“Estoy muy agradecido de que haya arte en Barcelona”. ¿Qué haríamos en esta ciudad si nos faltara el mundo artístico? Charlamos con Juanma Useche, ilustrador, diseñador gráfico y una majísima persona. Con solo veinticuatro años tiene un hueco hecho en esta ciudad frenética y rápida. Apreciar su obra es coger aire fresco, tocar con los pies en el suelo y apreciar la belleza que pasa desapercibida. Faltan personas que reflejen nuestra realidad sin miedos, a pesar de que pueda llegar a ser muy cruda.
Hola, Juanma, ¿cómo estás? Es un placer poder charlar contigo.
¡Muy sorprendido! He asimilado hoy que iba a dar una entrevista y llevaba desde que lancé el libro, en 2021, sin dar una. Así que estoy eufórico (risas).
Luego hablaremos del libro. Empezaste Bellas Artes, entiendo que hay una parte de ti que hacía tiempo que sabía que querías enfocar tu futuro en la ilustración y el diseño gráfico, pero, ¿de dónde nace tu interés por el arte?
Siempre ha sido bastante recurrente en mi vida el hecho de buscar cuadros y copiarlos. De hecho, tengo grabado en la memoria la primera vez que vi un cuadro que pensé: wow. Fue el Guernica de Picasso, es un poco red flag (risas). Me lo enseñaron en el colegio y me empezó a interesar muchísimo el mundo de la pintura.
¿Qué cuadros copiabas?
Del que más recuerdo tengo es el Guernica, pero también copiaba bodegones, y de anatomía aprendí gracias a Rubens. Pero vaya, todos los cuadros que veía los copiaba. Ahora se me han olvidado muchos nombres, pero tengo los dibujos guardados en unas libretitas.
Tienes un post de mayo 2021 haciendo una crítica a la universidad y a cómo el sistema está montado. ¿Qué pasó con el Juanma de ese momento y su relación con el mundo artístico?
Recuerdo que llegó el Covid-19 y nos empezamos a acostumbrar mucho a todo lo digital. Empecé a disfrutar mucho de Illustrator, Photoshop, InDesign, Premiere. Compré mi primer iPad y me puse a explotar todas esas herramientas porque era el único espacio que tenía. También pintaba, pero claro, a mi madre no le hacía tanta gracia el olor a aguarrás (risas).
Empecé con lo digital y me di cuenta de que era un método bastante fácil de monetizar. Estaba en la universidad, con planes de independizarme, y decidí empezar a enfocarlo por allí. Cambió drásticamente la forma de trabajar, de algo tan plástico como la pintura o la escultura a todo con una pantalla.
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¿Cómo fue tu experiencia en la universidad?
Me topé con muchas situaciones que no me imaginaba. Era una persona bastante superficial, un niño muy pequeño. Mientras algunos compañeros tenían una inquietud conceptual enorme y muy potente, yo dibujaba lo que a mí me gustaba. Tengo el recuerdo de un profesor que me dijo: aquí falta un concepto, aquí falta un mensaje, que sepas que puedes hablar de ti siempre que quieras en tus obras. Y este consejo me lo llevé a lo digital y al diseño gráfico.
Como me pilló el Covid-19 en tercero de carrera y toqué alguna cosa de diseño que me gustaba, decidí frenar Bellas Artes. Tengo el plan de acabarla, pero me apetece solidificar mi trayectoria profesional más enfocada al diseño gráfico. Y cuando sienta que es el momento de reconectar con el mundo plástico, de forma académica, porque yo lo hago a nivel personal, volveré a la universidad.
¿Cómo te afectó el confinamiento a nivel creativo?
Me sentó muy bien. Gracias al universo, mi familia estuvo bien. Estar en casa con mi familia dibujando y jugando al Animal Crossing sin tener que ir a trabajar fue una realidad bastante chula, disfruto mucho de estas cosas (risas). Al acabar el confinamiento, sale uno con tantas ganas de comerse el mundo y de conocer que fue independizarme y sentir que tenía una casa entera para hacer lo que yo quisiera. Lo que más valoro de ese momento es el hecho de ir a buscar un espacio que me permitiera trabajar sin límites.
