Cat-eye, gráfico, difuminado, ahumado, clásico… Hay un eyeliner para cada tipo de persona. Su primera aparición data del 3000 a.C., es decir, de hace más de cinco mil años. Aunque en sus primeros usos eran con fines medicinales, el eyeliner se ha convertido en una parte esencial de nuestra cultura, desde el cine en blanco y negro hasta los punks, pasando evidentemente por la cultura drag, YouTube o Instagram. El delineado ha evolucionado y se ha transformado en algo que va mucho más allá de un simple producto cosmético, convirtiéndose, con el paso de los años, en un símbolo de identidad que trasciende géneros, edades y estilos.
Es bien sabido que las antiguas civilizaciones usaban el eyeliner como una herramienta multifuncional que combinaba salud, religión y estética. Sin embargo, en Occidente, este no se popularizó hasta bien entrados los años veinte del siglo pasado, y fue todo gracias al cine. De la misma forma en que en las obras de teatro de la antigua Grecia o en las óperas chinas del siglo XVIII los actores usaban máscaras o delineado para que sus expresiones no se perdieran en la distancia que los separaba del público, los actores de las primeras películas lo usaron para que sus expresiones faciales no se difuminaran entre los tonos de gris que aparecían en la pantalla. Al final, los ojos son el reflejo del alma, ¿verdad?
Esta fascinación por destacar la mirada, sumada al auge de las actrices de cine mudo como Clara Bow y Theda Bara, y al creciente interés por la cultura egipcia tras descubrimientos como el busto de Nefertiti o la tumba de Tutankamón en 1922 y, por supuesto, el estreno de la película Cleopatra en 1917 , fue lo que contribuyó a que el eyeliner se introdujera en la cultura popular. Con Hollywood a la alza, marcas como Maybelline o MaxFactor empezaron a producir los primeros eye-liners del mercado, al menos tal como los conocemos, ya que hasta entonces en el cine se usaba una mezcla de hollín con vaselina para delinear los ojos a los actores.
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Actualmente, cuando pensamos en el eyeliner, lo primero que se nos viene a muchos a la cabeza es el liquido; sin embargo, este no se inventó hasta bien entrados los años cincuenta. El fin de la segunda guerra mundial trajo consigo un periodo de optimismo y recuperación económica para los países aliados, y con él un boom de consumo. La producción en masa permitió reducir los costes de producción de los cosméticos, que pasaron de ser accesibles para unos pocos a serlo para todo el mundo. Las mujeres dejaron atrás las chaquetas y los pantalones de trabajadoras de guerra para volver a entrar al hogar. Los valores tradicionales impuestos se contradecían con el nacimiento de Playboy, la popularización de las pin-up y el nuevo glamour de Hollywood que trajo consigo iconos como Marilyn Monroe. Y es que, ¿qué sería de Marilyn sin su cat-eye?
La invención del delineador liquido permitió poder dibujar lineas finas con mayor control, rasgar la mirada de una forma precisa y definir con más intensidad la expresión de los ojos. Fue con esto que el delineador líquido cambió las reglas del juego. Lo que antes requería pulso de cirujano ahora estaba al alcance de cualquiera y, de repente, conseguir ese rabillo afilado y seductor ya no era misión imposible. Las líneas eran más limpias, el trazo más preciso y la mirada más intensa que nunca. No era solo maquillaje, era actitud, el secreto para conseguir ese aire de misterio, dramatismo y puro glamour que arrasaba en la gran pantalla.
Fue en los cincuenta cuando el delineado pasó de ser solo negro a gozar de una amplia variedad de colores, no tantos como ahora, pero suficientes como para poder experimentar al máximo. La llegada de la segunda ola del feminismo llevó a las mujeres a cuestionarse los roles tradicionales que se les imponían y a abrazar una moda más juvenil, el cabello corto, la minifalda y, por supuesto, el delineado gráfico. El auge de figuras como Twiggy, corrientes como el space age y la consolidación de la cultura pop, sin olvidarnos de la influencia de la psicodelia, llevaron al eyeliner a nuevas alturas. Verde, azul, blanco… este se convirtió en el símbolo de la década, un símbolo de liberación que sirvió a muchas mujeres para expresar, ya no solo su creatividad, sino también, de alguna forma, su independencia.
