Como todos los grandes fotógrafos, la gallega Lúa Ribeira tiene una mirada especial capaz de poner en valor imágenes y personajes aparentemente banales y cotidianos. Las imágenes de su última serie, Agony in the Garden, son muestra de ello. Capturadas entre 2021 y 2023 en zonas urbanas de Vallecas, Villaverde o Roquetas de Mar, y fruto de su deseo por explorar la cultura del trap y del drill, muestran lo que es nacer y vivir en tiempos tan distópicos como los actuales, marcados por la precariedad laboral, las crisis migratorias y medioambientales y la violencia institucional.
Ahora, y tras su paso por Madrid, la exposición Agony in the Garden llega a Barcelona de la mano de PhotoEspaña de forma gratuita en la sala de exposiciones de la Wonder Photo Shop, en la calle Gran de Gràcia 1. Para celebrarlo, nos hemos sentado a charlar con Ribeira para saber más sobre su proceso creativo e indagar más en esta seríe fotográfica.
Antes de nada, ¿cómo estás? ¿Qué tal la vuelta a Londres?
A Bristol. Bien, muy bien, gracias.
¿Cómo te sientes después de haber presentado al público Agony in the Garden?
Bien, la exposición se inauguró en mayo en el Museo Lázaro Galdeano de Madrid, en el marco de PhotoEspaña 24, y ha sido bonito llevarla ahora a Barcelona.
¿Qué ha sido lo que más ilusión te ha causado de presentar este proyecto?
Me hace ilusión cuando el trabajo llega a alguien que no tiene nada que ver con la fotografía y se consigue relacionar con las imágenes por lo que son.
Esta serie se aleja de su trabajo anterior, ¿qué fue lo que te empujó a crearla?
La serie surge de la intensidad que sentía en la música que estaba escuchando y cómo había momentos, sonidos y letras que me transmitían algo muy verdadero sobre el presente.
Retratas principalmente la cultura del trap y el drill. ¿Por qué crees que esta subcultura, nacida en los barrios marginales de grandes ciudades de Estados Unidos, puede resonar y conectar con personas de contextos tan diferentes y en lugares tan alejados, donde las realidades son tan distintas?
Más que retratar, es un hilo del que tiro para trabajar. No estoy documentando una escena ni mucho menos. Es algo más frágil. Creo que conecta globalmente porque hay una sensación compartida del momento en el que estamos, que tiene un aire un poco distópico: las crisis ambientales, financieras, la pandemia, ahora las guerras que estamos viendo… Hay cierta desidia, precariedad y también una adrenalina en el ritmo que llevamos, algo que está en una tensión constante. Y creo que el trap, entre otros, ha conseguido ponerle banda sonora a todo ello sin que necesariamente fuera su intención.
A la hora de desarrollar este proyecto, ¿qué fue lo más complicado?
El comienzo. Es ahí donde dudas y no sabes lo que estás haciendo, aunque verdaderamente nunca lo sabes.
En la presentación comentaste que esta serie aún no está digerida completamente por ti. ¿Podrías contarnos más sobre cómo vives este proceso de ‘digestión’ artística?
Como todo, poco a poco vas entendiendo las cosas que te van pasando, lo que vas haciendo. Trabajo desde un lugar muy instintivo, impulsivo, y necesito tiempo para darle forma, para que las imágenes se me vayan revelando.
El título del proyecto, Agony in the Garden, hace referencia a un pasaje bíblico. ¿Qué buscabas al unir esta referencia religiosa con la subcultura que protagoniza la serie?
No soy mucho de hablar de subculturas. De hecho, buscaba justo lo contrario: tomar distancia, ampliar la perspectiva con la que miramos las cosas que pertenecen muy al presente, a través de la mitología religiosa en este caso.
A lo largo de la exposición, se observan diversas referencias bíblicas y culturales, evitando caer en representaciones estancas. ¿Qué otras influencias visuales o culturales has incorporado en esta serie?
En la adaptación que hicimos de la exposición en Barcelona no aparecen, pero en la versión completa de la propuesta hay una serie de obras que muestran esa investigación de imágenes de referencia. Ahí aparecen también reproducciones pictóricas, film stills o dibujos míos, imágenes de perfiles de redes sociales, screenshots, etc. Me interesa esa mezcla de imágenes descontextualizadas y lo que pasa al ponerlas juntas.
“Hay cierta desidia, precariedad y también una adrenalina en el ritmo que llevamos. Y creo que el trap ha conseguido ponerle banda sonora a todo ello.”
En la exposición, entre otros temas, exploras la contraposición entre el hedonismo y el nihilismo en la generación que pertenece a esta escena. ¿Cómo ves reflejados estos dos extremos en la cultura trap y en las personas que retrataste?
Creo que estamos en un momento así de neurótico, pero no en el trap, sino en la vida, en el mundo que estamos experimentando, en política, en cómo nos relacionamos, en nuestras aspiraciones, etc. Creo que desde la música se consigue articular este sentimiento, esas sensaciones. Yo lo intento hacer a través de las imágenes.
Comentaste que en tu trabajo la investigación visual y la colaboración performativa son esenciales. ¿Cómo influyeron estos aspectos en Agony in the Garden y en la relación con las personas que fotografiaste?
La parte performativa, como tú dices, fue interesante en esta serie porque es un lugar desde el que trabajo a menudo y donde se genera una tensión a través de la fotografía. Esta vez era una cosa muy dinámica, porque los videoclips, las fotos, etc. están muy en contacto con ese teatro y ese utilizar la fotografía o el vídeo para expresar las fantasía, las aspiraciones de uno, los conflictos, las experiencias.
Desde que te uniste a Magnum en 2018, has logrado importantes reconocimientos y tu trabajo se ha expuesto internacionalmente. ¿Cómo ha sido tu evolución como fotógrafa desde entonces y qué dirección te gustaría tomar en el futuro?
Me gustaría seguir teniendo la oportunidad de hacer lo que me gusta; tener tiempo para trabajar.
¿Qué aprendizaje te deja esta serie?
Disfruté mucho de trabajar con la gente y de la fragilidad que me compartieron.