Creo que de la universidad derivan muchas frustraciones y entra un poco el síndrome del impostor y la mente empieza a sonar así: con lo creativo que era antes y ahora no sé ni qué hago bien, no sé qué hago aquí, no sé hacer ningún proyecto por mi cuenta, etc. ¿Es un sentimiento global? ¿El mundo creativo y del arte está fallando? ¿Qué pasa aquí?
Hay que tener una seguridad muy grande para que no te atrape este sentimiento. En las carreras creativas, como sean profesores clásicos y quieras aportar ideas nuevas, vamos, les peta el cerebro, les abruma. Yo recuerdo que mi trabajo a nivel de ilustraciones y a nivel de redes funcionaba muy bien y recibía un feedback superpositivo, pero era llegar a la uni y sentir que eso no funcionaba y que eso no era. Lo que hice fue dejar de hacerles caso y hacer lo que verdaderamente me apetecía (risas).
Has desarrollado un estilo muy personal, ¿cómo se llega a tener un estilo propio?
Siempre marco mucho mis épocas de la vida por estilos, me ayuda. Supongo que cuando estudias Historia del Arte te ayuda a separar la historia del ser humano a base de movimientos. Me apropié de este ejercicio mental, empecé a ver mi vida así y me ayuda a coger perspectiva. He tenido un estilo más oriental, luego uno más expresivo, de contrastar un color ácido con un fondo negro.
Hasta que vi el último desfile de Karl Lagerfeld, el de Chanel, que fue en la nieve. Me alteró la química del cerebro. No había visto nada similar, yo no era del mundo de la moda. A partir de allí me empecé a obsesionar por los espacios, porque lo que me llamó la atención del desfile fue el set. Fue la introducción al mundo del diseño de espacios, de producto, de moda. Con referentes así es muy fácil conseguir un estilo propio.
“Tengo que decir que cada vez me pesa más y me frustra más el hecho de sentir que, por dinero, no puedo pasar al siguiente paso.”
Algunos de tus diseños son de carácter político; la problemática de la vivienda, el cambio climático, las guerras, la importancia de votar, el feminismo, etc. ¿Hay una obligación personal de poner sobre la mesa conflictos que nos afectan a todxs?
A nivel moral, un poco sí. Yo sé que tengo unas ideas, sé que reflexiono mucho sobre ellas y sé que se tiene que hablar más. Veo que hay gente con altavoces que no lo hace y a mí me enfada, entonces, cuando yo no lo hago, me enfado conmigo mismo. Soy comunicador visual y tengo una plataforma donde hay gente que me lee. No está de más, de vez en cuando, entre tanto diseño y tanta tontería, hablar sobre estas problemáticas. Sobre todo en la farándula del diseño no se habla de estas cosas.
La gente no se moja.
Solo se moja la gente que tiene perfiles más mundanos. Por ejemplo, cuando voy a un evento o me encuentro con gente que también disfruta de este mundo, veo que siempre se hace desde el elitismo y no hay espacio para hablar de la precariedad de las diversas realidades. Me sabe mal porque la mayoría de gente, excepto los hombres cis, pertenecemos un poco a eso. No puede ser que hagamos oídos sordos constantemente y nos hagamos daño a nosotras mismas.
Y necesitamos gente que represente de manera visual el mundo donde vivimos. Hay gente a la que no le apetece leer un artículo para informarse.
Yo veo mucho en redes posts con mucho texto. Creo que lo que funciona ahora para dar un mensaje claro y que llegue a la gente es: una palabra grande, una frase cortita debajo, y resumir en todo eso el tema que quieras tratar. También es divertido cuando te pones un tópico, partir desde allí y buscar la forma de que aterrice a la mayor cantidad de gente posible.
Hay gente que, cuando ocurren situaciones muy violentas, por ejemplo la Dana, una guerra, o un desastre político, entre otros, llega un punto en que no puede ver más imágenes de las que circulan por redes sociales, pero quiere seguir estando informada. Igual, las ilustraciones y los diseños son un espacio seguro para no hacerse más daño del que causa toda la violencia.