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Pero si algo nos gusta del maquillaje es que trasciende géneros, edades, estilos… Una herramienta de expresión estética que supieron utilizar muy bien los exponentes del glam rock. Y es que en los sesenta, el eyeliner se expandió todavía más. Los hombres se apoderaron del delineador de ojos, aunque a decir verdad, no solo fue de los lápices de ojos, también de las barras de labios y de las plumas. El eyeliner dejó de representar tan solo la feminidad para representar una identidad y convertirse no solo en el elemento clave de las metamorfosis de los distintos personajes de David Bowie, sino en un símbolo de contracultura. Los punks, los new romantics y, por supuesto, las drags, todos llevaban eyeliner.
Si bien la popularización del maquillaje drag empezó en los sesenta gracias a artistas como William S. Burroughs, John Waters y a la figura de Divine, fue en los ochenta cuando empezó a coger otra dimensión. Los delineados ganaron teatralidad y los maquillajes de las drags empezaron a retroalimentarse con la moda. Desde entonces, las drags son una parte fundamental ya no solo de la historia del delineado, sino de la cultura del maquillaje en general. Sin ellas no entenderíamos el eyeliner de la forma en la que lo hacemos hoy en día. Gracias a ellas, algo tan simple y que usamos casi cada día ha terminado por convertirse en toda una forma de arte.
El eyeliner dice mucho de las intenciones de una persona. Hoy en día, y también en los noventa, cuando, gracias al grunge, al punk, a la cultura club y a una infinidad más de subculturas, cogió un carácter más rebelde que nunca. Un eyeliner negro emborronado empezó a ser sinónimo de autenticidad, pero sobre todo, una forma de resistencia a una industria de la belleza y del entretenimiento con unos estándares cada vez más feroces. Una herramienta para poder romper con esa idea de feminidad suave que había dominado en las décadas anteriores, creando una estética mucho más cruda y auténtica. Kurt Cobain, Courtney Love, Billy Joe Armstrong, Marilyn Manson, Gwen Stefani... es imposible pensar en todos ellos sin lápiz de ojos.
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Entonces llegaron Beyoncé, Britney Spears y Paris Hilton; la feminidad había ganado y el eyeliner volvió a ser fino y delicado. Amy Winehouse volvió a poner de moda ese cat-eye tan distintivo de las pin-ups de los cincuenta, e internet irrumpió en nuestras vidas. Sobra decir lo mucho que ha contribuido a la proliferación de las tendencias, y también sobra decir lo mucho que ha contribuido a lo que yo llamo la democratización de la técnica del eyeliner.
En 2005 nació YouTube, y entre esos primeros vídeos de gatos y caídas absurdas, empezaron a aparecer los primeros tutoriales de maquillaje. Si bien existen desde finales de los ochenta, cuando marcas como Avon, Mary Kay o Estée Lauder empezaron a distribuir cintas con lecciones entre sus clientas, era la primera vez que no solo eran completamente gratuitos, sino que todo el mundo podía, desde su casa, grabar y subir el suyo propio.
YouTube lo cambió todo. De repente, con un par de links cualquiera podía aprender a hacerse un cat-eye perfecto, un eyeliner ahumado con sombras e incluso probar con las técnicas que usaban los maquilladores profesionales. Beauty gurus como Michelle Phan, Zoella o NikkieTutorials (y más tarde James Charles y Jeffree Star) enseñaban (y todavía enseñan) técnicas, trucos y, lo más importante, empezaron a recomendar productos a millones de personas. Este boom democratizó el maquillaje por completo, el eyeliner dejó de ser un símbolo atado a la moda o a la música y se convirtió en algo diario para muchos de nosotros, en una herramienta de autoexpresión al alcance de cualquiera. Porque si algo nos ha enseñado el internet de esa época es que, con paciencia (y un buen tutorial), todo es posible.
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Con la pandemia y las mascarillas, empezamos a centrar toda nuestra atención en los ojos. Cuanto más gráfico el eyeliner, más colores tuviese y más rhinestones, ¡mucho mejor! Además, ¿quién no se sintió influenciado por Euphoria? Es verdad que ahora mismo estamos bastante más tranquilos que hace cinco años en cuanto a maquillaje de ojos se refiere, porque al final, las tendencias van y vienen. Sin embargo, lo que está claro después de todos estos años es que el eyeliner sigue siendo un elemento clave en nuestro look diario. 
No sabemos con total certeza cómo será la historia del eyeliner que aún está por escribirse, ni cómo se transformará con la IA y las nuevas tecnologías. Tal vez el futuro nos traiga nuevas formas de ver y aplicar el eyeliner, ¡y estas hasta quizás se asemejen a la pistola de maquillaje que inventó Homer Simpson! Pero, sea como sea, el eyeliner seguirá siendo una herramienta de empoderamiento personal, no solo estética, sino también política, artística e identitaria.
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