarismo de ‘piel de hombre’ frente a ‘piel de mujer’, pero también la tiranía del glow permanente, la obsesión con borrar el tiempo, con ‘corregir’ todo lo que nos hace únicas. Nos incomoda esa belleza que parece producida en serie: homogénea, pulida, sin textura ni historia. En ese ideal no hay espacio para el proceso, ni para el cambio, ni para la verdad.
También queremos cuestionar las rutinas eternas que prometen resultados mágicos, pero que en realidad nos devoran tiempo, energía y autoestima. Nosotres no creemos en seguir pasos sin sentido. Creemos en cuidar la piel, no en someterla. En nutrirla, en entenderla, en acompañarla. Y queremos silenciar esa voz que te dice ‘esto deberías corregirlo’ para dejar hablar a otra que diga ‘esto también merece cuidado’. El cuidado no debería venir con condiciones ni con instrucciones para parecerte a nadie más. Cuidarse es construir comunidad a partir de lo que cada persona necesita, no a pesar de ello.
Decís que la piel tiene pH, no pronombres. ¿Cómo habéis trabajado a nivel formulación para que vuestros productos funcionen igual para todxs, más allá del género?
Formulamos sin género, que no es lo mismo que formular para todo tipo de pieles. Trabajamos con condiciones específicas (deshidratación, sensibilidad, desequilibrios de la barrera cutánea) y no con etiquetas binarias. Es cierto que existen diferencias fisiológicas entre pieles asignadas al sexo masculino o femenino: mayor producción de sebo, mayor densidad de colágeno o espesor dérmico, por ejemplo. Pero según estudios dermatológicos como los publicados en el Journal of Dermatological Science, estas diferencias no son lo suficientemente significativas como para justificar dos líneas cosméticas completamente diferenciadas.
La segmentación por género que domina la industria responde más a estrategias de marketing que a criterios clínicos: aromas intensos y amaderados ‘para ellos’, notas florales y dulces ‘para ellas’; fórmulas ligeras o técnicas según el supuesto rol de género y colores que obedecen a códigos culturales, no dermatológicos.
Nosotres formulamos desde la biología, no desde el binario. Usamos activos que regulan, equilibran y reparan sin imponer una identidad. Lo que cambia es el estado de la piel, no su legitimidad. Y, sobre todo, formulamos sin clichés como excusa para vender más. Lo que necesita tu piel no lo marca tu pronombre; lo marca tu historia, tu contexto y tu biología real, no cultural.
La industria cosmética ha mantenido por años que la piel masculina y femenina necesitan cuidados distintos, pero la evidencia dermatológica dice otra cosa. ¿Por qué creéis que persisten estas categorías de género en el skincare y qué implica para las personas esta construcción obsoleta?
Porque el género vende. Divide, simplifica y multiplica líneas de producto sin justificarlo desde lo clínico, sino desde lo cultural. La segmentación por género no nace de la ciencia, sino del marketing. Sí, hay diferencias fisiológicas entre pieles, pero eso no justifica crear dos mundos paralelos donde el cuidado se define por tu pronombre.
La persistencia de esta clasificación tiene más que ver con reforzar roles que con cuidar pieles. Formular desde ese lugar no es respetar la biología, es reforzar normas que hacen daño, que excluyen, que invisibilizan. Nosotres lo vivimos en carne propia: intentar encontrar productos que funcionaran sin tener que elegir un ‘lado’ era casi imposible. Por eso RuMU Beauty existe: para dejar claro que la piel no necesita instrucciones de género. Necesita escucha. No hay nada más anticuado que un mercado que pretende que la piel se comporte según su packaging.
“En una cultura que te educa para encajar, no para escucharte, decidir cómo te cuidas y desde dónde es un acto de autonomía. En la comunidad queer, el cuerpo ha sido muchas veces campo de batalla.”
En una sociedad que impone etiquetas de género desde edades tempranas, ¿cómo puede la experiencia de usar productos sin género contribuir a la libertad y exploración identitaria? ¿Habéis recibido testimonios que os hayan sorprendido en este sentido?
Usar un producto sin género es más que una elección de consumo: es un gesto de libertad. Es decirte a ti mismx que no tienes que encajar en lo que otros decidieron por ti. Desde el aroma (pensado como una experiencia sensorial sin género) hasta el color, la textura del envase o el lenguaje visual, todo en RuMU fue diseñado para no imponer un código, sino para abrir un espacio. Un lugar donde el cuidado no te encasille, sino que te acompañe.
Para nosotres era fundamental que el perfume no funcionara como un adorno, sino como un gesto emocional, casi íntimo. Algo que te llevara a otro lugar, a un recuerdo, a un momento sin género ni etiqueta. Y lo más revelador fue ver cómo eso se manifestaba en las propias personas que formaron parte de la primera campaña. Modelos, amigxs y compañerxs del equipo que, durante el rodaje, se emocionaban al probar el producto. Comentaban cómo el perfume les activaba memorias, cómo el diseño les permitía usarlo sin cuestionarse si era ‘para ellos’ o ‘para ellas’. Simplemente era.
