En Girasoles, Jay Wheeler se mete de lleno en el terreno donde más brilla: el del amor roto, los recuerdos y las ausencias que no se dejan reemplazar. Y lo hace sin miedo a sonar vulnerable, como quien le habla a esa persona que ya no está, pero a la que le sigue escribiendo canciones cada madrugada. El álbum se siente como un desahogo, un suspiro profundo lleno de heridas que aún no han cerrado, donde el amor perdido se convierte en el hilo conductor de casi cada tema. Wheeler te mete en la cabeza y el corazón de alguien que no ha logrado sanar.
Desde Roma, el disco arranca con la angustia de estar con alguien físicamente pero mentalmente seguir aferrado a otra persona. Hay una mezcla poderosa entre nostalgia y culpa, una especie de duelo. “Se nos cayó el imperio como se les cayó a Roma” es el resumen perfecto del colapso interno que se vive cuando un amor importante se va.
Y luego llega Abrázame fuerte, que parece el otro lado de la moneda. Es el deseo desesperado de que el amor se quede, de aferrarse a lo poco que queda, aunque sea un sueño. El artista puertorriqueño tiene un miedo muy crudo a la pérdida, subrayando esa dependencia emocional en barras como: “Si estoy soñando, que nadie me despierte”.
La vida y sus cosas da un paso atrás y reflexiona más allá de los dos. La culpa ya no está solamente en uno u otro, sino en la vida misma que se interpone. Wheeler y el oyente se enfrentan al peso de las circunstancias, los malentendidos y las palabras que nunca debieron decirse. Mientras, Una como tú y Te hice una balada siguen rascando en la misma herida, en esa imposibilidad de soltar. En la primera, el protagonista busca un reemplazo que no existe, un clon emocional que pueda ocupar el mismo espacio, sin éxito. En la segunda, cada intento de seguir adelante lo único que hace es remarcar que el amor no se ha ido del todo.
El disco tiene también momentos más sensuales, como en Nota con Omar Courtz, pero incluso ahí, el deseo se entrelaza con el vacío. No es sexo por placer, es una forma de anestesia, de no pensar. La pasión está atravesada por el recuerdo, por lo que ya no está. La línea entre deseo y tristeza se difumina.
Por otro lado, NSQMQ (No sé qué me queda) y Casita exploran el ‘después’, cuando el otro ya no está y lo cotidiano (la cama, la casa, las fotos) se convierte en una zona de guerra contra uno mismo. Finalmente, Te amo junto a Shantty cierra el disco como una carta de despedida no entregada. Es una entrega resignada, donde decir ‘te amo’ se convierte en un cierre digno para algo que fue muy real.
En definitiva, Girasoles no es precisamente un disco variado ni experimental (tampoco pretende serlo), pero sí coherente. Es un álbum temático sobre la ruptura, la dependencia emocional, el dolor de seguir amando a alguien que ya no está y la imposibilidad de llenar ese vacío. Wheeler no busca reinventar el género ni sorprender con algo radicalmente nuevo; su fuerza está en lo emocional. En ese sentido, no es un disco para todos los días, pero sí uno que te acompaña cuando duele.
Track favorito: Nota