En muy poco tiempo, Natalia Azahara se ha convertido en una de las voces más prometedoras de la nueva generación de intérpretes. Nacida en Colombia y formada en Madrid, la actriz ha construido un camino que combina determinación, sensibilidad y una búsqueda constante de autenticidad. Tras darse a conocer en títulos como A través de mi ventana y asumir su primer papel protagonista en Estación Rocafort, ahora da un paso decisivo con Mar afuera, la serie que marca su debut en televisión en un registro complejo y desafiante.
En esta producción, Natalia encarna a Nina, un personaje que llega para aportar luz en medio de un entorno hostil y violento, y que representa, en palabras de la actriz, “amor, ternura y esperanza” frente a un mundo duro y áspero. A través de su mirada, la historia invita a reflexionar sobre la fuerza de los vínculos y sobre cómo la juventud puede abrirse camino incluso en las circunstancias más adversas.
Con una mezcla de frescura, talento y compromiso, Azahara habla en esta entrevista de los retos de su carrera, de la importancia de contar historias diversas y del papel que desempeña la interpretación en su manera de comprender el mundo.
¿Qué sensaciones te produjo leer por primera vez el guion de Mar afuera y qué te motivó a sumarte al proyecto?
Desde el primer momento el proyecto me atrapó. Nunca había trabajado en una serie, así que eso ya era un desafío nuevo para mí. Pero lo que realmente me motivó fue Nina. Me cautivó su forma de habitar un entorno tan violento y hostil, porque siento que ella llega a esta historia para traer algo distinto: amor, ternura, esperanza. Quise ser parte de ese contraste, de ese respiro emocional dentro de un mundo tan duro.
¿Cómo es tu personaje en la serie y en qué aspectos sientes que conecta o choca contigo?
Una de las cosas que más me motivó a hacer esta serie fue mi personaje. Me parece hermosa. Es una mujer joven pero con mucha madurez, muy enamorada y segura de que junto a su pareja pueden construir algo real. Me encanta como se entrega al amor, como no le tiene miedo a sentir. Eso me pareció muy valiente y tierno a la vez. Conecto con ella porque, como Nina, yo tampoco pierdo la esperanza y creo que el futuro que viene va a ser bueno para mí. Y, para ser honesta, yo también estoy living el love :)
El mar suele simbolizar libertad, miedo o transformación. ¿Qué significa para ti este entorno dentro de la historia?
Para mí, el mar representa libertad. Aunque es testigo de muchos momentos duros en la serie, no le quita su poder esperanzador. Tener el mar cerca, incluso en medio de las dificultades, es como un recordatorio de que lo bueno también está cerca y de que siempre hay espacio para seguir adelante.
¿Hubo alguna escena especialmente intensa o difícil de rodar que se te haya quedado grabada?
Sí, hubo una escena que me marcó profundamente y que, sin duda, fue la más difícil de rodar. Me daba miedo hacerla, no solo por mí, sino también por las mujeres que me rodeaban en el set. Lo que se cuenta en esa escena es una experiencia traumática, y aunque yo lo viví desde la ficción, poner el cuerpo y la mente en ese lugar me removió por dentro. Fue agotador, emocional y físicamente, repetir esa situación una y otra vez.
Aun así, la experiencia fue única por como se vivió en el rodaje: desde la primera toma se hizo un silencio muy fuerte, lleno de respeto. Las mujeres nos cuidamos, nos abrazamos, y los hombres del equipo supieron acompañar desde la distancia, entendiendo su lugar en ese momento. Nunca había sentido algo así en un set.
Fue, al mismo tiempo, una de las experiencias más mágicas y más humanas que he vivido. Cada vez que hablo de esta escena me tiembla la voz y me emociono porque el equipo me sostuvo con muchísima sensibilidad. La he visto dos veces, pero no creo que pueda verla de nuevo. Verme en esa situación, aunque sea actuando, me da miedo y me duele. Y si eso me pasó a mí desde la ficción, no puedo imaginar lo que debe significar para una mujer que realmente haya tenido que vivir algo así. Eso es lo que de verdad es fuerte.