El ser humano funciona más rápido cuando le pones la verdad cruda a la cara. Por ejemplo, ¿cuánto tiempo nos queda en el planeta tierra? Te pongo cuatro datos sobre este tema, pero te lo pongo mono y tú ya decides si quieres seguir deslizando o no.
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También tienes otras muchas ilustraciones que representan tu cotidianidad, tus relaciones personales y tus miedos. ¿Podemos decir que tu inspiración nace también desde tu visión del mundo?
Totalmente. El diseño gráfico lo tengo muy vinculado a la comunicación y los mensajes intentan ser más objetivos y todo lo que es ilustración es mi mundo interior. Si ves un dibujo y cuatro palabras, es un dibujo que me apetecía hacer durante el fin de semana (risas).
¿Cómo está tu mundo interior?
¡Wow! Ni yo me había planteado esta pregunta. Mi mundo interior está experimentando demasiado. Funciono por obsesiones y siempre las tengo claras, y esta vez tengo tantas que no sé por cuál estoy más obsesionado.
¿Con qué estás obsesionado? Algo que nos puedas contar, claro (risas).
Estoy obsesionado con aprender cosas del ser humano elemental. No puede ser que el ser humano moderno no sepa qué tipos de árboles pueden llegar a existir. La botánica me encanta y ahora quiero poder ver un árbol y saber identificarlo, ir al bosque y saber qué frutos son venenosos y cuáles no.
Esto también es una inquietud de una persona de ciudad, que vive totalmente alienada de este mundo y solo hace falta que ocurra una catástrofe natural como la que hemos vivido para darnos cuenta de lo mucho que dependemos de infraestructuras modernas. Quiero poder funcionar con lo que me da la tierra, y eso me lleva a indagar mucho en antropología. En mis últimas ilustraciones siempre hay la silueta de una persona, lo más humana posible, y antes era lo más surrealista.
Si tuvieras que hacer un dibujo de tu mundo interior, ¿qué elementos tendría?
Yo creo que tendría la silueta de una persona, la silueta de un roble (porque ahora me ha dado por los robles), y una casita (una casita con el tejado triangular).
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¿Sientes que tienes límites al desarrollar tu creatividad?
Sí, por supuesto. Ahora que tengo un bagaje más consolidado y que los referentes los tengo bastante definidos, me he dado cuenta de que me limita mucho el dinero para la cantidad de ideas que tengo o que quiero hacer. Si quiero hacer el set más chulo del mundo, necesito dinero, espacio y compañeros. Termino haciendo eso en un espacio 2D y, quieras o no, no sacia mi inquietud.
Tengo que decir que cada vez me pesa más y me frustra más el hecho de sentir que, por dinero, no puedo pasar al siguiente paso. Este es el único límite, pero, a la vez, te ayuda a buscar otras opciones que te acaban haciendo más resolutivo.
¿Cuáles son tus referentes?
Las editoriales de moda; este es el más nuevo porque antes no consumía nada de moda, y me flipa el marketing que hay detrás de las firmas de lujo. La botánica sería otro; la fauna del mundo, si yo me pongo a dibujar por inercia, siempre será una planta, un jardín. La arquitectura; hay muchas maneras de aprender a controlar los espacios y no descarto estudiar un máster que tenga relación con eso.
Has dicho que si tuvieras mucho dinero, harías una instalación brutal. ¿Cómo sería?
Cogería un laberinto de motricidad de niños pequeños, lo haría en grande y, en vez de usar las típicas bolas, usaría estrellas y lunas para que todo se viese superplástico y sería enorme. Quiero hacer cosas gigantes. Por ejemplo, la estrella gigante que han puesto en la plaza Sant Jaume ha salido de un ser humano muy pequeño. Tengo ganas de ver algo grande y decir: he llegado yo también a ese nivel.
En el debate ‘ciudad o pueblo” de La Turra de Alba Riera, explicabas que Barcelona, y las ciudades grandes en general, tienen este ritmo frenético que apenas permiten parar y contemplar la belleza de las pequeñas cosas. ¿Cómo te relacionas con la ciudad? ¿Cómo ves el mundo artístico de Barcelona?
