Hace ya algunos años, una joven abogada de cabello rubio y chihuahua inseparable nos dio una lección a todos tras ganar un juicio gracias a una permanente traicionera. Hoy, esa encantadora y listísima Elle Woods ya forma parte del imaginario colectivo de una densa saga de rubias tontas que la cultura, de la televisión y del cine, nos ha dado –y tanto agradecemos. Ellas, algunas de lo más icónicas, otras quizá no tanto, vienen a ser los últimos resquicios de lo que el cine de los 2000 supuso para las rubias más tontas de la industria, siempre relegadas a ser la amiga de la prota que a veces se pasaba de lista.
Una rubia muy legal (Robert Luketic, 2001) puede que sea, en gran medida, uno de los detonantes que hicieron posible que la figura de rubia tonta en el cine comenzara a tener más presencia en la trama principal de la película, llegando a convertirse en el personaje protagónico. En la mayoría de casos, hablamos, por supuesto, de comedias o comedias románticas que se valen de estos papeles y de sus carismáticas personalidades para hacer uso de un sentido del humor algo más agudo y elaborado, algo para lo que no todos los públicos estaban preparados (ni dispuestos), a pesar de que la rubia tonta lleva siendo durante décadas una de las principales minas de oro de las productoras.
Tradicionalmente, se le ha otorgado a Marilyn Monroe el noble reconocimiento de ser la primera rubia tonta, nada más lejos de la realidad. Si hablamos de esas primeras veces en las que comenzó a aparecer la rubia tonta en la gran pantalla, tenemos que echar la vista muy atrás. Muy, muy atrás. Concretamente, al momento cumbre del cine mudo, según cuenta Andrea G. Bermejo, redactora jefe de Cinemanía y colaboradora en Historia de Nuestro Cne: “Se me ocurren personajes del cine mudo que ya jugaban con ese arquetipo de rubia tonta. Babylon lo explica muy bien con el personaje de Margot Robbie, que es una recopilación de ese tipo de personajes”.
Es en Babylon donde descubrimos precisamente el poder y la capacidad de influencia que puede llegar a ejercer una rubia tonta que al final no resulta ser tan tonta como parece. En esta película, Nellie LaRoy, papel que interpreta Margot Robbie, consigue alcanzar esa fama y éxito que desde un principio buscaba, pero vemos que de poco o nada le sirve el caché cuando trata de deshacerse del eterno papel de rubia tonta y pánfila. En definitiva, el vivo reflejo de una joven y prometedora Norma Jean de carne y hueso que revolucionó la gran pantalla y la sociedad de los 60, y de lo que sí puede vanagloriarse Marilyn Monroe es de haber sido la primera ‘chica bimbo’.
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Babylon
Movimiento bimbo
“Me atrevería a decir que tal vez Marilyn Monroe fue la primera bimbo que irrumpió en la cultura popular, aunque el concepto estereotipado de mujer frívola e ignorante es algo que siempre ha estado presente en el imaginario misógino, aunque después se haya resignificado hasta convertirse en la identidad contracultural que es a día de hoy”, establece Samantha Hudson, artista, cantante, actriz y activista del colectivo LGTB.
Pero, ¿qué ha pasado con todas esas rubias tontas que veíamos en las películas más taquilleras de los 2000? No encontramos rastros de lo que fueron, y sin embargo no dejamos de buscarlas en los créditos finales, finalísimos, del reparto. Por el contrario, a las que sí encontramos son a esas otras rubias no tan tontas como en un primer momento hicieron creer. Esas rubias oxigenadas, amantes del rosa, patológicamente románticas y feligresas del blin blin, como la propia Elle Woods, rostro de Una rubia muy legal, o nuestra eterna reina Zeta Alfa Zeta: Shelley Darlingson, protagonista de Una conejita en el campus (Fred Wolf, 2008).
Ambos personajes, interpretados por Reese Whiterspoon y Anna Faris respectivamente, tienen en común un irremediable rasgo justificador que las vuelve inteligentes o bondadosas, al menos, lo suficiente para que puedan protagonizar la trama del largometraje. Porque, ¿tan horrible es ser rubia, guapa y no haber estudiado en Harvard? Al parecer, así es, pues hasta el momento este tipo de perfiles que no brillaban especialmente por ser unas lumbreras, quedaban expulsados a un segundo plano a modo de herramienta humorística. Ejemplo de esto podrían ser perfectamente el personaje secundario de Paulette Bonafonté, mejor amiga de la protagonista Elle Woods en Una rubia muy legal.
El personaje al que da vida Jennifer Coolidge cumple con nota todos los principios que definen el rol de rubia tonta, incluso la profesión. Jamás veríamos a una esteticién, rubia y tonta siendo protagonista de nada, por muy género de comedia que sea. Es decir, Paulette es la chica bimbo personificada, y carente de justificación alguna para poder aspirar a un papel protagónico, como en el caso de Elle Woods, que finalmente resulta ser una abogada listísima y de éxito a pesar de su condición bimbo.
