Omar Ayuso entra en Silencio, la nueva serie de Eduardo Casanova para Movistar+, como quien cruza por fin la puerta de un universo que ha admirado desde lejos durante años, casi con devoción, con ese anhelo que se reserva para las cosas que parecen inalcanzables hasta que, de pronto, dejan de serlo. Su aparición en la ficción es breve, sí, pero la intensidad del espacio que encontró al otro lado (esa belleza incómoda, desbordada, radicalmente sensible que define la mirada de Casanova) lo marcó con una fuerza inesperada.
No habla de ello como quien recuerda una anécdota profesional más, sino como alguien que ha vivido una experiencia estética y emocional que se le ha quedado adherida a la piel. Lo cuenta con una mezcla de entusiasmo y vértigo, con ese temblor contenido de quien aún está procesando lo vivido, y esa energía recorre toda la conversación como un hilo que lo arrastra de nuevo hacia ese set, hacia ese imaginario excesivo, rosa, grotesco y tiernísimo en el que sintió que se cumplía algo muy íntimo. Hablamos con él sobre ese salto, las heridas que laten en la serie, lo político y lo íntimo, y cómo ha ido transformando su manera de entender el oficio.
Tu aparición en Silencio es muy impactante, ¿cómo fue entrar en ese universo tan bello, extremo e incómodo que propone Eduardo Casanova?
Ha sido un sueño cumplido, sin que sea una frase hecha y manida. Edu es uno de mis directores favoritos, en primero de carrera fui cinco veces a ver Pieles a los Artistic Metropol de Madrid. Cuando me llamó me puse muy contento y le dije que sí sin haber leído el guion aún.
¿Qué fue lo que te hizo decir: sí, quiero estar en esto?
Hay una razón personal, mi admiración por la filmografía de Edu. Una razón política, que tiene que ver con un compromiso con romper el silencio de las personas con VIH. Y una razón artística, el cine de Edu es narrativa y estéticamente muy interesante.
La estética de Eduardo es un lenguaje muy reconocible. ¿Te costó encontrar tu lugar dentro de ese mundo o conectaste rápido con él?
Hacer una serie sobre vampiras que toman ansiolíticos en el siglo XIV y cantan Rocío Jurado…¿cómo no conectar con eso? Además, me entiendo muy bien con Edu y confío plenamente en él. Ha sido muy fácil abandonarme y entrar en su mundo.
¿Hubo algún detalle del rodaje, del personaje o del ambiente en el set que se te quedara rondando después?
Lo que se me quedó es sangre artificial en partes recónditas de mi cuerpo y en el textil de mi hogar durante semanas.
“Hacer una serie sobre vampiras que toman ansiolíticos en el siglo XIV y cantan Rocío Jurado… ¿cómo no conectar con eso?”
La serie toca temas como el cuerpo que cambia o las heridas heredadas. ¿Te resonó algo de todo esto mientras la rodabas?
Todo lo que aborda Silencio me resuena. Hay una conversación sobre la madre que interpreta María León que me emociona profundamente. Y una secuencia de Lucía Díez abriendo unas cortinas…
En los últimos años has elegido proyectos cada vez más singulares y subversivos. ¿Qué pesa hoy en tu criterio a la hora de decir sí a un trabajo?
No soy de esos actores que eligen el trabajo; a mí el trabajo me suele elegir. Esa imagen del actor con ocho proyectos para escoger es la excepción, no la norma. Tengo la suerte de que directores como Edu, Javi Giner o Julia de Castro han confiado en mí y me han escrito personajes superchulos.
¿Sientes que tu forma de leer los guiones o de acercarte a un personaje ha cambiado mucho respecto a tus inicios?
Todo ha cambiado mucho respecto a mis inicios. Empecé a trabajar sin formación, no tenía ni puta idea de nada, ni herramientas ni técnica. Todo lo he aprendido trabajando, mirando y escuchando mucho a mis compañeros, actores, técnicos y directores.
Cuando miras tu evolución como actor, ¿qué dirías que ha cambiado más en tu forma de trabajar o de presentarte ante un proyecto?
Cada vez trabajo más desde la diversión y la serenidad.
Silencio usa la fantasía, lo grotesco o lo simbólico para hablar de cosas muy reales. ¿Qué te atrae de esa mezcla?
Empatizar con ‘los monstruos’ y vernos en ellos puede ser muy revelador.
“No hay nada que disfrute más como espectador que incomodarme y cuestionar mi propio sistema de valores.”
¿Qué crees que permite la fantasía (o el lenguaje no literal) a la hora de hablar de lo social que quizá no permite el realismo puro?
No lo sé. A mí, personalmente, me interesa el arte más como una expansión de la realidad que como un realismo puro. Pero, como todo, es cuestión de gustos.
A menudo interpretas personajes o historias desde los márgenes. ¿Qué encuentras ahí que no encuentras en relatos más convencionales?
Me interesan más. Artística y políticamente.
¿Sientes algún tipo de responsabilidad, o deseo, de participar en ficciones que cuestionen normas o incomoden al espectador?
Deseo, sobre todo deseo. No hay nada que disfrute más como espectador que incomodarme y cuestionar mi propio sistema de valores.
Como persona y artista, ¿qué problemáticas actuales te preocupan más o te atraviesan en este momento?
Me preocupa el silencio. La falta de posicionamiento político en un contexto tan peligroso como el que estamos viviendo.
¿Hay algún tema que te gustaría explorar en una ficción porque crees que aún no se está contando como debería?
Hay tantas maneras de contar historias como personas que las cuentan. Me fascina comprender la forma de mirar el mundo de cada director o directora.
Y cuando miras hacia adelante, ¿hay algún territorio creativo, algún tipo de personaje o proyecto que aún no hayas hecho y te apetezca mucho probar ahora?
Me apetece probarlo todo.

