Cuando arranca una entrevista, puedes encontrarte con un amplísimo abanico de entrevistados que van desde el artista que simple y llanamente no quiere estar ahí (y te lo hace saber con todo el empeño de su lenguaje corporal) hasta el que desde el minuto cero intenta establecer un vínculo de empatía para ponértelo lo más fácil posible. Y no lo voy a negar: a mi entrevista con Mala Rodríguez llegué con un precavido respeto ante lo que pudiera encontrarme. Por suerte, lo que me encontré fue lo mejor que podía ocurrirme en una conversación como esta.
Entrevista extraída de ACERO vol. 8, publicada en julio de 2024. Hazte con tu copia aquí.
Era el día de Sant Joan, justo después de comer. Al llegar a la oficina de ACERO, que es donde iban a maquillar y vestir a la artista para la sesión de fotos que acompañan este texto, no me encontré con La Mala, sino con María Rodríguez. Con la cara lavada, el mínimo maquillaje y un vestido negro de una pieza, ajustado y atravesado por una raja vertiginosa hasta el muslo. Estaba jugando dulcemente con su hija Romina, que se movía por el espacio haciendo flotar un ingrávido tutú de tul rusa a lo princesa Disney.
Tras intercambiar unas palabras sobre los petardos, María y yo nos sentamos en una mesa, apartados. Y enciendo mi grabadora. Entonces aparece Mala Rodríguez, pero ya he espoileado que aparece de la mejor forma posible. Si hubiera expresado (directa o indirectamente) pocas ganas de estar ahí, me habría puesto nervioso ante la sensación de estar ante un abismo insalvable. Si hubiera sido supersimpática y empática, también me habría puesto nervioso, aunque fuera por la sospecha de falta de honestidad. Pero, por el contrario, Rodríguez me hace el mejor regalo que se le puede ofrecer a un periodista: un lienzo en blanco sobre el que empezar a pintar juntos. Nada de preconcepciones ni de intentar imponer un tono a la entrevista. Partimos de la nada y, poco a poco, vamos encontrando puntos de contacto que hacen que, a veces, la conversación se dirija hacia lugares inesperados.
En cierto momento, me confiesa que cree que se expresa mal. Y no es que se exprese mal, ni mucho menos, lo que ocurre es que se expresa con frases cortas que son eslabones pequeñitos de una cadena de acontecimientos que puede empezar en un tema y acabar en otro que nada tiene que ver con el primero. Ni con el segundo. Ni con el tercero. Puntos de colores aislados que, al mirarse desde la distancia adecuada, ofrecen la visión de un cuadro coherente. Impresiones, ideas, titubeos, apreciaciones, digresiones, anécdotas e incluso aforismos que se suceden como una salva de disparos salida de una metralleta como la que aparece pixelada en la portada de su nuevo álbum Un mundo raro, que se ha lanzado un mes antes de que nos sentemos a charlar.
Este disco está muy ligado a tu propia historia y, de hecho, en 2021 ya lanzaste tu libro autobiográfico Cómo ser Mala.
Pero es diferente, porque el libro me lo tomé como una oportunidad para escribir un relato. Era un relato que explicaba un momento de mi adolescencia en el que viajo a Barcelona y en el que voy contando todo como si fuera un diario, poniendo en primera persona todo lo que he vivido a través de la música, a través de los discos, todo lo que hay alrededor. Por eso, si luego escuchas la música, entiendes dónde está ubicado todo. Era un poco raro… Pero el álbum es otra historia. Más que un relato autobiográfico que hable de mi vida, es el proceso de lo que he vivido. Un conflicto y tratar de resolverlo. Una intención de reflejar cómo somos, cómo actuamos cuando nos pasan cosas así. A grandes rasgos, se puede ver como un viaje. Como un círculo. Cuando hablaba con el coreógrafo con el que hemos estado trabajando el show en directo, me decía, “esto es todo el rato un viaje a través del dolor”. Porque el dolor te provoca que seas de una manera y actúes de otra. Que respondas. Te obliga a tomar decisiones. Te pone en jaque. Me gustó esa idea. Nunca lo había pensado, pero he hecho un viaje a través del dolor.
