Entrevistar a N. Hardem no es moco de pavo. Es una de las figuras más influyentes del rap en Colombia y lleva más de una década y media desafiando las etiquetas musicales. Harto de los estrechos moldes del género, cada uno de sus proyectos se zambulle en territorios diferentes, demostrando que los esquemas impuestos no limitan su sonido. Mal de altura no es la excepción. Un viaje al vértigo y la responsabilidad del éxito, con canciones vulnerables que muestran una faceta más íntima que antes apenas se dejaba entrever.
Desde su debut con Cine negro hace diez años, Nelson Enrique Martínez ha estado en constante evolución. En 2018 lanzó Rhodesia, un álbum que marcó un hito en su discografía y apostó por un enfoque vanguardista tanto en producción como en composición. Un año después llegó Tambor 2, seguido de Verdor, donde exploró lo místico y lo espiritual a través de influencias jazz y soul que se entrelazaban con su rap. Ahora, tres años después, nos presenta Mal de altura. Hablamos con él sobre el proceso de creación, la producción del disco y su perspectiva sobre el rap.
Hola, Hardem. ¿Qué tal? ¿Todo bien?
Sí, todo bien.
Quería comenzar preguntándote sobre tu primer EP, Cine negro. Desde entonces han pasado diez años, ¿crees que tu perspectiva sobre el rap o tu proceso de composición han cambiado en este tiempo?
Mi perspectiva sobre el rap no ha cambiado mucho. Sigo sintiendo que es competitivo y, de alguna manera, folclórico. Lo que ha cambiado principalmente ha sido mi vida, y por consiguiente, lo que ha sucedido alrededor del proyecto. El tiempo le ha otorgado un tono más maduro a mi proyecto, pero creo que mi sentir hacia el rap, mi pensamiento y mi comportamiento dentro de ese ecosistema se mantienen en la esencia.
En la entrevista con Santiago Cembrano para La época del rap de acá (2016) , decías que a veces no te sentías parte de la escena porque no soportabas los esquemas. Volviendo a Lufthansa, dices: “cuando lo que más te gusta te cansa”. Cuéntame más sobre esos sentimientos y sobre si eso ha cambiado con los años.
Creo que siempre hay una sensación de inconformidad que acompaña a la adolescencia de cualquier proceso. Una sensación de no poder soportar los moldes impuestos o que te digan qué hacer y cómo hacerlo, especialmente cuando crees tener claro tu camino. Con el tiempo, esa sensación ha evolucionado, y esa inconformidad me ha permitido ampliar mi perspectiva.
He aprendido que puedo seguir haciendo lo que quiero y aun así sentir que sigue siendo muy rap, independientemente de que mi estética se haya inclinado más hacia mis propios caprichos o preferencias estéticas, o que mi discurso se haya vuelto más personal. El rap y el hip hop son expresiones y espacios donde los moldes pueden llegar a ser bastante difusos también. Ahora simplemente hago lo que quiero y ya.
Entonces, cuando en Lufthansa dices cuando lo que más te gusta te cansa, ¿a qué te refieres?
A todo, aunque más bien a situaciones personales. Pero en cierto punto también al tema de la competición, el canon y todo eso. Puede resultar bastante agotador y puede llegar a consumirte mentalmente.
En tu primer álbum, Verdor, todo iba recubierto por una pátina de espiritualidad. Ahora, con el lanzamiento de Mal de altura, nos presentas un álbum más oscuro, donde hablas sobre temas de realidad social y ruptura, entre otros. Háblame sobre esa transición entre ambos álbumes. 
Yo siento Verdor como un proyecto más espiritual y tranquilo, en busca de otras cosas. En cambio, Mal de altura es una proyección de una densidad casi palpable. Aquí hay rabia, velocidad, vértigo y otras emociones que, si bien pueden estar presentes en la voz de Verdor, no son tan evidentes ni tan explícitas como en este proyecto.
Esto es algo característico tuyo, cada obra es totalmente distinta a la anterior. ¿Qué es lo que más has disfrutado de haber creado algo completamente diferente?
Creo que lo que más disfruto en mi proceso creativo es lanzarme a territorios que pueden parecer inciertos y resolver los desafíos con las herramientas que tengo. Con Mal de altura exploré aspectos que tal vez ya conocía pero no había explorado a fondo suficiente para construir un cuerpo de canciones o un álbum completo. Es muy divertido poder experimentar con otras facetas en mi escritura y con el personaje que N. Hardem encarna en este universo de Mal de altura. Representa una aventura diferente, una oportunidad para evitar la monotonía y no caer en la repetición de hacer tres discos iguales.
Y esto por pura curiosidad, ¿cómo recibe tu público esos cambios?
