En la agenda de cualquier moderno madrileño no podía quedar libre el jueves 16 de mayo. Fecha marcada por el concierto de mori en la Sala Clamores, una noche íntima para aquellos afortunados que consiguieron entradas antes de que se agotaran. Lo que distingue al artista es su naturalidad sobre el escenario: con él lo que ves es lo que hay. Y no es poco, porque frente a una transparencia amable y cercana le acompaña una puesta en escena a la que sacó todo su potencial acompañado por artistas invitados como Ralphie Choo o Amore, con los que es evidente que comparte un cariño que va más allá de los profesional.
El ambiente que se crea en su concierto es algo que no había vivido nunca antes, en el que él se muestra tal y como es y el público se adapta y le corresponde. No se ven pogos y gritos, sino más bien balanceos de cabeza al son de la música y silencio durante las canciones. “Me gusta porque estáis callados, habéis venido a escuchar”, reconoce, aunque eso no quita que la gente estalle en aplausos al terminar las canciones y le pidan alguna más al terminar –o incluso que coreen a su madre, que ha venido a verle–. Así, se crea un ambiente relajado en el que se puede reír de los fallos técnicos y no le importa volver a empezar una canción cuando no le convence cómo suena.
Aún siendo un evento que se inclina más hacia lo íntimo, mori ha conseguido, como es propio en Rusia-idk, transmitir la emoción a través de sonidos ultraprocesados y unos visuales con los que la libertad creativa es total y se agradece: combina imagen y vídeo de escenas cotidianas para los momentos más románticos, colores muy saturados o tipografías de lo más experimentales, siempre con la idea de crear la escena sobre la que canta.
El resultado no puede ser otro que algo auténtico, que deja la sensación de nostalgia encajada en el pecho, marcando la tónica desde el minuto uno al abrir el concierto con todo lo que hago cuando no estás. A lo largo del concierto intercala canciones tan tiernas como Linda como tú, junto con baladas como bobo.0110001v, con una versión con la voz mucho más cruda. Aunque hay que reconocer que no todo eran lágrimas, también hay hueco para la novedad: gran parte del concierto lo ocuparon canciones nuevas que formarán parte de su ya confirmado inminente álbum, de tal forma que se asemejaba más a una preview de lo que está por venir que un concierto al uso. Estas suenan más alegres, un optimismo que no parece característico suyo pero que le queda tan bien que está genial.
El broche de oro vino de la mano con una versión de Algo contigo, de Rosario (aunque más bien la versión de Rita Payés), como nunca antes se había interpretado. Y, personalmente, me quedo con una frase que escuché mientras salía de la sala: “Me gusta ponerme esta música para pensar y, la verdad, que siempre acabo rallado. Ha estado guapísimo”. Y con esas mismas salimos de la Clamores.
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