Lo guay es que, además del dolor, en el disco hay un abanico de emociones por las que vas pasando. Empezando por lo que tú misma defines como un acto de liberación. Pero, ¿liberación de qué?
Es pedir perdón. Entender que hay que pedir perdón. Que te tienes que pedir perdón a ti mismo, primero, y luego a quien crees que has hecho daño. Eso es lo más fuerte. Yo me he sentido muy liberada porque sentía que no había encontrado el motivo por el que había estado haciendo determinadas cosas. Y, en el momento en el que te das cuenta de tus errores y te pides disculpas a ti misma y pides perdón a los demás, te liberas. Cuando estás tan metido en el día a día, en el descontrol, en huir, en no querer ver las cosas… Está claro que no te das cuenta. Es la inconsciencia. Y yo creo que he estado un tiempo un poco en piloto automático. Hasta que me han obligado a sentarme para hacer un disco. Ha sido muy bonito, aunque ha tardado mucho tiempo y hay mucha gente de la industria que se ha agobiado mogollón. Pero al final lo hemos conseguido. Sería más fácil entrar en el juego y sacar un single y otro single… Pero es que yo no puedo hacer eso, tengo que desarrollar.
Si por la gente de la industria fuera, estarías haciendo rosquillas día sí y día también.
Sí, a mí eso ya me ha pasado en otras etapas de mi vida y mi carrera. Ahora, con la información que existe, puedo afirmar que ha habido veces que me han hecho un gaslighting que lo flipas. Me decían: “¿Por qué no haces esto? ¿Por qué no haces lo otro?”. Lo que hace que me pregunte: ¿qué tengo yo de malo? Es difícil, pero son pruebas maravillosas que te pone la vida, porque eso me obliga a reafirmarme a mí misma. A decirme que soy tan válida como cualquier otro ser humano y que me ha tocado esta cosa, que es que hago música, con sus buenas y sus malas, y que tengo que dedicarle un ratito a ello. Que no es una cosa a la ligera. Es algo muy profundo. Por suerte, hay gente que lo valora. La gran masa está esperando el hit del verano y me parece muy bien que los artistas estén en esa carrera. Pero yo necesito sacar algo de lo que me sienta muy orgullosa.
Has dicho que Un mundo raro habla de una crisis en tres actos. Si tuvieras que definir cada uno de los tres actos del disco, ¿cómo lo harías?
Primero, el planteamiento de ese mundo: describo el lugar, puedes ver a la gente, el ambiente, los sonidos. Segundo, la lucha. Y con lucha me refiero a pelear contra el ego, que es bastante duro. Y, tercero, la felicidad, que es todo lo contrario a la lucha: eres feliz cuando ya no hay ego y por fin encuentras paz y calma. Esas serían las tres partes.
Son tres partes que incluso se notan a nivel musical.
No lo he hecho aposta. Yo también las he ido viendo. A veces pienso que buscaba un poco de redención. El disco es una forma de decir, oye, sé que la he liado, pero por mí ya está, no quiero seguir así.
¿Te da la sensación de que la has liado?
Sí, en algunos aspectos personales, sobre todo. Es que, si no cuento mi vida con la música, ¿de qué me sirve la música entonces?
Entrando en los temas del disco, hay uno que destaca desde la portada: la idea de armarse para la lucha.