Estoy muy agradecido de que haya. Hay ciudades donde, por muy metropolitanas que sean, no hay esa cantidad de cultura, de historia o de inquietudes por evolucionar a nivel cultural. Todos estos movimientos de las modernas son muy criticables, pero, a la vez, me gusta mucho todo lo que ponen encima de la mesa.
Estoy en Barcelona intentando romantizarla lo máximo que puedo porque es dura (risas), es frenética, es rápida. No es que yo sea lento pero soy muy melancólico, me cuesta salir del pasado. Mi relación es intentar ser Carrie en Sexo en Nueva York. Cuando llegué a la ciudad estaba bastante en lo underground, pero terminó siendo bastante nocivo.
Intento vivir el mundo artístico desde un segundo plano y no entrar tanto en la farándula del mundo creativo porque hay mucha competencia y hay muchos egos, y lo puedo entender, pero no es algo que esté alineado conmigo. Intento disfrutarlo pero también busco no identificarme con mi profesión, con lo que hago, con mi trabajo. Luego llegas a un evento y te preguntan qué haces antes de qué tal.
“He acabado siendo muchas cosas que juré destruir, pero es un poco por supervivencia; o dejas de actuar como si nada tuviera consecuencias o el sistema te va a comer.”
Te diste a conocer con el nombre Juanmaricón y Juanmagrams, y llegó un día, hace unos dos años y medio, que tu mundo creativo empezó a cambiar y esos nombres ya no te definían. ¿Qué representaban para ti?
Estaban representando un proceso de descubrimiento y de aceptación. El nombre de Juanmaricón, ahora que lo analizo, era una forma de decir: antes de que me lo digas tú, yo ya me lo he dicho. Recuerdo empezar a dejar de verme como un activista y empezar a verme como una persona que tenía algo que decir más allá de todo lo que puede ser una reivindicación social, porque también me gusta hablar de emociones, del amor, del universo, de la tristeza. Me ayudó mucho el cambio de nombre para empezar a hablar de todo esto.
Además, el exponerse tanto a las luchas sociales y tener un mensaje hace que recibas mucho hate, y no tenía la cabeza para gestionar eso. Me cansé de luchar y empecé a hablar de lo que realmente me apetecía, y cuando toque a hablar de luchas sociales ahí estaré.
Recuerdo que una marca quería colaborar conmigo y, cuando me vieron el Instagram, me dijeron que no estaban muy de acuerdo con mi contenido porque era demasiado triste y en redes nadie hablaba de eso. Eso me hizo pensar que si iba a usar las redes como fuente de ingresos tenía que nivelar lo que necesitaba el público y mi necesidad de expresarme.
¿Cómo te sentó tener que eliminar esa parte triste? Al final, formaba parte de quien eras.
Me sentó muy mal porque pensaba que estaba siendo valiente al publicar esas cosas y me acabó saliendo peor. Todavía quedan algunas, que son mis favoritas y, realmente, no podía parar de quejarme (risas). Deberíamos quejarnos mucho más. Está muy normalizado el aguantar, la gente se siente muy orgullosa de estar ocupada y pienso: lo siento, ojalá se te esté haciendo ameno y puedas disfrutar de tu tiempo libre.
¿Qué pensaría el Juanma de hace unos años al ver que has conseguido monetizar tus trabajos y que eso te permite vivir más tranquilo?
El Juanma de ese momento ya se imaginaba que llegaría ese momento. Yo soy muy de proyectar y de manifestar. Mi novio de cuando tenía dieciséis años me regalaba libros de ilustración y yo sabía que quería hacer eso y, de repente, con veintiún años, se dio. No es que no me sorprenda, es que lo deseo tanto y me obsesiono tanto con conseguirlo que cuando pasa, sé que me lo merezco porque llevo años currando en esto. Estoy muy agradecido y el Juanma de veintiún años me felicitaría. Este pensamiento lo sigo teniendo con los deseos del futuro, por eso no paro.
¿Qué deseos tienen de futuro?