No teníamos que traducirles ni explicar nada porque la marca les hablaba en su idioma. Mostraba una realidad donde elles ya existían. Y eso es lo que creemos que puede hacer un enfoque sin género: no borrar, no neutralizar, sino dejar ser. Sin códigos. Sin etiquetas. Sin condiciones.
¿De qué forma vuestra experiencia en moda, arte y belleza ha influido en la estética, el lenguaje y la filosofía de RuMU?
Muchísimo. Venimos de la moda y del arte visual, así que sabemos bien cómo se construye una imagen. Sabemos lo que puede provocar un color, una textura, una palabra. Pero también venimos de un sistema que muchas veces impone más de lo que libera. Que celebra lo diferente solo cuando está domesticado. Que convierte la belleza en un molde y no en una herramienta.
En RuMU Beauty quisimos hacer lo contrario: usar la estética como lenguaje, no como filtro. Diseñar sin obedecer. Usar la belleza no para uniformar, sino para expresar. Cada decisión visual fue profundamente discutida, y muchas veces atravesada por nuestras historias personales. Nos han influido referentes estéticos, claro, pero también nuestras familias, nuestras raíces, las tradiciones de los lugares donde nacimos.
El color, por ejemplo, fue motivo de más de una discusión: qué tono exacto debía tener el logo, cuánta saturación, qué queríamos evocar con cada elección. Lo mismo pasó con la textura del frasco, con el cartón de la caja, con cada palabra del lenguaje visual. No hay nada improvisado porque creemos que cada detalle comunica. Al mismo tiempo, no queremos fijar la marca en piedra. Nos interesa lo que fluye, lo que cambia, lo que aprende. RuMU Beauty es una identidad en movimiento. Si algo tenemos claro es que la belleza está en la evolución, no en la perfección. Y, sobre todo, en la coherencia entre lo que dices, lo que haces y cómo lo haces.
¿Qué papel juega el diseño (de los envases, las texturas, los colores) a la hora de comunicar esta visión queer, honesta y libre?
El diseño en RuMU no es decorativo, es político. Cada decisión estética fue pensada para abrir una puerta. No usamos colores para separar géneros ni envases que impongan una estética binaria. Todo, desde el tono del packaging hasta el tipo de cartón o la textura del frasco, está pensado para invitar, no para excluir.
Queríamos que el producto no solo funcionara, sino que también diera gusto usarlo. Que fuera ese momento que apetece casi como un guilty pleasure… pero sin culpa. Texturas agradables, suaves, envolventes. Formas que dan ganas de tocar. Un lenguaje visual que no grita pero acompaña. Si un producto te hace bien, tiene que empezar por lo más básico: que quieras tenerlo cerca. Y eso, para nosotres, también es una forma de cuidado.
“Nos incomoda esa belleza que parece producida en serie: homogénea, pulida, sin textura ni historia. En ese ideal no hay espacio para el proceso, ni para el cambio, ni para la verdad.”
RuMU apuesta por la transparencia, el minimalismo y la eficacia clínica para desafiar los estereotipos y evitar el hiperconsumo. ¿Cómo puede este enfoque genderless ayudar a construir una relación más sana y consciente con el cuidado personal?
El enfoque genderless, cuando es real y no una campaña más, desmonta la lógica de consumo por exceso. Necesitas productos que escuchen tu piel, no tu etiqueta. Nuestra transparencia consiste en contarte lo que hay y por qué está ahí. Sin rodeos, sin adornos, sin fórmulas infinitas. El minimalismo para nosotres no es solo estético, es ético: pocos productos, pero con intención. Ingredientes que funcionan, que no necesitan disfraz ni discurso aspiracional. Este enfoque libera: del deber, del exceso, de la presión por alcanzar una versión ‘mejorada’ de ti mismx. Y en esa liberación nace una relación más sana con tu piel, contigo y con el propio acto de cuidarte.
¿Cuál es el mensaje que os gustaría que recibiera una persona queer joven que descubre RuMU por primera vez?
Que no tiene que cambiar para pertenecer. Que su piel es válida, su cuerpo es válido, su historia también. Que aquí no hay instrucciones para parecerse a nadie más, ni reglas sobre cómo mostrarse. Que el cuidado no tiene que doler, ni disfrazarse, ni costar diez pasos. Que la belleza también puede ser suya. Y que, si alguna vez sintió que no encajaba, RuMU Beauty está aquí para recordarle que no tiene que hacerlo. Porque no vinimos a corregirte. Vinimos a acompañarte. Y lo más importante: no estás solx. En esta comunidad siempre habrá un espacio para ti, tal como eres.
RuMU Beauty no solo desafía los estándares del skincare tradicional, sino que también construye un espacio seguro y libre para quienes han sido invisibilizados o excluidos dentro de esta industria. Su mensaje es claro y esperanzador: cuidar la piel es un acto de amor propio y resistencia, donde la autenticidad y la comunidad son el verdadero brillo. En un mundo que exige encajar, RuMU nos recuerda que la verdadera belleza está en ser quienes somos, sin pedir permiso ni ajustarnos a moldes ajenos.
RuMU-Beauty_6.jpg
RuMU-Beauty_5.jpg
RuMU-Beauty_7.jpg
RuMU-Beauty_9.jpg