En Copérnico, no cabían más almas. Una sala mítica donde el nuevo fenómeno del trap, John Pollôn, enmarcó una actuación para reivindicar de nuevo que es el rey. Acompañado de su troupe, los chicos de Decapitamos una gallina hicieron de las suyas y sorprendieron a un público comprometido, que no paró de cantar y saltar durante toda la noche.
El ambiente estaba caliente y la pareja de DJ apretaron la entrada del artista con varios hits internacionales hasta que sonó Luna llena. Ruido, aplausos y gritos. El público enloquecido y cantó acapella toda la canción, de principio a fin. Y minutos más tarde, saltó al escenario Nico Vega, reconocido como John Pollôn. El fenómeno urbano, algo tímido encima del escenario, cuenta ya con siete temas que superan el millón de reproducciones en Spotify y que solo “va pa’ arriba, pa’ arriba”, literalmente.
Con un micro en la mano, disfrutamos de varios de sus colegas que acompañaron al artista en escena, con un papel clave durante todo el show. Y es que Yeez Codein, Hilfi, Periglo, Yung Nick, El Suave y Arthur, fueron entrando y saliendo del escenario cantando temas propios y colaboraciones destacas del panorama como Chocolate, BUBALU o Rascacielos.
Todas las almas que entraron se fundieron en cuanto sonó Nubes, la canción más romántica del trapero que llenó la sala de flashes y abrazos. Dispuesto a enamorar, cantó Creep junto a Yung Nick, la última balada antes de hacer sudar al público. Y aunque en medio del concierto el hombre del cartel estuvo ausente, las actuaciones de sus amigos llenaron de energía y emoción al público que disfrutaba del espectáculo. Lo que nunca faltó fue ese tono vacilón y gamberro de los chavales, que recorrieron el escenario de arriba abajo en todas sus actuaciones, excitando al público madrileño que o bien sonreía o chillaba cantado a todo plumón los temazos del nuevo rey
Y cómo no, una actuación así tenía que terminar de forma emblemática con Gallina y cocaína, el tema viral que hizo temblar la sala y con el que contamos más de cinco pogos en el centro del local. Una auténtica locura, donde los artistas se fundieron entre el público para saltar y formar parte de esos empujones que enloquecieron y alimentaron la quinta fecha con sold out de los conciertos de Sound Isidro de la capital.