¡Aparentemente bien! (risas). El disco ha tenido un recibimiento superlindo, tanto por parte de los seguidores habituales del proyecto como de nuevos oyentes. Siento que mis proyectos suelen ser bien recibidos porque a mis fans de toda la vida es eso lo que les gusta, el factor de cambio.
Y antes de lanzar algo que es diferente a lo anterior, ¿sientes miedo? 
Mal de altura no es completamente diferente a lo que he hecho, pero claro, sí que hay aspectos distintos y eso asusta un poquito. Aun así, lo que más siento es alivio al saber que finalmente está fuera y que ya no es solo mío.
¿Cuánto tiempo llevas con este disco?
Empezó en el 2021.
Mal de altura es una proyección de una densidad casi palpable. Aquí hay rabia, velocidad, vértigo.”
Desde que empezaste en el 2021 hasta que lo has sacado, ¿cambió mucho la idea que querías transmitir?
En este caso, las ideas se fueron asentando con el tiempo. El año 2021 fue el inicio del proyecto, pero no fue hasta el 2022 que empecé a trabajar más conscientemente en él. Mis intenciones con el disco se mantuvieron bastante consistentes, aunque la búsqueda estética siempre varía un poco.
¿Cuáles eran tus intenciones principales con este disco? 
Quería crear un álbum con un sonido que tuviera un impacto físico, con bajos intensos que hicieran moverte. Buscaba un carácter mucho más convexo, directo y menos críptico que en toda mi discografía anterior, tanto en la producción como en la forma en que rapeo. Pensé que lo había logrado en este disco, pero ahora me doy cuenta, al escuchar las reseñas, entrevistas y las reacciones de la gente, que quizás no lo he logrado del todo. Aun así, mi objetivo era hacerlo más fácil de entender, incluso desde la escritura.
Retomando tu primer álbum, en la canción Mala fortuna, dices: “quieren estar a mi nivel con miedo a las alturas”. ¿Es el propósito de Mal de altura explicar cómo se perciben las cosas desde el nivel en el que te encuentras ahora?
Sí, totalmente. Esa es una de las de las vertientes posibles. Se puede estar muy bien pero conlleva una responsabilidad, un trabajo, una presión y unas desventuras que no se sienten, ven o que definitivamente no están bien.
De hecho, en Air, dices: “Un pedestal también es una trampa”. ¿Cómo describirías tu relación personal con el éxito?
Ahora mismo yo creo que cuento con un proyecto exitoso. No quiero decir que sea mainstream o que sea millonario, pero sí que vivo de lo que amo hacer. Estoy rodeado de una comunidad maravillosa y cada vez conozco a más gente sorprendente. Para mí, se trata de aprender a aceptar las recompensas y reconocer cuándo hago las cosas bien, aunque personalmente sea algo que me cueste.
Me sorprende que digas eso porque en este disco siento que hay mucho vacileo, ¿no?
Totalmente (risas). Quizá soy yo tratando de romper un poco con mi propio molde. Llevo más de diez años haciendo esto y soy un referente del rap de mi ciudad. ¿Por qué no decirlo abiertamente y hacer un statement con un disco completo? Aquí estoy y aquí me quedo.
¿Sientes que el éxito y el reconocimiento pueden llegar a envenenar tu rap?
Justamente de eso es de lo que hablo en Crisis de papel cuando digo, “que tan jodido es ampliar el rango sin perder el enfoque”. Hasta el momento no ha llegado a contaminar mi trabajo porque todo lo que he hecho lo he hecho bajo mis propios términos, atendiendo a ciertas necesidades personales, estéticas y éticas. Cuando amplío el rango, suelo hacerlo sin dejar de ser quien soy, y de hecho, suele ser mi esencia y lo que he compartido con el mundo lo que me permite ampliarlo. Por ahora, no siento que haya afectado mi forma de trabajar, y eso, volviendo a la pregunta anterior, es una de las razones por las que considero que este proyecto es exitoso.
El disco abre con 2600, donde mencionas cómo el clima de la ciudad puede ser un obstáculo para ciertas plantas, que deben adaptarse o marchar.  Bogotá, tu ciudad natal, es algo que se hace sentir en este disco. ¿Cómo crees que haber crecido allí ha influido en tu trabajo?
Es el sustrato. Todo lo que sale de mí pasa por Bogotá. He vivido en esta ciudad toda mi vida y todo lo que hago tiene que ver con ella.
¿Cómo ves el panorama del rap en Bogotá?
Bogotá es una ciudad híper, híper rapera. Hay para todos los gustos, desde rap muy tradicional hasta propuestas más novedosas. Existe una escena underground muy fuerte. De hecho, creo que una de las razones por las que permanezco aquí y me sigue resultando divertidísimo hacer rap es que Bogotá nunca descansa. Siempre hay alguna conversación que tener y algo que hacer con la música.