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Una rubia muy legal
Rubias y legales
Sobre el caso particular de Una rubia muy legal, donde parece que traten de justificar a este personaje de algún modo haciendo ver que a pesar de ser rubia puede ser una mujer de éxito, delegando así el verdadero rol de rubia tonta a su amiga Paulette, Samantha Hudson dice lo siguiente: “Es posible que exista ese componente de redención o justificación de su supuesta ignorancia. Sin embargo, yo creo que la moraleja de la trilogía es que a veces no eres tonta, sino que tal vez tienes métodos distintos para llegar a las mismas conclusiones o simplemente eres una experta en otra materia que está denostada por la opinión generalista”. “Lo mejor de Una rubia muy legal es que Elle Woods no intenta ajustarse al modus operandi de la academia, ella obtiene sus méritos sirviéndose de su carisma y de esa estupidez que le reprochan”, concluye.
Este tipo de perfiles únicamente los veíamos en películas de humor o en chick flicks de los 90, al menos, la gran mayoría, y siempre, por supuesto, en clave de humor menor. Con la llegada a comienzos de los 2000 de títulos como Chicas malas, con el personaje de Karen Smith interpretado por Amanda Seyfried; Los ángeles de Charlie, con Cameron Díaz en la piel de Natalie Cook: Killers, con Katherine Heigl siendo Jen Kornfeldt; o incluso Glee, con Heather Morris encarnando a Brittany Pierce, comenzamos a ver más personajes principales que preservan los rasgos de las chicas bimbo.
No obstante, casi ninguna queda totalmente exenta de ese giro final en el que aprenden una lección, solo por su forma de ser, solo para justificar esa forma de ser. Su personalidad. No porque hayan hecho algo mal. En cuanto a esto, Samantha asegura que “cuanto más lista eres y más lo demuestras, más valiosa eres ante la mirada ajena”. Del mismo modo, considera que “el público general necesita tramas demasiado literales, desenlaces explícitos. Hasta la frivolidad más absoluta tiene que justificarse con unos códigos que le den sentido”.
“La inteligencia y el conocimiento académico son códigos sociales que engordan tu capital social. Son elementos de tu personalidad que te hacen ganar puntos dentro de un sistema clasista y prejuicioso que premia a las personas con más capacidades para producir. Ser lista, manejar conceptos complejos, tener eso que llaman ‘cultura general’ es un carné de socio para participar de unas estructuras que se rigen por unos estándares muy concretos”, continúa.
Actualmente, no hay ni rastro de todas esas Karens, Natalies, Brittanies y Paulettes de hace una década. “Hubo un boom de personajes bimbo como consecuencia del contexto de la época en que fueron producidas. A finales de los noventa y durante la década de los 2000s vivimos un auge de figuras como Paris Hilton o Nicole Richie. El rosa era tendencia, la moda abogaba por prendas extremadamente femeninas y esa figura de rubia tonta preocupada por su estética se convirtió en el máximo canon de referencia. El cine se hizo eco de ello”.
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Una conejita en el campus
Caída y auge del ‘bimbocore’
El concepto de ‘bimbo’ viene de ‘bambino’, bebé en italiano, y es un término que comenzó a popularizarse en los años 20 gracias a la canción My Little Bimbo, que hacía referencia a su chica, atractiva y, claro, sexualmente promiscua. Sin embargo, fue la revista Vanity Fair la que hizo que el concepto se convertiese en un estereotipo social que, durante algunos años, logró demonizar este tipo de perfiles, algo contra lo que el movimiento feminista luchó y, prácticamente, logró erradicar. Esto explica que exista una notable sequía de personajes de rubia tonta a partir de los últimos años de la década de los 2000, pues las mujeres pretendíamos huir de falsos juicios y encasillamientos, sobre todo en la industria del cine y el espectáculo. Samantha Hudson admite que “lo bimbo supone un posicionamiento directo en contra de unas estructuras sociales que te exigen ser inteligente y cumplir con el concepto meritocrático del éxito para hacerte valer”.
Sin embargo, actualmente puede que, simplemente, ya no esté de moda. “El medio audiovisual ha decidido prestarle más atención a otro tipo de mujeres, supongo que para ir en consonancia con los avances en cuestiones sociales que se han hecho a lo largo de los últimos años. Quizás ahora esté mal visto representar a la mujer de esa manera, puede que el medio audiovisual prefiera darle más relevancia a arquetipos de ‘chica empoderada que es mucho más que una cara bonita’, mantiene Samantha, que no deja de apostar por la diversidad en pantalla en cuanto a personajes femeninos, a pesar de que, personalmente, extraña esas películas. “Creo que hay mucho potencial detrás de la figura de la bimbo. La vanidad y lo vano pueden esconder un mensaje muy profundo”.