Deseo tener un trabajo que me permita explotar mi mundo creativo. A partir de aquí, siento que todo se dará solo. Mi único problema personal es el trabajo asalariado. No lo desvalorizo, pero creo que hemos normalizado unas condiciones inhumanas, que la jornada de cuarenta horas… ¿Cuánto lleva? ¡Como más de cien años! Creo que ya es hora de evolucionar. El sistema nos pide demasiado como para que nos dé tan poco tiempo.
Cuando tengo que coger un trabajo para pagar el alquiler y tengo que partir mi cabeza en mi mundo creativo y en mi mundo laboral, no me parece justo que no puedan convivir. Y cómo se ha normalizado me parece una locura. Necesito que se me permita pensar ideas; mientras tenga libertad y se me pueda dar rienda suelta, ya me sienta bien.
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Tu perfil fue, durante un tiempo, un diario personal; publicabas videos graciosos de objetos divertidos que encontrabas en los contenedores de la ciudad, vídeos explicando tu día a día, etc. Ahora, tu perfil luce más profesional, muestras una parte de ti mucho más sofisticada. ¿Esta transición hacia la seriedad nace de un pensamiento de ‘para que te tomen en serio, hay que ser serio’ o forma parte de la madurez?
Creo que las dos. Cuando vi que quería empezar a monetizar mi contenido, tenía problemas y tuve que gestionarlo. El hecho de independizarme me obligó a madurar y se refleja en mi obra. También, entender el concepto de intimidad. Eso fue lo que más me cambió la cabeza. La gente me decía que le encantaban mis stories y que a ellos les daría vergüenza publicar cosas así. Me lo dijo tanta gente, que me acabó dando vergüenza y cada vez colgaba menos cosas. Llegó un punto que ya no me quería exponer así.
Todas las cosas divertidas que publicaba ahora están en TikTok, porque la interfaz no es tan seria. Instagram ha pasado a ser un portfolio y empecé a desvincularlo de mi mundo personal. También me empezó a chirriar que la gente me parase por la calle para decirme que habían visto mis vídeos y no me dijeran nada de las ilustraciones, que es en lo que yo me mataba.
Precisamente tu libro, El arte de crecer, es una sátira de la vida adulta. Cuando somos niños tenemos unas expectativas sobre nosotros mismos de adultos que luego, por mucho que nos duela, son casi imposibles de cumplir. ¿Crees que te ha podido pasar un poco esto? ¿Tu relación con las redes sociales ha cambiado y ya no te sientes cómodo sobrexponiendo tu vida?
El sistema te obliga a esconder a tu niño interior. Entonces sí, he acabado siendo muchas cosas que juré destruir, pero es un poco por supervivencia; o dejas de actuar como si nada tuviera consecuencias o el sistema te va a comer. Eso te lleva a convertirte en un adulto más aburrido, claramente. En mi personalidad no verás esta apreciación por el mundo infantil, pero tú entras a mi casa y verás objetos que te recuerdan a eso. Me ayudan a sentirme cómodo y a no tomarme las cosas tan en serio. Es tan difícil ser adulto que entiendo por qué lo criticaba tanto. No leo el libro desde que salió y a veces me avergüenzo de algunas cosas que dije, por eso sé que me he subido al carro de la adultez.
Ahora mismo, ¿cómo se puede vivir del arte?
Vivir del arte es un privilegio. Se confunde el mundo creativo con el mundo del arte. El mundo del arte es todo aquello que produces sin necesidad de monetizarlo, aunque luego se puede hacer, pero no es el objetivo principal. Quien vive del arte es alguien que ha tenido unas facilidades desde el principio, un talento muy grande o una determinación que no todo el mundo se puede permitir tener. Yo no puedo preocuparme por querer vender mis cuadros, mientras a la vez tengo que buscar el siguiente trabajo. Eso hace que no te puedas enfocar en tu proyecto personal y vivir del arte.
¿Con quién te gustaría trabajar?
Con Paloma Wool (risas). Sé que no soy nada el target y que no pego al cien por cien en el mundo interior, pero es justamente por eso que me llama la atención. Es tan complicado y tan distintivo que necesito conocerla, que abra su cerebro y lo comparta conmigo. Sería mi pick que me dijera: ¿puedes hacerme una ilustración para X cosa? (risas).
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