Imagínate. Empecé siendo muy niña y sin tener idea de nada. Fue ahí cuando me puse aquella máscara de malota para ir por la vida. Una máscara que es el miedo, que te hace más peligrosa. Cuando una persona no tiene ningún tipo de miedo es amable, está relajada. Pero cuando estás todo el rato peleando y sabes que pueden pasarte cosas y sientes dolor y estás dañado, es entonces cuando la gente se pone armaduras. Yo creo que he tenido mi armadura: no me he fiado nunca de nadie. Pero es que, cuando llegué al mundo de la música, estaba todo el rato sola. No estaba mi madre conmigo. Ni mi familia. Ni nadie. Y eso es difícil. Me veía muy chica cuando empecé mi carrera, ahí sola con toda la movida. Pero siempre he tenido mucha fe y mucho amor dentro. Me han podido pasar cosas malas en la vida, pero siempre he creído en el amor y en la gente que es buena.
¿Esa sería el arma de la portada y del disco? ¿El amor?
Pues sí. ¿Ser brillante y con luz? Eso aleja a mucha gente chunga.
La portada es muy simbólica.
Me encanta. Para la sesión de fotos, tenía en la cabeza la imagen de una guerrillera de la época de la Guerra Civil. Me veía así, como cuando tomas las armas. Me imaginaba una mujer que está tranquila en su casa, en su momento, que se acaba de duchar pero se está preparando para una batalla. Y de ahí viene el símbolo más grande que hay: una AK-47 que tuvimos que alquilar. El chico que me hizo la foto es fotoperiodista y suele trabajar en lugares en conflicto. Le encantó que le llamara. Me dijo que era lo último que se esperaba, que le llamara La Mala. Pero es que yo quería precisamente lo que él hace: que la portada se sintiera como si fuera un reportaje. Con este disco quiero que se sienta lo real en las letras, en la historia que cuento y en las imágenes del arte. Nada de ruido: una toalla cualquiera del hostal. Muy impoluto y bello. Tiene un equilibrio de violencia y de belleza muy bonito. Y lo mejor de la portada es que no podía aparecer el arma, así que la pixelamos y es que me encanta más todavía. Tiene morbo.
Otro de los temas del disco, y más teniendo en cuenta que has pasado por todo, por épocas de tener mucho y de tener poco, es el contraste entre el materialismo del mundo actual y tu apuesta por el espíritu.
No hay mucha gente que lo haga. En la industria, todo el mundo va hacia otro lado. Es raro y yo quiero mantenerme en este lado del juego, porque me parece que aquello cada vez está más manido. La gente joven ya sabe qué botón tiene que pulsar para que la cosa funcione, y eso me da pena. Porque con eso, al final, no estás buscando dentro de ti, sino que estás buscando fuera. Cuando buscar dentro es mucho más enriquecedor.
¿Son las nuevas generaciones tan materialistas?
Es que hay muchas lecturas. Por un lado te dicen, “escápate de la carrera de las ratas”, “sal de la Matrix”. Pero por el otro también te dicen, “sin dinero no tienes respeto”. Siento mucha ternura por toda la generación nueva, porque lo tiene muy difícil. Hay que aceptar que hacer algo nuevo es más complicado todavía. Están haciendo remakes de canciones todo el tiempo porque tienen una presión para mantener ciertos números. Eso lo sabemos la gente más mayor, sabemos que buscan la satisfacción inmediata, la dopamina. Todo el mundo está buscando la dopamina. Es una trampa que me flipa.
¿Antes lo importante era lo que el artista decía y ahora lo importante es el estatus que representa?
Antes te reías de la gente que escribía letras chorras. Ahora es un hype, básicamente. Aunque también es una respuesta artística al mundo que vivimos. Todo es un reflejo de lo que vives. Cualquier artista es un reflejo de su tiempo. Cuando conoces a artistas que tienen mayores trayectorias, como Drexler o Caetano Veloso, incluso como Madonna, ves cómo por su filtro han pasado millones de cosas y cómo ellos van respondiendo a esas cosas y a esos momentos. Es una cosa muy extraña. Porque después también hay localismos en Puerto Rico, en Colombia, en un barrio: gente pequeña que hace música que no es igual al resto. Está el supermainstream, pero también hay un montón de gente que está haciendo cosas que suenan menos y que son muy diferentes.
