La gente de Madrid tenía ganas de volver a ver a Milo J. Después de su primera gira por España, cuando pasó por el Palacio Vistalegre con un éxito absoluto, el 19 de enero el artista volvía para cumplir los deseos de miles de jóvenes que hicieron fila durante las horas previas vestidos con las camisetas de la Selección Argentina. A pesar del formato golden circle, la gran anticipación de los fans para coger sitio demostraba las ganas que se tenía de ver al de Morón, y por si hubiera dudas, la cuenta atrás coreada y espontánea antes de las nueve de la noche confirmó el fervor que se sentía entre la multitud del Movistar Arena.
Puntualmente, no se sabe si por voluntad propia o por la presión del conteo regresivo, Milo J salió al escenario para empaparse de los gritos que se venían dando. 3 pecados después fue el tema escogido para romper el hielo, y después de un pequeño homenaje a Gardel, sonaba el “hay que prohibir el autotune” que da inicio a esta canción. Los saltos, flashes y pantallas con ruido de televisor viejo aturdían al que mirara el escenario con perspectiva y objetividad informativa. Por unos segundos, era más probable mirar al público que a la composición del stage, pero pasada la euforia y esta niebla metafórica, sobre el tablao se vio al artista y a su banda. Alejado el uno de los otros, Milo se presentaba ante Madrid como protagonista único, jaleado por una gran sección de percusión instrumental que le respaldaba en la lejanía. Se notó ahí su gusto por el ritmo, pero también se entreveía en la soledad escenográfica un alma baladista que se desarrollaría después.
Antes de contactar con el público, seis temas rápidos y abreviados para ir aumentando el calor y la entrega. Fue después de Vida de Rocky, el debido S/O para el Duko, cuando se tuvieron las primeras palabras. Un “gracias por venir”, un “los amo” y vuelta al ruedo. Las interacciones no serían el fuerte de la noche, pero bueno, lo importante es la música. Puede que sea su carácter introvertido, o puede que sea su rápida llegada a los grandes escenarios, el motivo de esta escenografía más estática que dinámica. Quizás su concierto del día anterior en Barcelona pudo tener algo que ver, nadie sabe.  Sea como sea, durante el show se mantuvo esta cierta frialdad aparente, aunque gracias a ella se pudo disfrutar más de su maravillosa voz.
Seguían las canciones, una detrás de otra, hasta llegar a Morocha. Temas clásicos y coreados sin fallo ni excepción, y aquí, un breve parón para beber agua y sacar el pie del micrófono. Los que son fans acérrimos suponían que empezaba una de las partes que tiene que ser favoritas del argentino. Tras una aparición estelar de un joven, para muchos anónimo, cantando M.A.I en arreglo flamenco, se daba comienzo a lo que se ha llamado ‘fase íntima’.
El que conozca a Milo J sabe que, aunque su forma de expresión es el rap, su alma tiene que estar relacionada con el bolero y la balada de alguna manera.Y no solo por su canción con Yami Safdie, que aquí se tocó, si no por sus letras, su intimismo, su delicadeza y el desarrollo de su voz. Es en esta parte que hemos denominado como íntima, donde el foco solo le apuntaba a él, las luces se apagaron, y todo se centró en su sonido y no en su espectáculo. En todo momento, la voz en directo de Milo había sorprendido por la similitud que tiene con la del estudio, pero ahora alcanzaba la magnitud que se merece. Qué color más particular el que sale por su boca, qué tono y qué sentimiento.
Empalagado, el público lanzaba cánticos de “Milo, Milo” y acompañaba cada una de las selecciones del artista, no sin antes lanzar un grito de emoción en cada uno de los casos. Sincera te, Una bala o A vos fueron canciones para saborear. La canción feliz del disco, Al borde o Dispara, para cantar en compañía. El grueso del concierto se fue acabando hasta llegar a la sorpresa de la noche. Siendo de colaboraciones internacionales, nadie esperaba que apareciera ninguna sorpresa sobre el escenario, y mucho menos que fuera Tini. Los dos todavía no compartían ningún featuring, y fue en Madrid donde lo anunciaron e interpretaron por primera vez. Lo que me causa es su título y suponemos que estará pronto en plataformas. Un momento mágico este, que encajó perfectamente en timing y del que seguro que nadie se olvidará.                                              
Tras esto, instante cumbre de la noche sin duda, se encaró el final de la actuación. Tocaba volver a subir las pulsaciones y así lo advertía Milo. Cualquier perro viejo sabe que es ahora  cuando vienen los hits, y así fue. Entre otros, era el turno de Rara vez, Milagrosa y BRZP Music Session, Vol. 57. Con los pogos montados, pareció ser el momento de despedirse, pero antes regalaba un tema extra, No hago trap, por el furor de los espectadores. No había tiempo para más y el protagonista se marchaba corriendo. “Muchas gracias por venir, este ha sido el show de Milo J”, sentenciaba como nosotros sentenciamos esta crónica. Un saludo.
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