Lali no respondió a la llamada del demonio, y menos mal. En lugar de eso, la de Buenos Aires ha lanzado su disco más honesto, ruidoso y reivindicativo. No vayas a atender cuando el demonio llama es un grito de liberación que no viene a buscar hits, sino a dejar clásicos (como ella misma dice), a plantear discursos y problemas sociales y a patear a las puertas de la escena con botas de cuero. Es su álbum más salvaje, más ella.
El disco se abre con una introducción infantil, un guiño a sus inicios en el mundo del espectáculo, donde debutó a los 10 años con Cris Morena en Rincón de luz. Pero lo que viene después es una descarga eléctrica de sintetizadores y guitarras. “Nunca fui lo que querían de mí, y no me importa”, lanza Lali en el tercer track. Un mantra para cualquiera que haya tenido que fingir para encajar, pero aquí no hay espacio para eso. Con esa frase, la argentina sacude el molde y planta cara a las expectativas.
Fanático, uno de los puntos más importantes del álbum, es toda una declaración política. La letra alude a la figura obsesiva de quien la persigue como a su sombra, pero la carga simbólica va más allá. Es una respuesta contundente a los haters, la cultura del odio y versos que, sin nombrarlo directamente, parecen dirigidos a Milei. “Es mi fanático, me vuelve loca. Todas las noches me sueña y se toca”, canta Lali que ya había criticado el ascenso del mandatario calificándolo de peligroso y triste, convirtiéndose en blanco del propio Milei, quien no deja de lanzar improperios contra la cantante. La respuesta de la artista fue cantar más fuerte.
Así, cada canción del álbum revela un pedazo de su identidad y referencias. Plástico, con Duki, samplea No me dejan salir de Charly García y suena a los años ochenta, a pop contaminado de rock, de punk, de Argentina, que se abre paso a Tu novia II. Este quinto track reinterpreta los triángulos amorosos con descaro y nos deja una escena que recuerda a Break up with your girlfriend, I’m bored de Ariana Grande, pero en clave hispana. “Hoy tu novia se viene conmigo”, nos advierte Lali.
En Morir de amor la artista enseña el Archivo de la memoria trans argentina al final de su videoclip y en Perdedor la protagonista es Susy Shock, actriz y escritora trans argentina. Es un mensaje claro: hay otras formas de amar, de ser, de existir. En un contexto donde el colectivo trans en Argentina enfrenta un recrudecimiento del discurso de odio y retrocesos en derechos conquistados, sobre todo en los jóvenes, ese guiño se vuelve un acto de resistencia. 
Lali no solo abraza a esa comunidad con su arte, sino que la pone en escena, la legitima y la celebra. En tiempos donde ser trans sigue siendo motivo de violencia, discriminación o abandono estatal, ese gesto es una toma de posición. Y en su disco, Lali demuestra que también se puede militar desde una balada.
En Sexy, el décimo track, la actriz de Sky rojo coquetea con la tentación y el deseo, mientras que Caballo perdedor convierte la desilusión en un estribillo: “Maldigo el juego porque siempre apuesto al caballo perdedor”, lamenta. ¿Quién no ha apostado alguna vez a la historia equivocada?
El álbum también habla de lo que hay detrás del escenario. 33, su colaboración con Dillom, retrata la cara menos glamurosa de la fama, donde campan a sus anchas la soledad, el miedo al olvido y los amigos que quedaron atrás. Mientras tanto, Pendeja se presenta como un Curso avanzado de perra y empoderamiento femenino. Una oda a ser libre, intensa, provocadora y sin culpa. Las Shego estarían orgullosas de Lali.
El outro cierra con ironía, despidiéndose del oyente como si se tratase de un disco pseudo rockero. Pero no hay nada de falso aquí. Lali se muestra vulnerable, poderosa y auténtica. En un país donde el arte se volvió trinchera, ella hace del escenario su campo de batalla. La música es un arma, y Lali la carga de sentido.
Track favorito: Fanático.