¿Te horroriza el mainstream?
Siempre me horrorizó. Siempre me horrorizó el pop. Yo huía de eso. De hecho, odio Los 40 Principales de toda la puta vida, porque solo ponen canciones que hablan de amor. Que no tengo nada en contra del amor, pero cuando eres adolescente buscas algo que rompa. Algo más sincero. Aunque hay canciones superpop que también son muy sinceras, y se siente cuando hay sinceridad. Se ve a la legua. También se ve cuando no la hay.
Hay muchas Malas en el disco y, hacia el final, en Fly Glú aparece una Mala que es diversión pura.
Es evasión total. Me encanta esa canción. Me gustan las canciones que salen así, solas en estudio: el productor lanza el beat y nos dejamos llevar y empezamos a fluir. Esas son las mejores canciones, las que más me gustan.
He leído que en Un mundo raro hay varias canciones que os salieron en una toma. Eso es una locura.
Lo que es una locura es dejarlas en el disco. (Nos reímos.) He estado trabajando con Bull Nene, que es una persona supersensible. Si no hubiera sido por él, no hubiera hecho este disco. Su apoyo ha sido muy importante en todo este proceso. Todo el rato me decía: “Cuenta tu historia, cuenta tu historia, cuenta tu historia... Necesitamos tener la historia porque, si no la tenemos, no vamos a poder darle un color ni una musicalidad ni arreglar nada”. Y, al final, a partir de todas las canciones, se destiló el dibujo, el borrador de lo que era la historia.
También pasó con Un mundo raro, el tema que abre el álbum.
Sí. Esa es la canción que le da nombre a todo y fue casualidad: Santos soltó el ritmo y yo empecé a quedarme loca y a cantar, “en esta piel que habito…”, que es una letra que lleva años rondándome la cabeza. Esas dudas, esa niña pequeña que se hace preguntas. Aquí hablo de por qué es ok ir desnuda pero no es ok ir con un velo. Por qué es ok que todo el mundo esté en relaciones de mucha gente pero es raro cuando sois dos… Todas esas contradicciones. Todo el rato se nos juzga. Creo que hay una especie de deseo comercial para que tengamos que vivir con estas angustias, porque todo el rato se nos cuestiona lo que nos sale naturalmente. Cada uno es diferente. ¿Cuándo vamos a celebrar la diversidad realmente y sin fin comercial? Como ocurrió con el feminismo. O con el Orgullo. Es necesario celebrar todo esto pero, ¿tú me entiendes? A veces tengo esta cosa de antipática. Que no encuentro dónde está el corazón de las personas, la verdadera intención. No la veo. Hay una niña pequeña dentro de mí que me dice que quiero tener mi propia manera de vivir. Y quiero ser aceptada. Y quiero mi propia ley. En mi confusión y todo. No es nada malo. Eso es un mundo raro. Tienes que ver el concierto para entenderlo todo.
¿El que estás preparando con un coreógrafo?
Sí. Estamos haciendo una cosa preciosa con todos sus bailarines. De repente, entras en el mundo del disco, entiendes todos los tránsitos que hago, cómo acaba todo… Es superbonito. Aunque solo sean pinceladitas que te ayuden a meterte ahí. Me acuerdo de una gira que hizo Kase.O que se llamaba El círculo y que empezaba él con unos músicos, hablándole a la gente. Con eso ya metes a la gente en tu historia, les haces cómplices. Es muy bonito.
Es la obsesión por el storytelling aplicada a los conciertos para que te enganchen más.
Bueno, a veces te mola un set solo por el set… El concierto de Beyoncé de Renaissance, perdóname, pero ¿qué storytelling hay ahí? No hay ninguno. Es ella, locura pura, con todo el circazo. Si está bien hecho, está guay. Es mucha energía. Todo el mundo se sabía los versos y solo hacía dos días que había salido el disco.