“Creo que lo que más disfruto en mi proceso creativo es lanzarme a territorios que pueden parecer inciertos y resolver los desafíos con las herramientas que tengo.”
Volviendo a Lufthansa, es una de las canciones más íntimas y vulnerables, no solo del álbum, sino de tu discografía en general. ¿Qué te llevó a incluir una canción tan personal en el disco?
Atravesar una situación personal bien difícil. La música, en ocasiones, también es mi terapia. Empecé a escribir esta canción con el beat que Don Cee me había pasado hace tiempo. Incluso consideré no incluirla en el disco. Poco a poco fui depurando mis sentimientos e ideas y, al escribir la canción, me di cuenta de lo significativa que era para mí. Al convivir un poco con ella me di cuenta de que si podía ayudar a alguien más que estuviera pasando por una situación difícil, entonces debía estar en el disco. Fue entonces cuando me empeñé en pulirla y en encontrarle un lugar en Mal de altura.
Mucha de la producción del disco ha sido tuya. ¿Qué es lo que más has disfrutado?
Lo que más me gustó fue canalizar lo que disfruto escuchando (drumless, grime) en algo que conservara mi tono, tanto en la producción como en la escritura. Formo parte un colectivo de world music llamado Mestizo, donde colaboro con músicos de new jazz de Londres y de diversas tradiciones musicales colombianas. En el estudio donde trabajo, comparto con personas que hacen cumbia, afrobeat y otras músicas del mundo. Quise reflejar esa diversidad en el álbum a través del rap. Creo que eso fue lo que más disfruté durante el proceso de creación.
¿Te cuesta fusionar las distintas influencias en un beat? ¿O es algo intuitivo?
Creo que si me sentara a buscarlo intencionadamente, sería complicado. Afortunadamente, la inspiración llega de forma natural y todo fluye cuando encuentro un sample adecuado y las ideas para escribir la letra.
En Air colaboras con Nicholas Craven. ¿Por qué le elegiste a él para producir esta canción?
No sé si lo elegí a él para producir la canción, es como estas cosas de los procesos míos que simplemente se van dando. Estaba componiendo el disco, es probable que ya tuviera la letra pero iba a estar en otro tipo de beat, pero sentía que al disco le hacía falta precisamente ese aire. Me puse a revisar dentro de la carpeta de beats que me había mandado hace tiempo y resultó la pieza perfecta para amalgamar esa parte del disco que estaba un poquito enredada.
En Crisis de papel colaboras con Shantéh, con quien ya habías colaborado para Arroyo. ¿Por qué decidiste volver a trabajar con ella para esta canción?
Ella y yo formamos parte de Mestizo, el colectivo del que te hablaba. Los colaboradores del disco son personas con las que he compartido mucho en mi entorno natural durante los últimos años o gente a la que he tenido la fortuna de conocer y conectar en persona. En cuanto a ella específicamente, quería que estuviera en el disco sí o sí debido al grado de cercanía y afinidad que compartimos dentro y fuera de la música. Por otro lado, la canción la hicimos desde cero juntos. Estaba diseñada para hacerla con ella, así que fue una elección natural.
Ya estamos llegando al final, pero quiero meter cucharada con España. En Córcega colaboras con SD Kong. ¿Te sientes conectado a la escena de rap en España? ¿Cómo ves el panorama?
Como hispanohablante, el rap español siempre ha sido una influencia fuerte para mí. Siempre he estado conectado con la escena, aprendiendo, escuchando y conectando directamente con gente de distintos lugares del territorio. En 2022 tuve la oportunidad de ir y conocer a Franco Carter, a Kong, a Solok.Os y a otrxs en persona, y ya sentí una afinidad muy certera. El rap hispanohablante está pasando por un bellísimo momento de salud y la velocidad del internet permite que esto siga creciendo y siga siendo así. Me estoy divirtiendo mucho y me siento como parte de una misma cosa. También ha sido hermoso el acercamiento que desde ambos lugares hemos tenido para colaborar y crecer.
Me hace ilusión que digas eso. Y ya para cerrar, acabas de lanzar el álbum. ¿Qué planes de futuro te esperan? Cuéntame un poco.
Me espera hacerle justicia al trabajo. Compartirlo, tocarlo, hacer giras, sacar los discos, presentarlo, quizás hacer algunos videos... Debo honrar el esfuerzo de todos los que hemos invertido en este proceso. También disfrutar mucho de la oportunidad de compartir un disco que sigue sintiéndose fresco para mí. Espero que mi proyecto crezca de manera natural con el lanzamiento de un nuevo disco y seguir aprendiendo y madurando en el proceso, entregándome honestamente a la música día tras día.
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