Después de pasar por el Riverland y el Primavera Sound, un sold out en la Sala Sol de Madrid ha sido el recibimiento de nusar3000 en su primer concierto propio. Tras su segundo álbum, 3000, el enigmático madrileño dio de qué hablar a su público.
Este verano, nusar3000 ha vivido su prime: la acogida de su segundo álbum está siendo una delicia, ha colaborado en el último EP de Natalia Lacunza, y hasta ha sacado single con Nathy Peluso en su último (y recién) estrenado álbum de remixes, Club grasa. Si a esto le sumas temporada de festivales y el sold out que colgó el pasado jueves en Sala Sol, tienes como resultado una carrera que se va consolidando y que atrae más y más atención.
La realidad es que una no sabe ni qué ponerse para ir a un concierto de nusar3000. El enigma que le rodea (siempre se tapa la cara) y un sonido tan particular como el suyo siempre me han hecho preguntarme cómo serían las caras de sus oyentes. Y frente a la expectativa de ver a gente de lo más ecléctica, la realidad fue más variopinta de lo que esperaba. Y es que su público es tan impredecible como las propias referencias del artista.
El escenario lo vestían él, su emblemático traje de malla metálica y su DJ en un show de apenas una hora que mezclaba temas de su álbum previo, Jugo vol.1, con el más reciente, a falta de sus remixes como el de Despechá de Rosalía. El repertorio del artista es de los que están a mitad de camino entre ser música para cantar o para bailar; es por ello que el público se debatía entre momentos de bajar hasta el suelo (a veces por iniciativa propia y otras, por petición del artista), con otros en los que cantar la canción de pe a pa, especialmente cuando las letras son más conocidas, como Tausert o algunas partes de Melaza o Rosa de Jericó, en la que haciendo honor al título, lanzó rosas al público cual caballero de brillante armadura.
En general, la presencia del público se hacía notar mucho más en las canciones de su último álbum, con la excepción de Mota, que le sirvió de gran final y que hasta el más tímido supo cantar hasta la última estrofa.
No fue un show para dejarse la voz, aunque a la hora de aplaudir sí se reflejaba el entusiasmo de la gente. Hubo momentos de perreo, otros de estar indiferente. Y aunque hubieron palabras de cariño dedicadas a su audiencia, sí que esperábamos el tipo de interacción con el público que se genera en las salas pequeñas. En general, algún añadido a su puesta en escena (como ha hecho en otras ocasiones trayendo bailaores o a otros artistas) o una performance que dejara al público boquiabierto se echaron en falta para completar el show. No me malinterpretéis, no soy pesimista, los primeros conciertos siempre son complicados y aunque no fuera el definitivo, el potencial está ahí.
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