Amanece en Night City y la promesa de aventuras digitales nos envuelve, pero la realidad es otra: errores, fallos y promesas rotas. ¿Qué está pasando con los juegos AAA? La industria que antes nos regalaba joyas ahora parece atrapada en un ciclo de lanzamientos prematuros y parches interminables.
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El inicio de una tendencia
Para entender la caída de los juegos AAA, debemos retroceder hasta 2002, cuando Unreal Championship marcó un antes y un después. Este título fue uno de los primeros en recibir actualizaciones en consola mediante internet, sentando un precedente. En su momento no parecía gran cosa, pero este fue el primer paso hacia la cultura del ‘lanzamiento temprano y arreglo posterior’ que define a muchos títulos actuales.
Este cambio, aunque beneficioso en teoría, ha llevado a muchos estudios a adoptar una mentalidad peligrosa: lanzar productos inacabados con la promesa de futuras mejoras. ¿El resultado? Juegos como Cyberpunk 2077, que llegaron al mercado llenos de bugs y sin cumplir las expectativas generadas por su propio marketing.
Con la digitalización, la industria de los videojuegos se transformó radicalmente. Ya no era necesario fabricar discos o cartuchos; los juegos se descargaban, se actualizaban y se paraban sobre la marcha. Este cambio trajo consigo beneficios indudables: distribución instantánea, costos reducidos y el nacimiento de la escena indie. Sin embargo, también alteró la percepción de lo que debe ser un juego terminado.
Los videojuegos comenzaron a ser tratados como software, siguiendo una filosofía de desarrollo continuo. Esta metodología funciona en aplicaciones y plataformas donde los usuarios esperan mejoras constantes, pero los videojuegos requieren un enfoque distinto. Los jugadores esperan productos pulidos desde el primer día, y cualquier fallo significativo puede arruinar la reputación de un título, como vimos con Halo Infinite. Un juego que, tras seis años de desarrollo y medio billón de dólares invertidos, llegó a las manos de los jugadores con la sensación de ser una demo técnica más que una obra completa.
La cultura del crunch
La gestión de equipos de desarrollo también ha jugado un papel crucial en esta problemática. Equipos pequeños y bien coordinados, como el original de Overwatch, lograron crear experiencias sólidas y pulidas. En contraste, cuando los equipos se expanden excesivamente, la comunicación se fragmenta y la eficiencia se desploma. Esto se refleja en Overwatch 2, donde un equipo triplicado no pudo replicar el éxito de su predecesor, entregando una experiencia que se siente más como una actualización menor que como una verdadera secuela.
La práctica del crunch, donde los desarrolladores son forzados a trabajar horas excesivas, sigue siendo una realidad sombría en la industria. Ejemplos como Anthem y Cyberpunk 2077 muestran cómo la presión por cumplir con fechas de lanzamiento puede llevar a lanzamientos catastróficos. Los desarrolladores trabajan bajo condiciones extremas, resultando en productos que no reflejan su verdadero potencial. Ian Schreiber, en una charla de la GDC, señaló que la falta de sueño y el estrés excesivo reducen la capacidad cognitiva al nivel de estar intoxicado, lo cual es claramente contraproducente para resolver problemas complejos.
Casos infames
El modelo actual de desarrollo de juegos AAA es insostenible. Las compañías apuestan por el lanzamiento inmediato, seguidas de una serie de actualizaciones para arreglar problemas. Esto no solo daña la reputación de los títulos, sino también la de los estudios. Anthem, por ejemplo, pasó siete años en desarrollo, pero gran parte de ese tiempo se dedicó a la preproducción, dejando solo un año y medio para el desarrollo real. El resultado fue un juego incompleto que, a pesar de sus fallos, logró generar más de cien millones de dólares, mostrando que las decisiones corporativas están guiadas más por el retorno inmediato que por la calidad.
En 2016, No Man’s Sky prometía ser una experiencia revolucionaria, con un universo infinito para explorar y descubrir. Sin embargo, al momento de su lanzamiento, los jugadores se encontraron con un juego lleno de bugs y carente de muchas de las características prometidas, como el multijugador y una fauna compleja. La reacción fue devastadora, con críticas feroces y una comunidad furiosa. No obstante, Hello Games no se rindió. Con el tiempo, el estudio lanzó múltiples actualizaciones gratuitas que transformaron No Man’s Sky en un juego mucho más cercano a la visión original, logrando una de las redenciones más impresionantes en la historia de los videojuegos.
Fallout 76 es otro ejemplo de cómo los grandes estudios pueden fallar estrepitosamente. Bethesda prometió un vasto mundo multijugador ambientado en el icónico universo postapocalíptico de Fallout, pero el lanzamiento en 2018 fue desastroso. El juego estaba plagado de errores técnicos, y muchas de sus mecánicas eran torpes y mal diseñadas. Además, la ausencia de NPCs hizo que el mundo se sintiera vacío y sin vida. La recepción negativa fue contundente, y aunque Bethesda ha intentado arreglar el juego con múltiples actualizaciones, el daño a su reputación ya estaba hecho.
La situación actual de los juegos AAA es desalentadora, pero también abre una ventana de oportunidad para los estudios independientes. Estos pequeños equipos, muchas veces formados por pocos desarrolladores, han demostrado que es posible lanzar juegos completos y bien recibidos. La comunidad de jugadores, cansada de promesas incumplidas, ha comenzado a valorar más estas experiencias auténticas y pulidas.
Es hora de que los grandes estudios aprendan de sus errores y adopten prácticas más sostenibles y centradas en la calidad. Solo así podrán recuperar la confianza de los jugadores y asegurar un futuro brillante para la industria.