Nadie en su sano juicio se acercaría allí arriba. Es un lugar sobre el que se cuentan muchas historias. Fui a comer al Bierzo y acabé en el Observatorio. Lo de “allí arriba” nos lo dijo un paisano nada más pisar el festival. El lugar donde tienes que estar sí o sí a finales de junio. La fecha que marca el inicio del verano. Si no conoces lo que pasa en Balboa, apunta y lee. Y sí, aquí hay muchas historias. Algunas verdaderas, otras no tanto.
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El mismo paisano nos contó luego que no llovería durante el fin de semana, que la niebla se come las nubes y que aunque la AEMET llevara días diciendo que iban a caer rayos y centellas por doquier, el festival no corría peligro.Justo esto, la lluvia y los imprevistos, traían sin dormir durante la última semana a Jaime Torrego, codirector del festival y una de las mentes pensantes detrás del evento. “Por mi salud mental, ya no miro la AEMET”, nos confesaba en secreto el mismo día en el que todo echaba a andar.
Al final, como en las buenas historias, todo salió bien. Y quizá las ¿novecientas? personas que vinieron y fliparon con Balboa no lo saben (desde la organización no desglosan el número de almas que se dejaron caer por el valle por una cuestión “mística”). Pero que nos hayamos bañado en ese río de agua gélida purificadora de resacas es una casualidad, y de las bonitas. Nos lo contaba Juanjo, el verdadero alcalde. “A diez días de celebrar el primer Observatorio, cuando ni siquiera se llamaba así, el pueblo que lo iba a alojar, Riaño, aquí cerca, se echó para atrás por no sé qué. Vinieron los chicos de la organización y dijimos: se hace en Balboa. Y hasta hoy”, explica. La de este año era la sexta edición. 
Balboa convertido en un cuento de hadas, alegre por el día, oscuro por la noche al ritmo de Hoffe x 404, Tomasa del Real y Lizz, VVV (Tripping you), Teo Lucadamo, el Buen Hijo, Dinamarca, 1111. Podría poner aquí todo el cartel, uno a uno, pero no me caben los caracteres, DISCULPEN LAS MOLESTIAS. C’est la vida loca. Del primer al último día se bailó, y se bailó bien. Hasta el amanecer. De hecho, hay quien sigue perdido por la Sierra de Ancares buscando otra rave, como quien sigue al conejo de la suerte. Curiosity leads to trouble. La prensa local informó de que los vampiros llegaron hasta Teixeira. Creer o no creer. Toldos Verdes, que por cierto se conocieron en este festival y ahora volvían para romper el auditorio natural, Tomasa, Lizz y Teo pusieron a la gente a moverse sin parar el jueves por la noche. Articulaciones calentadas, los dos días siguientes fueron más oscuros, más techno, menos indiefolk como otros años. Este Observatorio 2024 ha sido más electrónico, “menos Frankenstein”, comentaban fuentes conocedoras del meollo, menos heterogéneo, y como decía hace poco un crítico cultural en una revista de boomers: “más postpunk neo-emo”, si es que esto significa algo. Será que los chavales estamos tristes y que todo eso vuelve a estar de moda.
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“Queríamos que todo encajara en un universo estético y sonoro”, nos comparte Jaime Torrego. “Siempre queremos hacer algo de vanguardia y apostar por grupos y personas que van a funcionar en el futuro”. “La selección por días corresponde a un viaje, a una narrativa. Queremos que las personas que vengan sientan que hay una transición, desde un estilo más de banda o guitarras, para terminar con urbano, electrónica experimental y con sonidos muy actuales”, añade.
Los chicos de Hoffe x 404 nos confesaban antes de poner a la luna a botar que estaban flipando con todo lo que estaban viviendo. El sábado, si les daba el cuerpo, harían el taller del paseíto por el pueblo para conocer la zona. Antes de saltar, en el backstage, en los cascos escuchaban sus propios temas para refrescar el cerebro y calentar la lengua. Algo así hacía Claudio Montana a la orilla del Balboa por la tarde, mientras se fumaba un cigarro solitario en silencio. El chico más misterioso de Madrid, con permiso de DJ Lejía y su pasamontañas. 
A Montana le puedes escuchar de dos maneras: con papel y boli o con los ojos cerrados, pero siempre con atención. “Yo la he vuelto a ver, en los cines Doré. (...) La chica más guapa de todo Lavapiés”, fue una barra que flotó en el ambiente del camping la mañana del domingo y la gente tarareaba en las duchas antes de irse a casa. Nos contaba el Claudio que pasa de la música, que él quiere centrarse en su doctorado de Historia del Arte y que esto es solo un pasatiempo. Luego en el escenario, junto a su pareja de baile Diego 900, lo repitió y si me lees hasta el final te dejo una perla. 
Por cierto, respect para Lucadamo y su Palestina libre, además de su bailecito con la autoproclamada alcaldesa de Balboa que hizo los delirios de la gente. La fiesta sigue. Y como esta crónica va de exclusivas, te diré otra cosa que no sabes. Es curioso, en plena eclosión de la industria de los festivales, Observatorio se consolida poco a poco. En la periferia del mainstream, de eso que algún día será mainstream, hay vida. ¿No hay alternativa? Claro que la hay. Huye de las colas, las aglomeraciones, los precios desorbitados por una cerveza y evita en la medida de lo posible engullir, para después vomitar, grupos de música en un entorno patrocinado por McDonald’s y Uber. Otra vez, tú eliges.
“Observatorio es un campamento de verano”, recalca Torrego. “Hay un público que se está dando cuenta de que lo que quiere es disfrutar la experiencia del festival”, apunta. “Esto es una buena noticia, un cambio de mentalidad. Aquí, lo que vemos es que la gente vuelve, y eso es lo mejor de todo”.  Ahí fuera, esperando, hay más oasis en el desierto. “Algunos ejemplos son el Salt Mortal, el Esmorga o el Rizomes por citar algunos. Son proyectos con los que compartimos muchas cosas. Ahí es donde creo que hay esperanza”, comenta Torrego con mirada soñadora. Alguien dijo una vez que “es bueno recordar que lo que hoy consideramos realista, alguna vez fue imposible”. Pues eso.
Observatorio fue la batería de stonzze en la pradera y Ego-Trip mano a mano. Fue un camino encantado de luces hasta un escenario de neones y rayos láser que se mezclaban entre las copas de los árboles. Fue soldout y peña madrugando para hacer un taller de cestas de mimbre en mitad del bosque. Fue magia y música y colores y buena gente por todos lados.
Como premio por haber llegado hasta el final, te dejo una retahíla de exclusivas que es de lo que vivimos los periodistas. Que la juventud no lee, que vengan a verlo. El año que viene… HABRÁ OBSERVATORIO DE NUEVO (confirmado por el CEO). Lo dije: Balboa no se acaba nunca. Y para rematar; alguna de las personas que he mencionado en estas líneas sacará nueva música después de muuuuuuucho tiempo. Stay tuuuned ¡y a comer al Bierzo! 
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