Aun así, la experiencia fue única por como se vivió en el rodaje: desde la primera toma se hizo un silencio muy fuerte, lleno de respeto. Las mujeres nos cuidamos, nos abrazamos, y los hombres del equipo supieron acompañar desde la distancia, entendiendo su lugar en ese momento. Nunca había sentido algo así en un set.
Fue, al mismo tiempo, una de las experiencias más mágicas y más humanas que he vivido. Cada vez que hablo de esta escena me tiembla la voz y me emociono porque el equipo me sostuvo con muchísima sensibilidad. La he visto dos veces, pero no creo que pueda verla de nuevo. Verme en esa situación, aunque sea actuando, me da miedo y me duele. Y si eso me pasó a mí desde la ficción, no puedo imaginar lo que debe significar para una mujer que realmente haya tenido que vivir algo así. Eso es lo que de verdad es fuerte.
¿Qué esperas que el público sienta o reflexione después de ver Mar afuera?
Me gustaría que el público se detenga a pensar en lo distintas que pueden ser las realidades de cada persona. Muchos jóvenes atraviesan situaciones muy difíciles y no siempre tienen a alguien que los acompañe o los cuide. A veces son simplemente el resultado del lugar y las condiciones en las que crecieron. No se trata de justificar, sino de entender un poco más antes de juzgar.
Has pasado de títulos como A través de mi ventana a Estación Rocafort y ahora Mar afuera. ¿Cómo percibes esa evolución en tu carrera?
Siento que ha sido un camino de ir aprovechando cada oportunidad y disfrutando mucho en el proceso. Estoy muy agradecida de poder trabajar en proyectos tan distintos y de vivir, desde la ficción, realidades que no tienen nada que ver con la mía. Si hay una evolución, creo que la noto sobre todo en mí: en como me siento más tranquila, más segura, y en como disfruto incluso los momentos más intensos o complicados del trabajo.
En Estación Rocafort asumiste tu primer papel protagonista, ¿cómo viviste esa responsabilidad?
La verdad, lo viví con mucha ilusión y también con bastante ingenuidad. Estaba tan emocionada con el proyecto que no pensaba mucho en el peso de la responsabilidad. Algo que me enseñaron y que me quedó grabado es que el miedo viene de lo desconocido, y que lo mejor es enfrentarlo con ganas y sin hacerse muchas expectativas. Así que me lo tomé en serio, con mucho entusiasmo y con la intención de aprender todo lo que pudiera.
Estudiaste en la escuela de Juan Carlos Corazza en Madrid, ¿qué huella dejó en ti esa formación?
Sin duda dejó una huella enorme. En ese momento yo estaba buscando mi lugar, y lo encontré estudiando interpretación allí. No solo me ayudó a conocerme más a mí misma y a descubrir mis capacidades como actriz, sino que también me abrió la puerta a nuevas formas de pensar y a personas que me marcaron mucho. Vengo de un sitio muy pequeño y tenía muchas ganas de encontrar espacios grandes, con otras miradas, y para mí Corazza fue eso. Fueron años muy intensos, pero también muy gratificantes.
¿Qué diferencias encuentras entre trabajar en distintos géneros, como el drama romántico o el thriller, y cómo te preparas para cada uno?
Cada género te lleva a lugares distintos. El drama romántico es más emocional e íntimo, mientras que el thriller te exige estar en tensión y es más físico. Me preparo según lo que pide el personaje y el tono de la historia. Pero al final, en cualquier género, lo importante para mí es que lo que hago se sienta real.
Has comentado que ser colombiana a veces trae ciertos prejuicios. ¿Cómo gestionas esa percepción cultural dentro y fuera de la industria?
