La Electronic Entertainment Expo, mejor conocida como E3, fue durante décadas el corazón palpitante de la industria del videojuego. Desde su creación en 1995 se convirtió en el evento anual más esperado por desarrolladores, periodistas y aficionados. El E3 no solo era una feria de entretenimiento; era un faro que guiaba las estrategias de marketing y los ciclos de desarrollo de la industria. Pero un día despertamos y nos dimos cuenta de que llevaba cinco años desaparecido. El E3, que alguna vez fue una constante inquebrantable, dejó de existir.
En 2019, el último E3 ‘normal’ ofreció todas las sorpresas habituales: nuevos adelantos de consolas, actualizaciones de títulos esperados, revelaciones de secuelas, cameos de celebridades y el infaltable número de baile de Ubisoft. Pero tras dos cancelaciones y un tímido evento digital, la edición de 2023 se perfilaba como el gran comeback, excepto que las principales desarrolladoras decidieron no asistir. El 30 de marzo, la ESA confirmó lo inevitable: el E3 2023 estaba cancelado, y con ello, el evento parecía haber llegado a su fin.
El origen del E3
El E3 nació en 1995 como una respuesta a la frustración de la industria del videojuego con el Consumer Electronics Show (CES), el evento comercial más grande de la época. La industria del videojuego, relegada a una tienda de campaña fuera del recinto principal, decidió crear su propio espacio. Contra todo pronóstico, el E3 no solo tuvo éxito, sino que rápidamente se convirtió en un pilar de la industria.
A lo largo de los años evolucionó de presentaciones secas y centradas en los negocios a espectáculos llenos de tráilers y anuncios emocionantes. Cada junio, jugadores, desarrolladoras y empresas de relaciones públicas marcaban sus calendarios para una semana agotadora pero electrizante de anuncios, demostraciones y momentos inolvidables.
Los primeros signos de problemas
El primer indicio de problemas llegó en 2011, cuando Nintendo comenzó a experimentar con sus propios streams de Nintendo Direct. La empresa, un pilar del E3, decidió en 2013 no participar en la conferencia principal, optando por presentaciones pregrabadas más pulidas para el público general. Aunque Nintendo seguía teniendo presencia en la zona de exhibición, esta decisión marcó el inicio de una lenta retirada de las grandes compañías. En los años siguientes, EA, Sony y Microsoft comenzaron a organizar sus propios eventos. Para 2019, aunque el E3 aún mantenía su glamour, su estructura comenzaba a desmoronarse.
La pandemia y el declive acelerado
La pandemia de COVID-19 fue un golpe devastador para el E3. El evento de 2020 fue cancelado, y en 2021 se optó por una edición digital que no logró capturar la magia del evento presencial. En 2022, el E3 fue nuevamente cancelado con la promesa de un gran regreso en 2023. Sin embargo, la deserción de las principales editoras, incluidas Nintendo, Sony y Microsoft, fue el golpe final.
Nintendo, que había reducido su participación en el E3 desde 2013, decidió en 2023 retirarse completamente del evento, argumentando que no encajaba en sus planes. Sony había dejado de participar desde 2018, y Microsoft, aunque había mantenido su presencia en otro espacio cercano, también se retiró en 2023. La ESA, que había apostado por un regreso triunfal, se encontró en una posición embarazosa y tuvo que cancelar el evento.
Costos y competencia
Organizar un evento como el E3 no es barato. Las cifras exactas son un secreto bien guardado por la ESA, pero se sabe que los costes son astronómicos. En 2013, Semiformal Studios gastó cien mil dólares en un pequeño espacio de cincuenta y cinco metros cuadrados. Estimaciones de 2016 sugieren que un espacio de poco más de seiscientos metros cuadrados podría costar alrededor de un millón y medio de dólares. Estos costes elevados no solo afectaban a las pequeñas empresas, sino también a las grandes editoras, que comenzaron a cuestionar si valía la pena invertir tanto dinero en un evento de tres días.
Además, la apertura del E3 al público en 2017, aunque destinada a aumentar la asistencia y recuperar costes, también marcó un cambio en la naturaleza del evento. El E3, que alguna vez fue un evento exclusivo para la industria, se transformó en un espectáculo de consumo masivo.
La pandemia no solo aceleró la caída del E3, sino que también impulsó la adopción de presentaciones digitales. Nintendo había demostrado desde 2011 que era posible alcanzar el público global sin la necesidad de un evento físico. Otros siguieron su ejemplo, con compañías como Sony y Microsoft optando por eventos en línea que eran más fáciles de planificar y menos costosos. La tecnología de streaming, popularizada por plataformas como Twitch, hizo posible que las empresas se conectaran directamente con sus audiencias.
El legado del E3 y el futuro
El E3 no fue solo una feria comercial; fue un símbolo de la industria del videojuego. Su caída marca el final de una era pero también refleja una industria en constante evolución. La tecnología ha cambiado la forma en que consumimos y producimos contenido, y las empresas han adaptado sus estrategias en consecuencia.
Eventos como The Game Awards, organizado por Geoff Keighley, y otras ferias internacionales como la Tokyo Game Show y Gamescom, han demostrado que hay múltiples maneras de celebrar y promover los videojuegos. La industria ha demostrado ser resiliente y adaptable, y aunque el E3 puede haber desaparecido, la pasión por los videojuegos sigue viva y en constante crecimiento.
La caída del E3 es una lección sobre la impermanencia y la necesidad de adaptarse al cambio. Aunque el E3 ya no esté, su legado perdurará en la memoria de aquellos que vivieron sus momentos más emocionantes. Nos queda el recuerdo de un evento que, durante más de dos décadas, fue el epicentro de la industria del videojuego y que ahora ha dado paso a una nueva era de innovación y adaptabilidad.