La experiencia compartida siempre es un plus en los conciertos…
Por eso no entiendo que ya no haya cines. Con lo guay que era compartir la experiencia con la gente. Me gustaba mucho ir al cine. Era de las que iba sola. Sigo yendo, pero no es lo mismo.
El disco también habla de que muchas veces se te juzga dando por supuesto que eres problemática.
Me encanta… ¿Soy problemática?
Entiéndeme…
No, si es verdad. Muchas veces no me explico bien.
¿Crees que se te mete de forma forzada en la casilla de artista problemática?
Que va, ser problemática está bien. Si no hay problemas, no avanzas. Me da igual. Cada uno es libre de interpretar. La comunicación es así: conectar con alguien y hacer click. Hay veces que conectas con alguien y otras que no haces click. De lo que yo digo a lo que tú entiendes, pueden pasar mil cosas. No me siento de ninguna manera. No leo las entrevistas que hago. Hoy me ha mandado una amiga mía una que hice para El País y en el titular pone “La gente está perdiendo lo poco de humanidad que le queda”. Es lo único que he leído, porque sé que es lo que la gente va a mirar y hará que lea la entrevista o no. O lo lee para hacerse un juicio y ya está.
Bueno, como periodista, te digo que a veces no tenemos la última palabra sobre el titular.
Ya sabemos que el juego es así. Yo no me voy a tirar de los pelos. De los pelos se tira mi manager (risas). Porque no veas el titular de El Español que puso no sé qué del aborto y Palestina. Mezcló todo y me dan ganas de vomitar, porque es que no hay por dónde cogerlo. Por suerte, alguien de un medio me dio la oportunidad de explicarme. Eso estuvo guay. Pero lo del titular siempre me lo hacen.
Es lo que te decía: que te lo hacen porque encaja en tu personaje.
Pero está bien. Está todo bien. No pasa nada.
Entonces, ¿qué papel jugamos los periodistas y la prensa para ti?
Un papel muy importante, porque comunicáis el trabajo que yo he hecho a vuestro público. Mucha gente puede que me conozca y mucha gente puede que no me conozca. Para mí es bueno que tú les hables a ellos. Por eso es importante. Pero, si tú no quieres que les caiga bien, pues harás que no les caiga bien. Sin embargo, si quieres hacer conocer mi música a otros, lo harás. No me la jugarás. Aunque no creo que nadie haga estas cosas con maldad real, por eso no me lo tomo tan mal. Simplemente, hay veces que conectas con un periodista y hay veces que no. El papel que juega la prensa y los medios de comunicación y los eventos que se hacen para llegar a otro público, todo eso es divertido. Si tu público está en TikTok, sabes que tienes que hablarles en ese lenguaje. Haces cosas para que tu música llegue a diferentes sitios, que es lo que queremos todos, ¿no? Que también está feo meterse con la gente que solo hace TikToks, porque hay mucha gente ahí. Es guay porque así te conoce otro público. A mí me parece guay.
Yo a mis alumnos de periodismo le obligo a que den las noticias por TikTok, porque es por ahí por donde ellos mismos reciben este tipo de información.
Claro, exprésate y punto. Hay unas chicas que se llaman Federación de Mujeres Jóvenes que me encantan. Hicieron un TikTok que te mueres de la risa porque cogieron un audio del típico chico que habla de la mujer de alto valor y el hombre de alto valor e hicieron una parodia, recreándolo todo con gestos. Decía: “La mujer en los 30 ya está en su pico, y si no encuentra un hombre de alto valor…” y todo el rato interpretaban esas palabras. Y la conclusión: “Al final, acabas con los gatos y depresiva”. Me encanta que la gente use el humor. Por eso me gustan TikTok y las redes, porque hay mucha gente que usa el humor.
Volviendo al disco, en los créditos aparece gente como Bull Nene, Santto, Gabo y Tuny D… Y hablas mucho de lo que te gusta la música como proceso de colaboración.