Para alegría de todas nosotras, recientemente, este concepto ya se ha convertido en un movimiento contracultural de Internet y comienza a adoptarse como reivindicación en contra de la misoginia que sufren las mujeres que cumplen con este arquetipo. Es decir, podríamos considerarlo como un nuevo statement desde el más profundo razonamiento crítico.
Y no solo eso, sino que, además, hoy día el ‘bimbocore’ está tan integrado que se afronta como una estética a seguir y en boga, pero llevada al extremo. Looks dosmileros, minifaldas, brillos, gloss, mucho rosa, tacones de infarto... No hay celebrity que se resista al bimbocore, y en los últimos dos años así nos lo han hecho saber tanto público como productoras, especialmente ahora que nos encontramos a las puertas del que ya se comenta que será el estreno de este año 2023: Barbie, de Greta Gerwing.
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Barbie
Tiempos duros para el rosa
No resulta una tarea sencilla plasmar lo bimbo en pantalla sin caer en tópicos o en conceptos misóginos, y por supuesto, sin recurrir de manera inconsciente en el mismo humor sexista de siempre. Por eso los espectadores esperan tanto de la nueva de Barbie, cuyo tráiler se ha estrenado no hace mucho y donde lo que más destaca precisamente puede que no sea la propia Barbie de Margot Robbie, sino el mismísimo Ken de Ryan Gosling, que eleva a la máxima potencia todas las virtudes de esa chica bimbo de la que hablábamos. Ante esto, es inevitable plantearnos la posibilidad de estar –y que Owen Wilson me perdone– ante la primera rubia tonta personificada en el cuerpo de un hombre. No obstante, todo esto que Gerwing pretende proyectar en pantalla está tratado desde un punto de vista satírico, incluso paródico y crítico. A pie de calle, la estética y el estilo de vida –porque realmente no es otra cosa que eso, que una personalidad– de una bimbo, de ser bimbo, ya comienza a ponerse en valor, le pese a quien le pese. En torno a esto, Samantha Hadson reflexiona: “No veo por qué una chica o cualquier otra persona no iba a poder exprimir al máximo esos roles que le han impuesto. La clave está en ser pero no exigir, tener un ideal pero no considerarlo un paradigma que imponer al resto de gente”.
Puede que una nueva era de rubias tontas se esté abriendo paso en el cine, y que nada tengan que ver con lo anteriormente conocido. Con esta premisa coincide Socorro Suárez Lafuente, investigadora de la Universidad de Oviedo y autora del artículo Marilyn Monroe: máscaras y miradas: “Se quiere perpetuar, si no el papel de la rubia tonta, sí el de las mujeres femeninas y más débiles. Hoy en día, las mujeres estamos muchos más despiertas y activas, y tenemos muchos más papeles a los que antes no podíamos optar. Sin lugar a dudas”.
También aquí. Recordemos todas esas rubias tontas que se convirtieron en iconos de la televisión española de e sobremesa de los 2000 a costa de llevar al límite la puesta en escena de este tipo de personajes. Patricia Conde en Sé lo que hicisteis, Ana Simón en Otra movida, Carolina Cerezuela en Camera café (en contraposición a la femme fatal morena, claro, Ana Milán). Atrás quedaron esas Patricias, Carolinas y Anas que tenían que hacerse las tontas. Ahora, unas nuevas chicas bimbo, llamadlas Samanthas, llamadlas Yenesis, hacen bandera de ello. Y qué bien que lo hagan.
“Valorar a una mujer por alejarse de lo femenino y reproducir actitudes tradicionalmente asociadas a los hombres no me parece una apuesta apropiada. A veces nos olvidamos de que las bimbo, las rubias tontas, son una diana inmensa para todo el odio machista que infesta el día a día. Esto es algo que se ve muy bien en Una rubia muy legal o Una conejita en el campus cuando las protagonistas se topan con otras mujeres más eruditas y menos femeninas que, lejos de empatizar con ellas y entender que estamos todas bajo el mismo paraguas, se dedican a juzgarlas y descalificarlas en primera estancia”.
“Al final nadie está exento de las normas estéticas, todas interiorizamos y socializamos esos códigos, desde la más butch hasta la más femenina, pasando por todo el espectro queer. La gente tiene derecho a ser y no dar explicaciones. El pensamiento crítico es fundamental, por supuesto, pero que no nos sirva de arma arrojadiza. Abrir los ojos, sí, pero nunca para culpabilizar a otras compañeras”. Sobre todo, si esas otras compañeras nos han enseñado lecciones tan valiosas como la de vigilar tu permanente en caso de juicio.
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Una rubia muy legal