La gestiono como puedo, la verdad. Hay días en los que logro entender que los prejuicios existen en todo el mundo, y que muchas veces vienen de la ignorancia o de repetir lo que se escucha sin cuestionarlo. Y no quiero sonar condescendiente ni grosera, pero a veces me sorprende lo fácil que es reducir a un país tan rico y diverso –en cultura, fauna, geografía, historia– a un solo estereotipo. Es absurdo, pero pasa todo el tiempo. Hay momentos en los que se vuelve agotador, y ahí solo intento cuidar mi energía y bajar los niveles de cortisol como pueda (risas).
¿Qué te llevó a quedarte en España para formarte y desarrollar tu carrera y cómo ha sido construir un camino aquí?
Siempre tuve ganas de vivir en el extranjero. Me picaba la curiosidad por descubrir qué podía ofrecerme otro lugar, otra forma de vivir. Y fue España la que me abrió las puertas. Tener la nacionalidad ya era un paso enorme, una especie de señal que me ayudó a concretar el destino. Con el tiempo entendí que, de alguna forma, esto era lo que tenía que pasar.
Lo que me hizo quedarme fue la escuela: empezar a formarme, tener una rutina, sentir que estaba construyendo algo. El trabajo apareció casi de un día para el otro, y todo empezó a tomar forma. También siento que he tenido mucha suerte: encontré personas increíbles, oportunidades que no esperaba, y momentos que me marcaron. Y si algo tengo claro es que sin mis amigas y amigos no habría aguantado.
Lo que me hizo quedarme fue la escuela: empezar a formarme, tener una rutina, sentir que estaba construyendo algo. El trabajo apareció casi de un día para el otro, y todo empezó a tomar forma. También siento que he tenido mucha suerte: encontré personas increíbles, oportunidades que no esperaba, y momentos que me marcaron. Y si algo tengo claro es que sin mis amigas y amigos no habría aguantado.
Sueles ser comparada con Ariana Grande por tu aspecto, ¿cómo vives esas comparaciones?
La verdad, me lo tomo con humor, me parece genial (risas). No tengo ningún problema con eso, al contrario, ¡ojalá me compararan más seguido! Igual habría que preguntarle a esa diosa si le gusta tanto la comparación… quién sabe, igual no le hace mucha gracia (risas).
Tus redes sociales conectan con cientos de miles de personas. ¿Cómo usas ese espacio para expresarte y acercarte a tu generación?
Sinceramente, creo que las redes sociales son una herramienta de doble filo. En mi caso, no las uso tanto como me gustaría. Con el tiempo y el trabajo se han convertido más en una herramienta profesional que en un espacio realmente ‘social’, como lo era al principio. A veces pienso en cómo era todo antes de tener tantos seguidores, y la verdad es que me divertía mucho más. Ahora soy más consciente de lo que publico, de cómo puede interpretarse, y eso inevitablemente cambia todo. También es importante decir que no siempre son espacios seguros, y por eso hay que saber cuando tomar distancia y cuidarse. Aun así, confío en que poco a poco voy a ir encontrando mi propio estilo otra vez y volver a disfrutarlo como antes, desde un lugar más auténtico.
Tras trabajar con Daniel Calparsoro en Mikaela y compartir escena con nombres como Antonio Resines, ¿qué aprendizajes te llevaste?
Lo que más me alegró y me dio tranquilidad fue darme cuenta de que, en un set de rodaje, la mayoría de las personas valoran mantener un ambiente alegre y respetuoso, sobre todo en los días de más tensión y estrés. Lo más complicado, creo, es encontrar ese equilibrio: mantener una buena energía sin dejar de tomarte en serio tu trabajo. Y también saber cuando es momento de ponerse firme y decir las cosas como son, algo que en cualquier trabajo puede pasar.
Una de las cosas que más me gusta es observar a actores y directores con tanta experiencia. Su forma de estar, de comunicarse, de trabajar con los demás, etc. Aprendo mucho simplemente viendo como se mueven y cómo trabajan desde lo humano, no solo desde lo técnico.
Una de las cosas que más me gusta es observar a actores y directores con tanta experiencia. Su forma de estar, de comunicarse, de trabajar con los demás, etc. Aprendo mucho simplemente viendo como se mueven y cómo trabajan desde lo humano, no solo desde lo técnico.