Bull me estaba apretando todo el rato. Nunca había estado con alguien que mirara mis letras y que cuestionara todo lo que hacía. Tener un doble check. Colaborar con alguien y tener su feedback. Trabajar en equipo. Confío en él como compositor, como artista. Ha sido un trabajo de dos al cien por cien. Desde el primer momento en el que empezamos a hablar porque me contactó por Insta y empezamos a enviarnos música sin conocernos.
Fue un flechazo.
Fueron las paranoias de la vida. Estar abierto y ser humilde. Porque yo no sabía quién era y resulta que es una puta estrella, ¿entiendes? Ha sido muy lindo trabajar en equipo porque, además, es que él nunca estaba solo. Siempre estaba con muy buenos productores. Yo me he puesto en sus manos.
Además de Bull, ¿cuál es la familia que te ha arropado en este disco?
Mi manager, que está todo el rato empujando. Yo soy muy dispersa y ella me dice que enfoque, que confíe. Me ha hecho mucho bien porque, además, soy madre: tengo tres hijos y un montón de responsabilidades. Es un desdoblamiento, porque hacer un disco es como tener un niño: requiere mucha atención. Ella me ha ayudado muchísimo. Bull también. Pero no te voy a decir que son mi familia porque mi familia de verdad es la que me ayuda cuando digo que tengo que ir a trabajar. Todos me apoyan. Son muy lindos.
"si no cuento mi vida con la música, ¿de qué me sirve la música entonces?"
Tiene que ser divertido que, cuando eres un niño, de repente tu madre te diga: venga, vamos a una entrevista.
(Mira a Romina con cariño). Bueno, a la pobre la estoy traumando para toda la vida. Los otros ya están traumados. Pero por lo menos tienen materiales para poder ser artistas.
Tú ahí, formando a artistas…
Es que no lo puedo controlar. No me como ninguna emoción. Saben que soy una persona que, si quiere llorar, llora. Que, si me tengo que pegar cuatro días callada encerrada en un cuarto, me pego cuatro días callada encerrada en un cuarto. O que, si hay días que me da por cocinar, cocino para ochenta personas.
Te sale la madre andaluza.
Sí. Pero otros días solo bebo agua. Así que perdonadme, no soy el estereotipo de madre perfecta. Pero soy una madre que quiere mucho a sus hijos y lucha por ellos. Porque, como mujer y madre, es mucha carga. Hay muchos estereotipos. Tu imagínate el otro día en la graduación de uno de mis hijos. Yo, María, estoy allí. Pero mis hijos no entienden que a lo mejor hay gente que no me ve a mí, a María, sino que ve otra cosa. Y que yo no tengo la culpa de que ellos vean otra cosa. Estoy ahí celebrando que el loco de mi hijo se ha graduado, qué guay, qué lindo. Es hermoso. Yo no me he tapado nunca de nada y siempre me he compartido con todo el mundo tal cual soy.
¿Es complejo compaginar todas esas facetas?
Creo que es más complejo para los niños. Cuando ellos eran chicos, por ejemplo, en su clase me saludaban todos. Pero también creo que me saludaban porque siempre he sido de hacer actividades en el colegio, cosas de música, lecturas, como aquello del “Endinsa’t a la lectura”. El cole es muy bonito y me encanta poder participar.
Antes de acabar, tenemos que hablar de la subasta para ofrecer una actuación a una única persona, los dos solos en una habitación del Hotel Mandarin de Barcelona.
La subasta es muy guay. Es una idea muy loca y muy divertida, pero es que me encantan las ideas locas y divertidas. Todo empezó en pandemia, cuando la idea de darle tanto a una persona era para mí una fantasía. Me preguntaba: ¿se podrá quedar con alguien en un hotel y hacer un show solo para esa persona?
