Como carta de presentación, Rafael Ulecia nos invita a caminar descalzos por el borde entre lo real y lo soñado. Su primer single como solista, Nuevo amanecer, es una plegaria, una soleá (la forma más pura y solemne del género) convertida en portal hacia un universo sensorial entre los acordes y el silencio. El artista debuta como solista con la templanza de quien no tiene prisa, pero sí propósito.
Con Nuevo amanecer, Ulecia invita al oyente a cerrar los ojos y dejarse llevar por una ensoñación: la de un ente misterioso que deambula por la noche hasta encontrar la luz del día. Cada nota es como un paso en la oscuridad; cada silencio, un momento de espera hasta que todo se abre hacia la claridad.
Nacido en Barcelona en 1995 y ligado al flamenco desde la infancia, Rafael elige esta forma tradicional no para encerrarse en el canon, sino para desplegar una fantasía. No hay letra, pero hay paisaje. El videoclip, grabado en el Delta del Ebro, bajo la dirección de Alba Ricart y Sergi Vilà Bori, solo hace más que amplificar esta atmósfera etérea. La imagen granosa, casi onírica, se funde con la guitarra de Rafael, como si el espectador se volviera un cómplice del amanecer mismo. Casi como si pudieras tocar el sol con las manos.
Y algo curioso está pasando con Rafael. Sin buscarlo, ha conectado con un público que empieza a mirar al flamenco con nuevos ojos. Tal vez por la ola de artistas que están recuperando el folklore desde lo contemporáneo o porque, cada vez más, se busca verdad en un mundo de ruido.
Rafael Ulecia acaba de abrir una grieta en el tiempo para que entre la luz. Y nosotros, los oyentes, entramos con él. Con la esperanza de llegar a ese amanecer, a esa utopía, a ese flamenco pasional y a ese duende que solo tienen algunos.