Siempre que algún amigo va de viaje a algún sitio le pido un imán para la nevera. No sé si será por tradición familiar, o por cultura, pero el convencionalismo de tener un pedazo de distintas partes del mundo es algo que me pone feliz. Los colores, las formas… muchos son el punto álgido de lo kitsch, y precisamente por eso molan tanto. En un momento donde la ironía y la nostalgia rigen la moda, era inevitable que las camisetas más feas de todos aquellos rincones más populares (o inusuales) del mundo inundaran toda la industria, desde el lujo al fast-fashion. Sin embargo, esta fiebre por el souvenir siempre ha estado ahí.
Si hablamos de souvenirs, hablamos obviamente del famoso logo de I <3 NY, diseñado en 1977 por Milton Glanser para promover el turismo en la ciudad. Casi cincuenta años después, no solo es un hito del diseño gráfico, sino que ha viajado de Nueva York a todas las partes del mundo, y también a los contextos más cómicos possibles. Si te paseas una tarde cualquiera por Barcelona verás que las tiendecitas de los puntos más turísticos de la ciudad están llenas de que si I love MILFs, que si I Love Boobs, que si I Love my girlfriend… Estas camisetas blancas no solo inundan las calles sino también las pasarelas. Fue en 2019 cuando Vetements sacó a la venta por nada más y nada menos que 350$ una camiseta con I love Paris Hilton estampado.
Una moda que bebe directamente de la fiebre del Y2K, y es que estas camisetas han sido el fetiche durante mucho tiempo de las estilistas de nuestras películas adolescentes favoritas. Las llevaron las Olsen en New York Minute (2004) y la llevó Lindsay Lohan en Confessions of a Teenage Drama Queen (2004). Pero no solo eso, ¿recordáis que en el videoclip de Blin Blin, Bad Gyal lleva un top custom con flecos donde pone I <3 Barcelona? Sin embargo, esta moda no es nada nuevo, ni tampoco algo que hayamos rescatado de un pasado que nos hubiera encantado vivir. Ciertamente lleva ahí desde los años treinta.
En 1965, Hachette Fujingaho publicaba un libro de fotos llamado Take Ivy. En él se exploraba de forma antropológica cómo vestían los estudiantes más selectos del mundo, los de los campus de la Ivy Leage. Como una especie de secta, estos estudiantes se paseaban (y se pasean) con sudaderas donde figuran el nombre de sus universidades (Darmouth, Yale, Princeton, etc.). Les daba estatus e inteligencia, una forma de decir implícitamente, yo estudio aquí y soy más inteligente (y tengo más dinero) que tú. Una moda que actualmente ya es más que mainstream y con la que las tiendas de fast-fashion, e incluso las grandes cadenas de supermercados como Carrefour, nos han avasallado como mínimo desde 2014.
Sin embargo, volvamos al tema, y es que, ¿quién no se compró una sudadera de Universita de Roma en su viaje de fin de curso a Italia?, o, ¿quién no se compró una sudadera de la universidad de Oxford la primera vez que fue a Londres? Otra vez estamos ante la magia del souvenir, y aunque tan solo sea por tendencia, no hay nada más divertido que decir ‘yo estuve ahí’.
Por suerte (o por desgracia para algunos), España es uno de los países con los souvenirs más cutres y kitsch que puedas llegar a imaginarte. Y es que del país que ha creado ciudades como Benidorm no podíamos esperar nada mejor. Y sí, esa camiseta que te regaló tu tía donde ponía ‘Alguien que me quiere mucho me ha traído esta camiseta de Marina d’Or’ ahora es la prenda más cool de tu armario. El toro de Osborne ya no pertenece al cuñado de tu familia, sino que ahora pertenece a todas las modernas. Una estética costumbrista que ha inspirado marcas como Sisyphe o Ssstufff Supermarket, una estética kitsch, colorida y original que nos ahonda aún más en la moda del feísmo que ha roto internet diversas veces en el último año gracias a marcas como Praying.
Ahora hemos cambiado la sudadera de Cambridge por la camiseta de Brasil. Sean de donde sean los souvenirs, siempre van a formar parte de nuestro imaginario como una forma de recordar los lugares que hemos visitado o los que soñamos visitar, pero más allá de todo esto, no deja de ser otra manera más de divertirse vistiendo.