¿Y será solo voz? Ni música ni nada más…
Bueno, puedo llevar un baffle como máximo. Quiero que se sienta como algo superíntimo. No me voy a poner una peluca y unos focos. ¿Te imaginas? (Risas). Creo que tiene que ser más bien un concierto privado, como cuando estás en una reunión pequeña. Este fue uno de los regalos de la pandemia: los deseos de intimar, de tocar, de compartir. El formato físico es eso. Es mi físico. Además, es muy necesario la actuación del artista en un mundo en el que todo es rápido, rápido, rápido. Me encantan que ahora por fin se vaya más a los conciertos. Se disfrute de los shows en vivo. Es una experiencia que parece total, porque no conoces a la persona que está cantando. Imagina que entras en un restaurante o donde sea y hay una chica o un chico cantando o alguien tocando, y tú dices: qué regalo. Una persona te está regalando su arte. Qué bonito. Me encanta. Si yo puedo hacerlo, quiero hacerlo y donar el dinero a Save The Children.
¿Por qué Save The Children?
Porque es un mundo tan loco, tan raro. La guerra está presente. Los conflictos ya no están solo en nuestros corazones, sino que están ahí todo el tiempo, palpables. Mira todo lo que ha pasado en Palestina o en Congo. Millones de fuegos por todas partes. Así que quería hacer esto porque me hace sentir muy bien.
El concepto me vuela un poco la cabeza.
Ya, es que, ¿cómo será? ¿Estará la persona dentro y luego entro yo? No lo sé. Además, es que es la primera vez que se hace en la historia. Me siento como una artista plástica.
¿Y va a ser totalmente efímero?
Sí, no va a quedar nada.
Pues vaya regalazo para quien pueda pagarlo.
Claro, porque no tiene precio. Hay cosas que no tienen precio. Un encuentro a solas con una artista que te gusta y que te va a cantar un montón de canciones.
Yo después quiero entrevistar a esa persona.
¿Te imaginas? Es algo muy interesante. Y todo venía de la pandemia, de estar separados, de imaginarme no volver a cantar. Las paranoias que tenía. Todo lo que me pasó en el coronavirus ha venido a caer ahora aquí. Porque es que también, durante mucho tiempo, estuvo prohibido hablar de pandemia. No se podía usar la palabra. En el cine no se podían ver mascarillas. Hice un cameo y, en el momento de rodar, se quitaban las mascarillas. No podía quedar rastro de aquello que vivimos. Todo ha sido muy surrealista.
Y lo hemos olvidado tan rápido…
Pero no lo hemos olvidado. En el cuerpo queda. En el cuerpo está todo ese susto. A mucha gente se le ha manifestado de mil maneras.
También me parece interesante que, a tenor de la subasta, digas que lo haces para abrir un diálogo sobre el valor del arte.
Es divertido, porque estoy segura de que lo que haré no vale lo que vayan a pagar. Eso no tiene precio. El arte de verdad no tiene precio. De hecho, agárrate cómo es el mundo del arte. Es para darle de comer a parte. Mujeres hay cuatro, hombres hay millones. ¿Quién entra en este circuito? Es un negocio también.
Por eso me parece interesante que dones lo de la subasta, porque cualquier otro artista aprovecharía y se lo quedaría.
La verdad es que nunca he querido quedarme ese dinero. Tampoco es que sea mi gran pasión, el dinero. No soy como Jennifer López, que siempre han dicho que es una tipa de negocios. Yo no soy una business woman, tan solo intento tener limpio mi corazón para poder hacer música. Ese es mi negocio. Es con lo que me gano la vida, haciendo música. Porque, joder, macho, si es por hacer dinero, ya me abrí un OnlyFans, pero no pude sostenerlo durante mucho tiempo. Me afectó bastante. Pero entre hacer y no hacer, yo prefiero hacer. Tenía muchas personas que me decían que estaba guay, pero para mí no fue guay. No todo en la vida es dinero. Hoy todas las chicas quieren abrirse un OnlyFans por el dinero. Pero yo no lo recomiendo. Y me siento muy feliz de poder decir hoy desde la experiencia que no lo hagas… (Mira a Romina). Se lo puedo decir a mi hija.